Ucrania y la corrupción: la continuidad que nadie quiere ver
Treinta años de redes oligárquicas, capturas institucionales y purgas cosméticas desmienten la idea de que la guerra cambió algo esencial en el sistema político ucraniano.
Las recientes detenciones de viceministros y empresarios próximos al poder —rematadas por la dimisión del jefe de gabinete de Zelenski tras una investigación por corrupción— han sido presentadas como señales de una Ucrania “que por fin combate a los corruptos”. Pero la historia cuenta otra cosa. Nada de esto es nuevo: desde los años noventa, informes de la Comisión Europea, Transparency International y el Banco Mundial describen un Estado diseñado para ser capturado. La guerra no ha limpiado el sistema; solo ha elevado los incentivos para explotarlo bajo nuevas formas. Fingir sorpresa no es análisis: es propaganda.
(Con referencias a Transparency International, Comisión Europea, NABU, SAPO, HACC, Reuters, Ukrainska Pravda y Tribunal de Cuentas Europeo)
Cada vez que Kiev anuncia la detención de un viceministro, la caída del “hombre de confianza” de Zelenski o un nuevo escándalo en Defensa, en Europa asistimos al ritual de la sorpresa. Como si la corrupción hubiese surgido de repente bajo las bombas. Como si la agresión rusa hubiera purificado mágicamente treinta años de redes oligárquicas, clientelismo y captura estatal.
Esa sorpresa es una ficción útil y cómoda.
Nada en la historia de Ucrania permite fingir ignorancia ante la magnitud de su corrupción. Desde finales de los noventa, Transparency International situó sistemáticamente al país entre los puestos 120 y 150 del ranking global. La Comisión Europea describió la corrupción como “sistémica y de alto nivel” en todos los informes previos a la invasión. Y el Banco Mundial lleva dos décadas calificando a Ucrania como un caso de “captura del Estado”.
Ucrania no se volvió corrupta por la guerra.
La guerra solo expuso lo que ya era.
Y lo amplificó.
I. Un Estado corrupto desde su nacimiento (1991–2013)
Desde su independencia, Ucrania heredó no solo las estructuras burocráticas soviéticas, sino el mecanismo que dio forma a su Estado post-soviético: un aparato estatal utilizado como instrumento de transferencia masiva de activos públicos a una minoría económica extremadamente reducida. La corrupción no surgió como un subproducto de la transición: fue su lógica fundacional.
El Banco Mundial y el FMI identificaron muy pronto al país como un caso de “State Capture”, donde las élites económicas controlan leyes, contratos, regulaciones y decisiones públicas en su beneficio. Durante más de quince años, Transparency International mantuvo a Ucrania entre los países más corruptos del mundo, confirmando que la corrupción era la arquitectura básica del sistema político, no un accidente.
Los oligarcas dominaron partidos, tribunales, medios y empresas estatales. Y con cada ciclo electoral, simplemente cambiaron las caras, no los mecanismos de poder.
II. Maidan: ruptura política, continuidad sistémica
Los acontecimientos de 2014 se presentaron como un renacimiento institucional. Pero los informes del European Court of Auditors y de la Comisión Europea fueron inequívocos: Maidan no transformó la estructura corrupta del Estado; solo modificó el equilibrio interno entre facciones.
La creación de las agencias anticorrupción —NABU (Oficina Nacional Anticorrupción, órgano investigador independiente creado bajo supervisión internacional), SAPO (Fiscalía Especial Anticorrupción, encargada de las acusaciones) y posteriormente el HACC (Tribunal Superior Anticorrupción, corte especializada que dicta las sentencias)— no respondió a una voluntad interna, sino a una condicionalidad estricta impuesta por la Unión Europea y el FMI para desbloquear el Acuerdo de Asociación y garantizar la asistencia financiera.
Es decir:
las únicas reformas institucionales reales fueron forzadas desde fuera.
Y aun así, la matriz oligárquica sobrevivió:
- control mediático,
- influencia judicial,
- intermediarios empresariales,
- captura de empresas estatales.
Nada cambió en lo esencial.
III. Zelenski: ruptura estética, continuidad estructural (2019–2022)
La victoria de Zelenski en 2019 se interpretó como la llegada de un outsider regenerador, pero los informes de la Comisión Europea de 2020 y 2021 repitieron exactamente el mismo diagnóstico:
“La corrupción de alto nivel sigue siendo un problema estructural.”
