ASAMBLEA
No sólo fue un acto social, de la persona hacia fuera, sino psicológico, de la persona hacia dentro.
La asamblea puso a prueba la paciencia del yo producto de la sociedad de consumo. Había que esperar, había que escuchar a todos en sus correspondientes turnos de palabra y pasaba el tiempo sin que la asamblea resolviese. Y crecía la impaciencia.
Había prisa, necesidad de consumir puntos del orden del día como se consumen objetos en los estantes del supermercado. En absoluto se gestionaba lo emocional del momento, su novedad, la necesidad de conocernos todos porque en el fondo era como una primera cita. Era necesario primero resolver lo comunitario, lo solidario antes de resolver lo institucional, lo orgánico.
Se olvidaba que ya era importante estar allí, poder tomar la palabra entre iguales con la seguridad de ser escuchados, que casi tan importante como resolver tomando decisiones era empezar a constituirse en comunidad y ese sentimiento de comunidad implica empezar a ver al otro de otra manera, de una manera más abierta porque el sistema siempre nos ha querido divididos, preocupados y ocupados en las necesidades y miedos de cada uno.
Lo verdaderamente revolucionario está ahí.
Ojalá se consigan cosas más puntuales, ojalá se consiga cambiar la ley electoral, pero lo más importante, para mi gusto, es recuperar el sentimiento de comunidad, la solidaridad de clase, el único poder con el que contamos los que con nuestra casi nada tenemos que pagar esa parte del todo que los poderosos han perdido en su afán de tener más y más: dos piscinas en vez de una, tres casas en vez de dos.
Por eso tenemos que reunirnos tantas veces como haga falta, sin prisa, buscando ese cambio espiritual, de mirada y actitud... y de paso decidir cosas más concretas cuando todos estemos de acuerdo, porque antes de saber qué hacer, lo que quieres, tienes que saber quién eres.
Como bien dice Alejo Carpentier... "Los mundos nuevos debe ser vividos antes de ser explicados".
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