No le pierde la mirada a la nada que le contempla, que le desafía desde el otro lado del espejo.
Tranquilamente se enciende un cigarrillo, el primero de la mañana, sin dejar por un momento de mirarse.
Lo fuma en silencio mientras la luz del día recíen nacido prende, mientras el primer humo que exhalan sus pulmones dibuja silenciosamente extrañas formas sinápticas sobre su cabeza despeinada.
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