Jacques Baud y la sanción europea: cuando disentir se paga con la ruina
Europa sanciona a un analista por sus ideas y lo hace sin juicio, sin defensa, sin proporcionalidad
El 15 de diciembre de 2025, la Unión Europea incluyó a Jacques Baud —coronel retirado suizo, ex-analista de la OTAN— en su lista de sanciones contra "amenazas híbridas rusas". No por lo que hizo, sino por lo que piensa. Sin juicio previo, sin defensa, con ruina económica como castigo. Suiza se negó a aplicar la sanción. El contraste revela una pregunta incómoda: ¿qué tipo de Europa estamos construyendo cuando castigamos ideas en lugar de refutarlas?
En un vistazo: El 15 de diciembre de 2025, el Consejo de la UE sancionó a Jacques Baud, coronel retirado suizo y ex-analista de la OTAN, acusándolo de ser "portavoz del Kremlin" por sus análisis sobre la guerra de Ucrania. La sanción congela sus activos e impide que cobre regalías de sus libros publicados en Europa. No hubo juicio. No hubo defensa. Solo una lista administrativa y una vida arruinada. Este artículo sostiene que el caso Baud no es una anomalía: es la manifestación de una deriva autoritaria en la que Europa, proclamándose defensora de los derechos humanos, aplica métodos propios de regímenes represivos. La sanción no combate sus argumentos: los proscribe. No refuta sus análisis: congela sus activos. No debate sus ideas: lo condena a la muerte civil. Europa traiciona sus propios principios fundacionales.
1. El hecho: una sanción sin proceso
El 15 de diciembre de 2025, el Consejo de la Unión Europea adoptó la Decisión (PESC) 2025/2572, publicada ese mismo día en el Diario Oficial de la Unión Europea. Entre los 12 individuos y 2 entidades añadidos al régimen de sanciones contra "actividades desestabilizadoras de Rusia" figura un nombre que rompe el patrón: Jacques Baud.
No es un oligarca ruso. No es un ciberdelincuente. No es un funcionario del Kremlin. Es un coronel retirado del ejército suizo, ex-analista de la OTAN, que ha trabajado para Naciones Unidas y que escribe libros sobre geopolítica.
La UE no lo sanciona por lo que hizo. Lo sanciona por lo que piensa.
El anexo de la Decisión lo describe como "invitado habitual en programas de televisión y radio pro-rusos", lo califica de "portavoz" (mouthpiece) de propaganda del Kremlin y lo acusa de difundir "teorías de la conspiración". Como ejemplo, el Consejo atribuye a Baud la tesis de que Ucrania habría "orquestado" su propia invasión para facilitar su entrada en la OTAN.
La caricatura como método: Esta formulación ya es, en sí misma, reveladora. Baud sostiene —como otros muchos analistas— que las decisiones políticas y militares de Ucrania entre 2014 y 2022 (acercamiento a la OTAN, abandono de los acuerdos de Minsk, operaciones en el Donbás) contribuyeron a escalar la tensión con Rusia. Eso es un análisis de causalidad geopolítica, discutible pero legítimo. Convertirlo en "Ucrania orquestó su invasión" es una caricatura deliberada: se distorsiona la posición del sancionado para que suene a delirio conspirativo y así justificar su castigo. Es un truco retórico clásico de los sistemas autoritarios: primero deformas lo que dice el disidente, luego castigas la deformación.
Conclusión del Consejo: Baud "apoya o implementa" acciones del Gobierno ruso mediante information manipulation and interference.
Las consecuencias son inmediatas y devastadoras: congelación de activos, prohibición de entrada en territorio de la UE y, lo más letal en lo cotidiano, prohibición de recibir fondos o recursos económicos de ciudadanos o entidades europeas. Esto incluye la imposibilidad de cobrar regalías editoriales de su editorial francesa Max Milo, que publica sus libros en la UE.
Muerte civil sin proceso: No hubo juicio. No hubo defensa. No hubo pruebas presentadas ante un tribunal. Solo una lista publicada en el Diario Oficial y una vida arruinada.
