De alguna manera, los locos e individualistas protagonistas de las películas de la nouvelle vague se convierten en "Pierrot el loco" en narradores de su propio relato.
Basándose en "Obsesión", una modesta novelita de serie negra, Godard se propone desarmar el orden establecido de un género literario, las claves y regularidades que permiten su identificación como tal, para contar la misma historia de una manera más inclasificable y libre.
El autor abandona el ejercicio de hipocresía consistente en hacer que sus personajes hablen por él y decide dar un paso adelante y hablar por si mismo mostrando como suyo el loco impulso iconoclasta y vital de su Michel Poicard en "El final de la escapada".
Y así, Godard toma en sus manos esta historia de amor loco, de enloquecida carrera hacia el mar y la noche, para contarla con la misma locura nihilista e impulsiva que sus protagonistas muestran.
El camino de Ferdinand/Pierrot y Marianne está jalonado de los pedazos de las convenciones narrativas y estilisticas que ellos mismos quiebranr mientras se cuentan y la historia se nos cuenta de forma descompuesta y fragmentaria, en su heterogeneidad de modos y formas, como en un proceso de ascesis narrativa que a través de la multiplicidad busca mostrar lo esencial, el loco impulso vital que, al mismo tiempo, hace y deshace a los personajes. Les da una vida que conquistan a cada segundo, pero también les mata situándoles en un imposible territorio de inestabilidad que progresivamente les engulle.
Y en este sentido, "Pierrot el loco" es una película tremendamente triste, de las más tristes que he visto nunca.
Metafísica y físicamente triste... porque "Pierrot el loco" es un tratado nihilista sobre la imposibilidad a través de la posibilidad.
El loco esfuerzo por manifestarse, por ser sin limitaciones narrativas o de forma de expresión se agota en si mismo, consume y destruye las posibilidades de un personaje y las posibilidades de un relato que sólo pueden ser viables en la contradicción de limitarse a si mismos y no llegar demasiado lejos, si renuncian de algún modo a esa libertad extrema para permitir que la mirada de los otros les atrape y les comprenda.
Pero "Pierrot el loco" no sólo es triste... también es bella y lo es porque sus personajes y su autor continúan hacia delante, persiguiendo ese imposible como escribe Conrad en Lord Jim "con carácter pirata y ojos de soñador". Pero ni Jim, Ferdinand, ni Marianne, ni el propio Godard son posibles.
Su loco esfuerzo por subordinar totalmente la realidad a su deseo les destruye.
Y la realidad siempre es una inoportuna cuestión de timing... Un nuevo impulso que contradice al anterior y un no llegar a tiempo de apagar una llama.
Y esa tristeza se desprende de la enésima constatación de la esencial fragilidad que subyace en el hombre y sus relatos refugiados bajo el cielo protector del sentido.
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