Justicia poética

Justicia poética

Alemania disciplinó a Grecia con austeridad ejemplarizante durante la crisis del euro. Hoy, Estados Unidos reordena el bloque occidental a costa de la industria alemana. No es karma: es jerarquía. El capataz descubre que también es peón.

Hay países que despiertan compasión cuando se hunden. Alemania no es uno de ellos. Entre 2010 y 2015 convirtió a Grecia en escarmiento público: rescates condicionados a austeridad salvaje, recortes masivos, privatizaciones a precio de saldo. Mientras tanto, Alemania prosperaba con un equilibrio brillante y frágil: seguridad estadounidense, energía rusa barata, disciplina fiscal para el sur. Hoy ese modelo se derrumba bajo presión geopolítica de Washington, que impone energía cara y atrae inversión europea con subsidios masivos. No es justicia moral, es lógica de poder: quien acepta un sistema donde la fuerza se impone hacia abajo, acepta también que algún día esa fuerza se impondrá contra él.

La tesis en un vistazo: Alemania machacó a Grecia durante la crisis del euro con austeridad ejemplarizante mientras construía su prosperidad sobre un equilibrio frágil: seguridad estadounidense, energía rusa barata y disciplina fiscal para el sur de Europa. Hoy, ese modelo se derrumba bajo presión geopolítica de Estados Unidos, que impone energía cara y atrae inversión europea con subsidios masivos. No es karma moral: es jerarquía dentro de un sistema de poder. Alemania descubre que ella también es peón, no amo. La justicia poética consiste en que quien acepta un sistema donde la fuerza se impone hacia abajo, acepta también que algún día esa fuerza se impondrá contra él.

Hay países que despiertan compasión cuando se hunden. Alemania no es uno de ellos. No porque "merezcamos" su declive, sino porque cuesta olvidar con qué frialdad trató a Grecia cuando la crisis del euro dejó al descubierto todas las grietas del proyecto europeo. Hoy, mientras la economía alemana se desliza hacia la pérdida de peso industrial y una dependencia energética y estratégica humillante, lo que asoma no es solo un problema coyuntural, sino una forma muy concreta de justicia poética:

el capataz descubre que también es peón.

1. Cuando Alemania jugaba a profesor severo con Grecia

Entre 2010 y 2015, Grecia fue convertida en ejemplo disciplinario. Rescates por más de 300.000 millones de euros, condicionados a paquetes de austeridad salvajes: recortes masivos de empleo público, pensiones, salarios, servicios básicos, privatizaciones a precio de saldo.

Lo decisivo no es solo la dureza, sino el carácter ejemplarizante del castigo. Grecia era lo bastante pequeña y débil como para poder ser triturada sin riesgo sistémico, pero lo bastante visible como para que todos los demás entendieran el mensaje: esto es lo que pasa si te sales del guion.

A España, Italia o Francia no se las podía tratar con el mismo sadismo económico sin poner en peligro todo el edificio del euro; a Grecia, sí. Precisamente por eso la convirtieron en caso piloto, escarmiento público y advertencia al resto.

El relato moral fue simple y brutal:

"Habéis vivido por encima de vuestras posibilidades."

"Ahora toca apretarse el cinturón."

"No hay alternativa."

Alemania fue el vértice político de esa arquitectura: dominante en el Eurogrupo, obsesionada con el dogma de la deuda, respaldada por una opinión pública convencida de que el sur era un conjunto de cigarras derrochadoras. La Troika (Comisión, BCE, FMI) funcionó como brazo técnico de una decisión política muy clara: salvar el sistema bancario y el euro a costa de hundir a una sociedad entera en una depresión de larga duración.

Mientras la fiesta duró, todos cobraban. Cuando explotó, a Grecia se le aplicó penitencia eterna… y al resto se le enseñó la foto: si tú caes en esto, te haremos lo mismo… si podemos.


2. El doble juego alemán: OTAN arriba, gas ruso abajo

Mientras sermoneaba a Grecia sobre responsabilidad, Alemania jugaba a algo mucho más delicado y rentable, cimentando su prosperidad en un equilibrio tan brillante como frágil:

Seguridad bajo paraguas estadounidense.
Integrada de lleno en la OTAN, beneficiándose del orden de seguridad levantado por EE. UU. en Europa, sin asumir un papel militar proporcional a su tamaño económico.

Modelo industrial apoyado en energía barata rusa y mercado chino.
Gasoductos Nord Stream como columna vertebral energética: gas ruso barato y abundante para sostener la industria y disparar las exportaciones.

Disciplina para los demás dentro del euro.
Reglas fiscales duras, obsesión con el déficit y aversión casi religiosa a la mutualización de riesgos. El sur se ajusta; el norte acumula superávits.

El mensaje era sencillo: seguridad made in USA, energía made in Russia, superávit made in Germany, todo envuelto en discursos sobre responsabilidad y seriedad fiscal.

Era un equilibrio muy rentable, pero frágil. Bastaba un choque geopolítico serio para que alguien, en la cúspide del sistema, dijera: hasta aquí.