2. El "insider" que se atrevió a disentir
Jacques Baud no es un activista marginal ni un agitador mediático. Es un insider del sistema occidental de seguridad: coronel del Estado Mayor suizo, formado en inteligencia estratégica, que trabajó para la ONU y fue analista en la OTAN. En 2014, fue el único suizo implicado en programas de cooperación con Ucrania.
Ese pasado convierte su sanción en algo más que un castigo individual. Es un mensaje ejemplarizante dirigido a toda una categoría profesional: militares retirados, analistas de inteligencia, ex-funcionarios internacionales. El mensaje es claro: conocer los engranajes del sistema no te da derecho a cuestionarlos públicamente. Al contrario, te hace más peligroso.
Se castiga a quien habla desde dentro. Porque quien conoce las zonas de sombra del sistema es quien puede contradecir la narrativa oficial con mayor credibilidad.
3. ¿Qué dice Baud que justifica su destrucción económica?
Las ideas de Baud no son exóticas. Forman parte de una corriente analítica que existe en múltiples países —incluidos aliados de la UE— y que interpreta la guerra de Ucrania no como un episodio de locura imperial rusa, sino como el resultado acumulado de decisiones estratégicas occidentales desde 2014: expansión de la OTAN, ruptura de equilibrios de seguridad, fracaso de los acuerdos de Minsk.
¿Son ideas controvertidas? Sí. ¿Son ideas que solo sostiene Baud? No. Académicos, diplomáticos y analistas en Europa, América Latina, Asia y África comparten diagnósticos similares. La diferencia es que Baud tiene visibilidad mediática y pasado institucional.
Su crítica central no es sobre Rusia o Ucrania. Es sobre el monopolio narrativo: la conversión del relato oficial en dogma político, donde toda disidencia se etiqueta como "desinformación" o "colaboración con el enemigo".
El punto decisivo: Lo decisivo no es si tiene razón o no. Lo decisivo es que Europa lo castiga sin refutar sus argumentos. No combate sus ideas con mejores ideas. Las proscribe con sanciones económicas.
4. La prueba está en el propio documento: dos estándares, dos realidades
El mismo anexo de la Decisión (PESC) 2025/2572 revela la diferencia entre un expediente operativo y una sanción discursiva.
Cuando el Consejo designa a miembros de la GRU Unit 29155 (una unidad de inteligencia militar rusa especializada en operaciones encubiertas), describe:
- Periodos concretos: "entre diciembre de 2020 y agosto de 2024"
- Herramientas específicas: "uso del WhisperGate wiper malware"
- Objetivos verificables: "ataques contra organizaciones gubernamentales"
- Estructura operativa: "coordinación dentro de la operación Cadet Blizzard"
Del mismo modo, el expediente de John Mark Dougan detalla una red de portales falsos, el uso de deepfakes y el "apoyo y dirección" de autoridades rusas.
En cambio, el texto dedicado a Jacques Baud carece por completo de hechos verificables:
- No hay fechas
- No hay estructura organizativa
- No hay coordinación demostrada
- No hay financiación identificada
Solo adjetivos: "invitado habitual", "portavoz", "teorías de conspiración".
Dos pesos, dos medidas: En un mismo documento oficial, el Consejo aplica dos estándares distintos: cuando hay operación, narra operaciones; cuando hay disenso, narra opiniones. Y las sanciona como si fueran lo mismo. Esta contradicción interna no es un descuido. Es la evidencia de que la sanción a Baud no responde a criterios de seguridad, sino a criterios políticos.
5. El truco semántico: la "amenaza híbrida" como comodín represivo
El contexto institucional de esta decisión es el nuevo régimen europeo contra las "amenazas híbridas", impulsado en 2024. En él se incluye la categoría FIMI (Foreign Information Manipulation and Interference), que redefine la desinformación no como falsedad objetiva, sino como "intención o efecto desestabilizador".
Este giro semántico es crucial. Ya no importa si lo que dices es verdad o mentira. Lo que importa es si "desestabiliza". Y quién decide qué desestabiliza no es un tribunal, sino el Consejo de la UE.
El Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), en sus informes de 2025, afirma haber identificado "miles de incidentes" y "comportamiento inauténtico coordinado" atribuido a actores estatales, especialmente Rusia y China. Bajo esa lógica, la información deja de ser un espacio de debate para convertirse en un campo de batalla geopolítico.
Pero si la frontera entre discurso y operación se difumina, el riesgo es que toda disidencia intelectual pueda ser reclasificada como amenaza. En el caso Baud, ese salto ya se ha producido.
6. El doble estándar revelador: coincidencia no es coordinación (salvo que disientas)
La acusación implícita contra Baud es que sus ideas "coinciden con la narrativa rusa", lo cual lo convierte automáticamente en sospechoso de "servir a los intereses del Kremlin".
Pero esa lógica solo funciona en una dirección.
Nadie cuestiona que think tanks europeos, analistas atlantistas o medios occidentales "sirvan a los intereses de la OTAN" cuando coinciden con su narrativa. Nadie los acusa de "coordinación" por amplificar el discurso oficial. Nadie congela sus activos por publicar lo que Bruselas quiere escuchar.
El sesgo estructural: La coincidencia ideológica se interpreta como prueba de coordinación únicamente cuando contradice el consenso oficial. Este doble estándar no es un error. Es la estructura misma del sistema: Rusia amplifica voces que coinciden con ella; Occidente también. La diferencia es que solo uno de los dos criminaliza la discrepancia.
7. Libertad de expresión: la letra grande y la letra pequeña
La Carta de Derechos Fundamentales de la UE, en su artículo 11, protege la libertad de expresión y de información. Garantiza "el derecho a recibir y difundir información e ideas sin injerencia de la autoridad pública".
Pero el artículo 52 introduce una "cláusula general de límites" que permite restringir derechos si las limitaciones son "necesarias y proporcionadas" para proteger un objetivo de interés general.
Esta ambigüedad estructural convierte el principio de libertad en un derecho condicional, sujeto a interpretación política. Y en el caso Baud, esa interpretación ha dado lugar a una sanción desproporcionada hasta lo obsceno.
El mecanismo autoritario: Pero aquí está el truco autoritario: no es la existencia de límites lo que define el totalitarismo, sino cómo se aplican esos límites. En una democracia liberal, las restricciones a derechos fundamentales requieren proceso judicial, pruebas verificables, defensa contradictoria y proporcionalidad estricta. En sistemas autoritarios, basta una decisión administrativa.
El caso Baud cumple todos los requisitos del segundo modelo:
- Decisión administrativa: El Consejo de la UE decide sin intervención judicial previa
- Sin proceso contradictorio: Baud no pudo defenderse antes de la sanción
- Amenaza difusa: "Información desestabilizadora" es tan vago que puede incluir cualquier disenso
- Desproporcionalidad extrema: Ruina económica por actividad intelectual
La Carta dice "necesario y proporcionado". Pero cuando "necesario" lo decide un órgano político sin control judicial, y "proporcionado" incluye la muerte civil, la cláusula de límites se convierte en comodín represivo. Exactamente como en los regímenes que Europa dice combatir: ellos también tienen constituciones con derechos "garantizados" que se esfuman en la letra pequeña del "interés público" interpretado por el poder.
Congelar activos y prohibir que un individuo reciba ingresos en territorio europeo no es una medida simbólica. Es destrucción económica. Es impedir que cobre regalías de sus obras publicadas legalmente por una editorial francesa. Es arruinar su sustento personal y profesional.
Una medida concebida para sancionar a oligarcas y estructuras estatales se aplica ahora a un individuo por su actividad intelectual.
La jurisprudencia del Tribunal General de la UE, en el caso T-125/22 RT France contra Consejo (27 de julio de 2022), ya había admitido restricciones severas en nombre de la seguridad informativa, pero en aquel caso se trataba de un medio de comunicación estatal. Extender esa doctrina a una persona privada es desnaturalizar por completo el principio de proporcionalidad.
