No es la necesidad de estar
sino la voluntad de ser la que te impulsa.
Con paciencia milenaria insistes,
prolongas un ciego esfuerzo de siglos,
fatídicamente impulsado
por el heredado fracaso de tu carne,
aunque quizás sea demasiado tarde
y una vez más no debas.
Aguardas con moderada impaciencia
la fragilidad inasible
de éso que llamas tu momento,
detienes el silencioso correr de tu sangre
para escuchar mejor las pisadas que se acercan,
aunque quizá todo sea ilusión
y jamás suceda,
Incesante te prolongas
en una sucesión de instantes
que nunca se completan,
como antes hicieron otros
y volverán a hacer los que te sucedan,
cuando las cenizas de tu esperanza
sean la única sombra
que proyecte el vacío de tu ausencia.
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