Investigaciones de Ukrainska Pravda, ZN.ua y Bihus.info documentaron durante esos años:
- intentos de interferir en NABU y SAPO,
- contratos inflados en distintos ministerios,
- tensiones con el Tribunal Constitucional,
- aparición de nuevas redes de intermediarios cercanos al círculo presidencial.
Cambió el estilo.
No la estructura.
IV. La guerra no limpia: multiplica la extracción de rentas
La invasión rusa no purificó el sistema: lo reorientó hacia nuevas fuentes de extracción. Según Reuters, NABU y SAPO, los mayores escándalos de corrupción del último lustro han estallado después de febrero de 2022.
1. El “caso de los huevos” — 18 millones de dólares
En septiembre de 2023, el ministro de Defensa Oleksí Réznikov fue forzado a dimitir tras conocerse una trama de sobreprecios en la compra de alimentos para los soldados. Ukrainska Pravda reveló un perjuicio cercano a 18 millones de dólares, en un momento en el que el país dependía vitalmente de la ayuda exterior.
2. Contratos inflados de munición — 40 millones de dólares
En paralelo, Reuters y comunicados oficiales de NABU destaparon un fraude superior a 40 millones de dólares en contratos inflados para la adquisición de granadas de mortero. El Ministerio de Defensa había pagado precios artificialmente elevados a empresas intermediarias sin capacidad real de producción.
Ambos casos demuestran que la corrupción no es una excepción en el sector de Defensa: es una práctica estructural.
3. Operación Midas en Energoatom — 100 millones de dólares
En diciembre de 2023, NABU y SAPO desarticularon un “sistema criminal” en Energoatom, la principal empresa energética del país, basado en sobornos del 10–15% sobre contratos públicos. El perjuicio estimado rondaba los 100 millones de dólares. Investigaciones de Ukrainska Pravda vincularon la trama a Timur Mindich, socio empresarial de Zelenski en Kvartal 95.
4. Impacto interno: indignación social y moral militar
La corrupción en tiempo de guerra no solo afecta a la credibilidad internacional: destruye la moral interna. Reportajes de Bihus.info y Ukrainska Pravda recogen testimonios de soldados que afirman luchar “por el país, no por el Gobierno”, y que consideran que cada desvío de fondos destinados a equipamiento pone en riesgo directo sus vidas.
Esta indignación interna —tanto como la presión occidental— obliga al Gobierno a reaccionar. Las purgas no nacen de un impulso moral: nacen de una necesidad política y militar.
V. La OTAN y la UE no transforman automáticamente un Estado corrupto
Occidente no apoya a Ucrania por la calidad de sus instituciones, sino por razones estratégicas. La OTAN no exige reformas anticorrupción. La UE sí, pero depende de la voluntad interna para implementarlas.
La Ley 1241/13533 como síntoma
En 2024, el Parlamento ucraniano intentó limitar la autonomía de NABU y SAPO. Solo la presión combinada de:
- protestas ciudadanas,
- periodistas de investigación,
- y una llamada directa de Ursula von der Leyen,
consiguió frenar el intento. La Comisión Europea calificó el riesgo como “inaceptable” para la independencia de las instituciones anticorrupción.
Eficacia cuantificada: HACC y NABU como únicos contrapesos reales
A pesar de los intentos de interferencia, las agencias anticorrupción funcionan. En 2023, Transparency International Ucrania evaluó su rendimiento:
- HACC (Tribunal Superior Anticorrupción): 4.6/5,
- NABU (Oficina Nacional Anticorrupción): 4.3/5.
Esto confirma que las únicas instituciones eficaces contra la corrupción de alto nivel son las que existieron gracias a presión externa. El sistema judicial tradicional permanece inoperante contra las élites.
VI. Conclusión — La corrupción no es noticia: es el punto de partida
Los datos de Transparency International, los informes de la Comisión Europea, las investigaciones de NABU y SAPO, los reportajes de Ukrainska Pravda y las alertas del Tribunal de Cuentas Europeo convergen en un mismo diagnóstico:
La corrupción en Ucrania no es un descubrimiento: es la base sobre la que se construyó su Estado post-soviético.
La guerra no ha limpiado el sistema:
lo ha desplazado hacia sectores más opacos y lucrativos.
Las purgas no son rupturas:
son mecanismos de gestión geopolítica e interna.
Las instituciones que funcionan no nacieron en Kiev:
nacieron en Bruselas.
Y el alineamiento con la OTAN no purifica nada:
solo modifica el marco narrativo.
En Ucrania, la corrupción no interrumpe la normalidad del Estado:
es su normalidad.
Lo sorprendente no son los escándalos.
Lo sorprendente es fingir sorpresa.


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