PERSEPOLIS
No es una película redonda.
Persépolis en algunos momentos se me hace aburrida, pero, y en general, me gusta. Seguramente por la familia de la protagonista, el tio Anouche o la abuela. Personajes que me recuerdan a otros personajes que, hace ya bastante tiempo (me hago cada vez más incierto y mayor), salieron al paso de mi adolescencia. Saltaron de entre las páginas de "La consagración de la primavera" de Alejo Carpentier... Otro maravilloso libro olvidado que cuenta la ejemplar historia de todos aquellos que hicieron el infructuoso esfuerzo de la revolución.
Siempre me fascinó su integridad y esta misma actitud es la que destilan esos personajes finamente dibujados en sepia.
Después de todo, el periplo vital de Marjane es un largo viaje hacia la integridad en el que el ejemplo que constantemente le brindan, en vivo y como memoria, tanto su abuela como su tio Anouche, es una luz permanentemente encendida en la ventana del encuentro.
Y es ahí, donde la película termina, cuando la vida de Marjane empieza.
El más o menos largo viaje hacia esa integridad, las equivocaciones y las luchas internas suelen ser los más aspectos más interesantes de una biografía. Todo lo demás siempre son consecuencias que encuentran su sentido en esa compacta masa crítica de personalidad finalmente cuajada.
Y sin integridad nunca hay personalidad, solo cliché.
Recuerdo ahora mismo, mientras escribo, que la autobiografía del genial director cinematográfico Akira Kurosawa termina en 1950, con "Rashomon". Kurosawa vivió 40 años más, pero, y sin embargo, todos esos años, por alguna razón, carecen de interés para él.
Seguramente porque están ahí en otros libros, en la prensa, pero la clave para entenderlos. La forja de una personalidad que es consecuencia del eterno impulso de ser... no sólo existir, Kurosawa nos la proporciona en su autobiografía.
La verdadera respuesta al mayor o menor enigma que su existencia del genio japonés puede suponer para estudiosos o admiradores no está en otro lugar.
El esfuerzo por llegar a ser con la integridad como herramienta.
Las únicas revoluciones con alguna posibilidad de triunfar son las propias.
"Persépolis" nos habla de éso.
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