Siempre llega tarde la lluvia
y le sienta bien a la ciudad
cayendo silenciosa,
como un traslúcido telón
sobre el incesante
empezar y terminar de las cosas;
derramando mil y un espejos
sobre las grises aceras,
espejos que sin querer
devuelven paciente su reflejo
a las pálidas nubes
que vuelan rápidas como gacelas.

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