Argentina no fue invadida. Fue comprada.
En octubre de 2025, la economía argentina se convirtió en un laboratorio de geopolítica monetaria. Mientras el gobierno celebraba la “confianza de los mercados”, el Tesoro estadounidense y sus aliados financieros ejecutaban una secuencia precisa de intervenciones destinadas a influir en el resultado electoral. No hubo marines ni embajadas conspirando: hubo dólares. La dominación se ejerció en tiempo real, mediante liquidez condicionada, miedo calibrado y narrativa mediática coordinada. En el artículo anterior vimos cómo Milei había logrado transformar la crisis en identidad: cómo el sufrimiento económico se convirtió en un signo de pertenencia y el resentimiento en forma de moral. Pero toda religión necesita un altar, y en la Argentina de 2025 ese altar estaba fuera del país.  Mientras el gobierno domesticaba la rabia interna, otro poder —más lejano y más real— intervenía desde los mercados. No con tanques ni embajadores, sino con dólares. Lo que se jugaba en esas semanas no era solo u...