No me dice mucho "El discurso del rey".
Se me aparece raquítica y gris como una historia de esas de amistad y superación personal sobre las que se hacen como churros películas para la televisión. Una historia que carece de la presencia y fuerza imprescindibles para ser ampliada, magnificada lo suficiente como para funcionar en la gran pantalla donde la precisión, el pixelado emocional es mayor y la relevancia del detalle tiene mucho más alcance.
Seguramente su principal atractivo tiene que ver con la condición de sus protagonistas mostrándonos un mundo cuya aparición no es frecuente y que resulta interesante de por sí: la convivencia en casa de la familia Windsor y los problemas de dicción de uno de sus hijos, que por azares de un destino llamado Wallis Simpson terminará siendo rey de toda la Commonwealth británica.
Y poco más.
La relación del futuro rey con su logopeda es demasiado convencional, muy estereotipada y llena de lugares comunes y tampoco está contada de la mejor manera posible. La realización, que no dirección, de Tom Hooper se queda demasiado lejos de los actores, resultando demasiado teatral y como consecuencia de ello tan fría como un arenque en conserva. En demasiados casos se queda demasiado lejos, como si los servicios de seguridad del monarca no le permitieran acercarse.
En definitiva, "El discurso del rey" claramente es una de esas películas que no nos explicaremos por qué nos gustaron en su momento.
¿Quién se acuerda de "My left foot"?
Al tiempo.
Y eso que el trailer tenía buena pinta.
Prescindible.
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