La voz es clara, precisa.
Y habla sólo para él,
que cree tener el don
de entender el lenguaje de los trenes.
Y por eso cree saber que le llaman,
que le avisan de su inminente marcha
donde otros no escuchan nada.
Pero no sabe si es el momento.
La moneda que vuela por el aire
tendrá la última palabra.
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