mientras los primeros rayos de sol
se descuelgan con maneras de hoja muerta
desde las inaccesibles copas de los arboles.
No hay tiempo que perder.
Late el corazón
y los pulmones respiran aire.
Se aventa el rescoldo,
regresa una vez más la esperanza
y parece como si no se hubiese marchado nunca,
transformando las sombras y su inflexible rigor
en fantasmas de existencia condenada y precaria.
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