3. El atropello geopolítico: Estados Unidos impone la nueva disciplina

Ese alguien fueron los Estados Unidos. El reordenamiento del bloque occidental bajo mando estadounidense —cortar cualquier intento de autonomía energética germano-rusa, relanzar su propia base industrial a costa de Europa— no es consecuencia de la guerra en Ucrania: la guerra es, en todo caso, consecuencia colateral de ese reordenamiento. La decisión estratégica de recentrar Europa bajo disciplina atlántica venía de antes; el conflicto simplemente aceleró y legitimó lo que ya estaba en marcha.

3.1. Energía: adiós gas ruso, hola GNL caro

Con el conflicto ya desatado, el suministro de gas ruso por gasoducto acaba cortado. Primero llegan las sanciones y contrasanciones; después, la voladura del Nord Stream elimina incluso la ficción de que Alemania pudiera elegir.

Resultado:

Dependencia creciente de gas natural licuado (GNL), buena parte de origen estadounidense, mucho más caro que el gas por tubería.

Subida estructural de los costes energéticos, que machaca a la industria intensiva (química, acero, automóvil, etc.).

La decisión de fondo no es libre: Alemania no "rompe" con el gas ruso, se queda sin él en un contexto donde la estrategia estadounidense marca el marco de lo posible. Alemania paga la factura energética; EE. UU. vende gas y consolida su influencia, poniendo en riesgo la competitividad industrial alemana y, de paso, recordándole su lugar en la jerarquía.

3.2. Política industrial: el imán del IRA

Mientras tanto, Washington lanza el Inflation Reduction Act (IRA), un plan de subsidios masivo para atraer inversiones en energía limpia, baterías y tecnología.

Las empresas europeas —alemanas incluidas— se plantean seriamente invertir en EE. UU. antes que en Europa.

Los capitales que hace una década se beneficiaban del euro fuerte y la energía barata alemana ahora giran al otro lado del Atlántico: subvenciones generosas, energía más barata, mercado más dinámico.

El modelo de "locomotora alemana" pierde tracción. La misma estructura que permitió a Alemania disciplinar al sur se vuelve ahora contra la propia Alemania, pero a escala atlántica.


4. No es karma: es jerarquía

Se puede contar esta historia como un cuento moral: "Alemania fue cruel con Grecia y ahora el universo la castiga". Suena bonito, pero no es riguroso. Aquí no hay karma, hay jerarquía dentro de un sistema de poder.

En el escalón europeo, Alemania pudo usar la deuda y las instituciones para disciplinar a Grecia y al sur entero.

En el escalón atlántico, es Estados Unidos quien usa su poder militar, energético, financiero e industrial para disciplinar a Alemania y a la UE.

Alemania no está sufriendo "lo mismo" que Grecia —la devastación griega es de otro orden de magnitud—, pero comparte con ella algo esencial: sus intereses se sacrifican cuando chocan con los de quien está un peldaño más arriba en la pirámide.

Y eso explica por qué cuesta sentir pena:

Mientras Alemania machacaba a Grecia, nadie en Berlín parecía muy preocupado por la "solidaridad europea".

El discurso moral que se usó contra el sur ("reglas", "seriedad", "no hay alternativa") ahora se vuelve contra la propia Alemania en clave geopolítica ("compromiso con Ucrania", "defensa de Occidente")… y traga.


5. El perro-come-perro y la factura final

La justicia poética aquí no es que Alemania "lo pase mal". Es otra, más incómoda:

quien acepta un sistema donde la fuerza se impone hacia abajo, está aceptando también que algún día esa fuerza se impondrá hacia arriba, contra él.

Alemania aceptó y explotó el mundo perro-come-perro dentro del euro: disciplinó a Grecia, impuso austeridad y usó su peso para blindar su propio modelo.

Ahora descubre que ella misma es perro mediano, no amo del corral:

El precio de la energía ya no se ajusta a su industria, sino a una guerra donde otros llevan el volante.

La política industrial más potente del bloque occidental no se decide en Bruselas, sino en Washington.

Su condición de "locomotora europea" se erosiona a ojos vista.

Desde ahí, que cueste sentir pena es casi inevitable. Pero quedarse solo en el desahogo es un error. Porque si algo enseñó Grecia es que el sufrimiento impuesto desde arriba se traslada hacia abajo. La presión por el retorno a las reglas fiscales estrictas y la resistencia a cualquier mutualización del riesgo se intensificarán, asegurando que el ciclo de disciplina se mantenga.


6. Por qué escribir esto importa

Llamar a esto "justicia poética" no es venganza, es diagnóstico.

La Europa que permitió que Grecia fuera triturada en nombre del euro es la misma Europa que hoy tolera que su industria se desangre sin replantearse en serio su dependencia estratégica. La Alemania que trató a Grecia como país irresponsable es la misma que ahora asume sin rechistar costes geopolíticos que ponen en riesgo su propio modelo de prosperidad.

No es que "me alegre" de que Alemania vaya mal. Es que no me sale compadecer a quien, cuando tuvo la oportunidad de romper la lógica perro-come-perro, eligió aplicarla con entusiasmo.

La verdadera justicia —no la poética— empezaría el día en que algún país en posición de fuerza decidiera no usar el látigo hacia abajo aunque pudiera, y no aceptar el látigo desde arriba como inevitable.

De momento, lo único que vemos es la misma cadena de siempre: Grecia ayer, Alemania hoy, otro mañana. Y mientras tanto, el sistema sigue cobrando sus deudas.

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