sábado, febrero 23, 2008


ROMA

Del desorden producido por la muerte de Julio César, surge la figura de Octavio, su legítimo heredero, para imponer con firmeza una transición que llevará a Roma desde la República hasta el Imperio.

Esta es la trama de la segunda temporada de Roma, a mi entender una de las mejores series de fición que uno puede ver ahora mismo y que recomiendo encarecidamente.

Sus principales protagonistas, los ex-legionarios Lucius Vorrenus y Titus Pullo, viven sus tormentosas vidas en ese "incomparable" marco histórico interviniendo puntualmente en ese gran teatro de la historia, llendo y viniendo cuando son requeridos.

En este sentido, es magnífico el equilibrio entre los pequeños eventos que suceden en la vida de estos y otros personajes, que son otra cosa que olvidado polvo para la historia, y los grandes acontecimientos que atañen a los grandes personajes cuyos nombres recordamos. Este es uno de los grandes milagros narrativos de la serie. Los grande sy los pequeños ríos fluyen con naturalidad encontrándose y desencontrándose en tierras de amor, muerte, pasión, ambición y celos.

No se puede pedir más.

El esfuerzo de Octavio por establecer un orden que esté a la altura del pretendido por su asesinado mentor le convierte en un personaje terrible e inhumano, un aténtico y viviente busto marmóleo que lleva la desgracia a todos aquellos que le rodean con la inflexibilidad de su propósito.

Esta línea argumental es la que más me llama la atención de entre todo el complejo entramado narrativo que soporta la serie.

El esfuerzo del orden y de la racionalidad cobrándose su precio una vez más, porque el destino de Octavio en vida será la soledad de la peana donde él mismo ha decidido colocar su propio busto.

Interesante retrato del "gran hombre" dueño y señor de la historia que está construyendo por encima de todas las pequeñas que le rodean. Y en este sentido el primario Marco Antonio, dispuesto siempre a dejarse llevar por cualquier tipo de pasión, incapaz del menor cálculo racional, se convierte en la viva imagen en negativo del propio Octavio.

Viendo la progresión dramática de los capítulos, uno termina por entender que Marco Antonio jamás será rival para Octavio, que es un perdedor ante los grandes momentos de la historia precisamente por dejarse llevar por la victoria en los pequeños, como cuando abandona a sus soldados en la batalla de Accio siguiendo la nave de su amante Cleopatra.

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