USHER
A su regreso las ruinas permanecían
en su mismo y viejo lugar de siempre.
Ni una mota de polvo había cambiado de lugar.
Ninguna grieta había crecido
en su silencioso afán resquebrajador.
Lo derrumbado permanecía derrumbado
y lo que estaba por derrumbar
permanecía congelado en un imposible equilibrio,
esperándole, como si le necesitasen
para continuar descomponiéndose,
para volver a la oscuridad
sumándose como silenciosas notas
a la cadenciosa melodía de su propia caída
y dejar de existir románticamente,
junto a él.
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