martes, enero 04, 2011

THE MISFITS

Es una de mis pelis favoritas de siempre.

La historia es un guión original del dramaturgo Arthur Miller y en ella hay mucho del espíritu crítico hacia el sueño americano que preside la mayoría (y lo mejor) de su obra.

Más que ningún otro, Miller es el narrador del lado oscuro del sueño americano. Todos sus personajes son tan inadaptados, tan insomnes en medio de ese sueño de éxito y bonanza, que se vive como por decreto, como los cinco protagonistas de esta historia.

Y hay mucha belleza, mucha verdad, en esas secuencias finales en que los protagonistas cazan una manada de caballos en pleno desierto de Nevada, una acción que solo Roslyn (Marilyn Monroe) es capaz de ver como el destructivo absurdo que es con la pureza de su mirada casi infantil. Sólo ella puede ver el triste y destructivo sinsentido que suponen ellos mismos dando caza a esos caballos, en medio de la nada y por nada, casi en la final de la cadena trófica del sueño americano.

En un momento anterior, Gay Langland (Clark Gable) cree que merece la pena cazarlos, aunque sean tan pocos y ya no queden tantos... Y al final ni siquiera son los 15 previstos, resultan ser sólo 6... En su momento había miles y sobre ellos cabalgó hacia el oeste el sueño americano, pero ahora ya nadie cabalga sobre ellos. Apenas quedan caballos y apenas queda sueño; un sueño escuálido que estiman en kilos de carne que traducidos a dólares sólo les da lo justo para pagar la gasolina empleada en el esfuerzo.

Y hay algo inmensamente triste, que encoje el corazón, en esa persecución, una tristeza amplificada de forma total y absoluta por la inmensa llanura donde sucede la escena y que aísla tanto a cazadores como a cazados presentándoles en una dialéctica casi formal con el inmenso todo que les rodea, una dialéctica que les debilita, que los empequeñece hasta reducirlos a una nada absurda destruida (caballos) y destructiva (hombres) que sólo Roslyn siente con horror.

No tiene sentido estar ahí, dejándose llevar por una desesperada inercia en el soñar, esperando conseguir algo constructivo y que merezca la pena de esa nada relinchante, deseando obtener un imposible beneficio, soñando indiscriminadamente incluso cuando la realidad no te proporciona las condiciones necesarias para un verdadero sueño.

Y Miller está con todos esos inadaptados que apenas tienen con lo que soñar y de todo modo representa en esa cacería una reducción al absurdo de su critica del sueño americano juntando sobre esa planicie desnuda la nada que representan esos caballos junto con las ganas de ser que representan esos inadaptados.

Hay una nada voraz y estéril, que todo lo destruye detrás de ellos; transparentándose en todas y cada una de las imágenes que el director John Huston rueda con brillantez; una nada absoluta, metafísica, inefable, que encoje el corazón y que tiene que ver con el ser humano y su relación con el tiempo, una relación que casi siempre se materializa en destrucción y fracaso, con todo eso que quita el sueño y no deja dormir.

Pura poesía maravillosa y triste, como de Jacques Prevert.

Imprescindible.



Escenas del rodaje...


No hay comentarios:

Publicar un comentario