La realidad, si es tal, siempre nos pone a prueba.
Constantemente compromete el siempre recién conquistado equilibrio, la siempre recién alcanzada tranquilidad.
Si se desea, la realidad tienta y entregarse con todo a una pasión es siempre un viaje incierto en el que sólo dos cosas están garantizadas: el comienzo y que, una vez se comienza, es completamente imposible regresar al punto de partida.
"Black swan" es la inquietante crónica de uno de esos viajes, el que Nina Sayers ha iniciado a la grupa del caballo de la danza.
Cuando el espectador la encuentra, Nina lleva ya tiempo viajando obsesionada con la perfección en la práctica de su pasión, una perfección que precisa del éxito para verse efectivamente conseguida.
"Black swan" recoge precisamente el momento final, el último recodo de ese camino y nos muestra el desgaste de Nina, su desequilibrio total y absoluto en su loco esfuerzo por darlo todo a cambio de conseguir lo máximo: el papel de primera bailarina en "El lago de los cisnes".
La película se convierte en la crónica casi forense de un resquebrajamiento, del absoluto devoramiento del frágil sujeto por parte de su profundo y abisal deseo. Y a través de esas grietas emergen en la estable racionalidad de su vigilia, los temibles heraldos negros encargados de anunciar los peores de sus sueños, las contradicciones mas secretas y escondidas.
Como si Nina, en algún momento que se nos escapa, hubiese ido demasiado lejos persiguiendo la hermosa y esquiva mariposa de su deseo.
Brillante.
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