jueves, julio 08, 2010














Ya está!

Y la principal lección que la selección española de fútbol nos legó ayer fue la evidente constatación de la existencia del genio. Un mensaje de esperanza para un mundo cada vez más cínico y abandonado a los rigores de su propia mecánica corruptora y destructora. Como si otros caminos no fuesen posibles y hubiera que aceptar el menú único de aquello que diariamente se nos pone sobre la mesa.
La propuesta futbolística de nuestra selección es una flor rara, que conecta con las esencias del deporte concebido como juego que no acepta otro compromiso que el puro placer que produce el hecho jugarlo y que conecta también con otras esencias... las que encierra el ser humano capaz, desde la inasible magia del talento, de producir magia y belleza.
Pura alegría.
La pagana y heterodoxa celebración de los santos sacramentos de la esperanza y de la vida misma obrado ante un mundo enloquecido por el temor a la noche de desconcierto en que él mismo se ha sumido.
Y es posible no morir nunca cuando la vida se queda prendida en un momento de eternidad y belleza capaz de negar al mundo y sus rigores.
Y es verdad que el tiempo continuará y, recordando a Cesar Vallejo, no faltarán los heraldos negros, pero, y también recordando a José Hierro, "aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca"... de la única manera posible que el ser humano tiene de no morir jamás: levantando el castigo al niño que todos llevamos dentro y dejándole jugar.


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