EL TREN DE LAS 3:10
Remake de un western homónimo dirigido en la década de los cincuentas del siglo pasado por Delmer Daves, "El tren de las 3:10" cambia la estructura narrativa de su predecesora para contar la misma historia de distinta manera poniendo énfasis en otros aspectos que la narración sugiere.
Si el viejo western de Daves era principalmente una carrera contrareloj vivida casi en tiempo real en la que Van Heflin intentaba montar en el tren al malvado Glen Ford, en esta escuela el tiempo es mucho más dilatado.
Durante dos días, el bueno Evans (Christian Bale) y el malvado Wade (Russell Crowe) practican un magnífico enfrentamiento de personalidades en la que la irreprochable actitud ética de Evans resulta irresistiblemente sexy para el malvado Wade, que termina padeciendo un comprensible sindrome de Estocolmo ante el espectáculo del fracasado Evans intentando dar lo mejor de si mismo en un asunto en el que nadie más parece estar interesado.
"El tren de las 3:10" cuenta la historia del único hombre que se atrevió a llevar al malvado Wade al ferrcarril y al mismo tiempo es una película sobre las decisiones éticas y el ejemplo ante los otros que estas siempre implican.
Por encima del dinero que, en un principio, parece mover a todos los personajes, incluido el propio Evans, arruinado, apunto de de ser desahuciado de su granja y con un hijo tuberculoso, poco a poco, empieza a emerger otro punto de vista, otra actitud hacia la vida y las cosas.
Presionado por la propia dificultad de las condiciones en las que Evans se encuentra, empieza a emerger en el granjero una necesidad de hacer las cosas por encima de su mera utilidad, buscando el ejemplo y la corrección ética por encima también de las presumibles consecuencias prácticas.
Por eso todos se echan atras, por las más que evidentes posibilidades de ser tiroteado por la banda de Wade. Todos se echan atras salvo Evans, que encuentra en el sacrificio la mejor de las redenciones frente las inevitables consecuencias que le ofrece su no demasiado brillante destino.
Y el malvado Wade, convertido en terminal narrativa del espectador, poco a poco terminará siendo seducido por la inasequible al desaliento pureza de su captor.
Una de mis pelis favoritas.
Imprescindible.
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