La ciudad está llena de oficinistas
que se arrancan las venas como cabellos
tras rechazar el reflejo de jaque mate
que de forma improvisada les devuelve el espejo,
que severamente visten de luto
la famélica escualidez de haber llegado demasiado tarde
o haberlo hecho demasiado pronto,
que no pueden recordarse
ni tampoco olvidar,
que se duelen sin poder identificar el dónde,
que no pueden cerrar los ojos
porque les sabe amarga la propia oscuridad.
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