martes, junio 21, 2011

DÉJAME ENTRAR

No se ve muy bien que ve Eli cuando mira a Oskar.

Parece que es amor... o algo parecido.

Seguramente la nostalgia de la sombra de un sentimiento cuya vibración quizá Elia ya no recuerda perdida en su eternidad vampírica, como quien intenta recordar la melodía de una canción de la que apenas nada recuerda.

No lo se.

Lo único cierto es que Oskar y Eli forman parte, con todos los honores, del Olimpo de parejas que han protagonizado historias de "amor fou" a oscuras y sobre la blanca pantalla. Porque lo que se nos cuenta en "Déjame entrar" es verdaderamente una enloquecida historia de amor... por encima del tiempo y de la condición humana.

O mejor, dos historias, con Eli como punto en común...

Imagino que con el tiempo Oskar acabará siendo el viejo servidor de Eli, proporcionándole alimento y que finalmente, cuando ya no es posible engañar más al tiempo, acepte entregarle su sangre como último sacrificio a la criatura a la que ciegamente ha dedicado su vida y por la que probablemente se haya perdido a conciencia.

Pero hablo de dos historias....

Y es cierto que la primera vez que vi la película no reparé en lo conmovedora que resulta esa escena en la habitación del hospital en la que ella se acerca a la ventana y su desfigurado servidor la deja entrar por última vez. E imagino que Oskar acabará igual, cincuenta años más adelante, envejeciendo a su lado y esa imaginación me hace aun mas emocionante ese final, la "road movie" que se intuye y que ahora me gusta imaginar... a la sombra de esa fascinación que para ambos existe, aunque les resulte impenetrable e incomprensible.

¿No es eso el amor?

"Déjame entrar" es una de mis películas favoritas de siempre.

Puro blanco y negro.

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