Serie Krátos: Un mundo gobernada por minorías (III)

Cómo las élites gobernaron todas las civilizaciones durante cuatro mil años —y por qué las mayorías jamás pudieron hacerlo

La historia no es una disputa entre pueblo y élites. Es la historia de élites que gobiernan porque las mayorías nunca tuvieron las condiciones materiales para transformar su número en poder. Antes de la modernidad, ninguna revuelta triunfó, ninguna mayoría gobernó y ninguna sociedad pudo escapar de la Ley de Hierro de la Oligarquía. Esta entrega explica por qué el poder del pueblo fue, durante milenios, simplemente imposible

En la entrega anterior vimos por qué los griegos temían al krátos: intuían que, si alguna vez una mayoría lograba actuar al unísono, el orden social se derrumbaría. Ese miedo no era filosófico: era empírico.
Los griegos miraban alrededor y veían imperios donde el mando pertenecía a sacerdotes, guerreros o linajes privilegiados. Veían que ninguna civilización daba poder a la mayoría.
Veían —sin nombrarlo— lo que la ciencia política moderna formularía dos milenios después.

1. La ley estructural del poder: toda sociedad compleja genera una minoría que gobierna

En ciencia política, la Ley de Hierro de la Oligarquía no es una metáfora: es un principio operativo que sigue vigente hoy.
Formulada por Robert Michels y desarrollada por Gaetano Mosca y Vilfredo Pareto, afirma que toda organización compleja —sea un Estado, un sindicato, un ejército o un partido— deriva inevitablemente en el gobierno de una minoría organizada sobre una mayoría dispersa.

La historia antigua encaja milimétricamente en esta teoría:

  • En Atenas, la “democracia” funcionaba como una oligarquía legalizada: solo entre un 10% y un 15% de la población tenía derechos políticos.
  • En Roma, el patriciado y el Senado monopolizaron el Estado incluso cuando existían asambleas populares.
  • En China, la élite de mandarines —una aristocracia del saber— filtraba todo acceso a la administración.
  • En el Tahuantinsuyo, los linajes del Sol gobernaban sobre millones desde Cusco.

Allí donde surge una estructura compleja, surge una élite gobernante.

2. El krátos real: el poder no es votar, es monopolizar la coerción

El poder no consiste en decidir cosas; consiste en hacerlas cumplir.
Max Weber lo resumió después: el Estado es quien reclama el monopolio legítimo de la violencia. Pero en la práctica, ese monopolio nunca fue colectivo. Siempre estuvo concentrado.

La historia antigua demuestra que:

  • Quien controla la coerción, gobierna.
  • Y la coerción siempre la controla una minoría.

Ejemplos:

  • Los mamelucos: esclavos militares que llegaron a formar un sultanato propio.
  • Los jenízaros: capaces de destronar sultanes.
  • Las castas guerreras indias: poder armado hereditario.
  • Las legiones romanas: que podían elegir emperadores.
Antes de la modernidad, la coerción nunca fue mayoritaria.

3. Conocimiento, administración y ritual: el dominio cognitivo

Para gobernar se necesita escritura, contabilidad, derecho, teología o administración.
En todas las civilizaciones, el conocimiento especializado fue de élites.

  • Mesopotamia: escribas y templos.
  • China: exámenes imperiales.
  • India: brahmanes y ritual.
  • Europa medieval: latín y derecho canónico.

La mayoría no podía gobernar porque no podía ni comprender el funcionamiento del poder.

4. Propiedad y dependencia: la base material de la obediencia

Quien controla la tierra controla la vida.

  • Europa feudal: tierra = autoridad.
  • China y Egipto: dominios agrícolas estatales.
  • África precolonial: linajes tributarios.
  • Andes: redistribución estatal del excedente.

Desafiar al poder equivalía a perder el sustento.

5. Las barreras estructurales que hicieron imposible el poder de la mayoría

Analfabetismo masivo

Sin lectura ni escritura no hay ciudadanía posible.

Comunicación lenta

La coordinación política a gran escala era imposible.

Dispersión rural

El 90% vivía en aldeas aisladas.

Dependencia absoluta

Sin propiedad no hay autonomía política.

Ausencia de instituciones

No existían parlamentos, sindicatos, medios ni partidos.

La mayoría existía como masa, no como sujeto político.

6. La ilusión de la revuelta: por qué las masas nunca conquistaron el poder

Las revueltas fueron constantes, pero siempre acabaron igual:
1) aplastadas por la élite,
2) reemplazadas por otra minoría organizada.

Ejemplo: la Guerra de los Campesinos alemanes (1524–1525)

Decenas de miles de campesinos articularon demandas políticas claras (los Doce Artículos). Pero estructuralmente estaban condenados:

  • sin mando unificado,
  • sin estrategia coordinada,
  • líderes improvisados,
  • sin logística ni recursos,
  • ejércitos efímeros.

Las élites, en cambio, poseían organización militar profesional.

Resultado: 70.000–100.000 muertos.

Otros casos

  • Los Taiping (China): millones movilizados → otra élite toma el mando.
  • Jacqueries francesas: siempre aplastadas.
  • Ciompi en Florencia: victoria breve → restauración oligárquica.
Las masas pueden destruir un régimen, pero no pueden gobernarlo.

7. Conclusión: antes de la modernidad, el krátos popular era imposible

La coerción, el conocimiento, la propiedad y la administración estaban concentrados en minorías cohesionadas.
La mayoría no gobernó porque no podía gobernar.

Los griegos temían al krátos porque intuían su potencial devastador.
Pero durante milenios, era materialmente imposible que una mayoría se organizara:

  • sin alfabetización,
  • sin comunicación rápida,
  • sin excedente,
  • sin instituciones,
  • sin armas,
  • sin lenguaje político común.

La transición hacia el poder de las mayorías

Solo dos revoluciones abrieron la puerta:

  • La imprenta: sincronización cognitiva de la sociedad.
  • La alfabetización: erosión del monopolio élite.

La política de masas nace ahí.
Y con ella, la posibilidad real del krátos popular. Esa es la historia de la próxima entrega.

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