Paradójicamente, el intento de silenciar a Baud ha multiplicado su visibilidad y sus ventas fuera de la UE. Es el clásico Efecto Streisand: al censurar una voz, la autoridad amplifica su alcance. Pero eso no hace la sanción menos grave. Solo la hace más torpe.
8. Suiza: el contraste que lo dice todo
El 19 de diciembre de 2025, la Secretaría de Estado de Economía (SECO) de Suiza anunció que no aplicará este régimen europeo de sanciones contra su ciudadano. Berna argumentó que su marco jurídico no permite sancionar a un individuo por opiniones o actividades mediáticas bajo el pretexto de "amenazas híbridas".
Léase bien: dos países que comparten valores democráticos, que colaboran estrechamente, que se proclaman defensores de los derechos humanos, trazan líneas completamente distintas sobre qué se puede castigar en nombre de la seguridad.
Una decisión política, no jurídica: Este contraste demuestra que la sanción a Baud no es una necesidad jurídica universal. Es una decisión política de la UE. Y, como toda decisión política, revela prioridades: Europa ha elegido privilegiar la cohesión narrativa sobre el pluralismo intelectual.
Suiza dice: "No sancionamos ideas". Bruselas dice: "Sí, si las consideramos peligrosas". Y lo hace sin juicio, sin defensa, sin proporcionalidad.
9. El espejo roto: Europa traiciona sus propios principios
Lo grave del caso Baud no es solo que la UE sancione a un disidente. Lo grave es que lo hace precisamente Europa: el espacio político que se define a sí mismo por no hacer esto.
La identidad europea post-1945 se construyó sobre el rechazo a los totalitarismos que perseguían ideas. La Carta de Derechos Fundamentales, el Convenio Europeo de Derechos Humanos, toda la arquitectura jurídica europea existe para garantizar que nunca más se castigue a alguien por lo que piensa.
Cuando la UE congela los activos de Jacques Baud, no solo viola sus propias normas formales. Traiciona su razón de ser.
Porque si Europa aplica las mismas herramientas represivas que dice combatir, ¿en qué se diferencia de los regímenes autoritarios a los que critica? La respuesta ya no puede ser "en nuestros valores", porque esos valores han quedado subordinados a la "seguridad narrativa".
El mensaje brutal: El mensaje que envía es brutal: puedes pensar diferente, pero no públicamente. Y si lo haces, te arruinamos. Eso no es democracia con matices. Eso no es "defensa frente a amenazas híbridas". Eso es autoritarismo con certificado de calidad europea.
10. Democracia militante: cuando la defensa devora lo defendido
El caso Jacques Baud condensa una tendencia más amplia: la transformación de la democracia liberal en democracia militante, aquella que restringe la libertad de expresión para "defenderse" de quienes cuestionan su legitimidad.
En este modelo, el pluralismo se tolera mientras no amenace el relato fundacional. Más allá de ese límite, la disidencia deja de ser parte del debate y pasa a ser tratada como infiltración enemiga.
La sanción a Baud no busca tanto castigar una conducta concreta como escarmientar a quienes pudieran seguir el mismo camino: analistas, militares retirados, profesores, periodistas. La advertencia es simple: discrepar del consenso oficial puede ser administrativamente ruinoso.
Europa se proclama garante de la libertad de expresión, pero aplica sus excepciones con creciente celo. Su Carta protege "el derecho a recibir y difundir información e ideas sin injerencia de la autoridad pública", pero esa promesa termina en la letra pequeña del artículo 52: la libertad se protege mientras no incomode demasiado.
Y así, en nombre de la "seguridad", la UE sanciona a un hombre por lo que piensa. No combate sus argumentos: los proscribe. No refuta sus análisis: congela sus activos. No debate sus ideas: lo condena a la muerte civil.
Conclusión: una sociedad que castiga el disenso no se protege, se empobrece
Europa no puede seguir dando lecciones de libertad al mundo mientras aplica muerte económica a sus propios disidentes. No puede proclamarse defensora de los derechos humanos mientras arruina a quien discrepa sin juicio previo. No puede presumir de pluralismo mientras criminaliza el pensamiento heterodoxo.
O recupera la coherencia entre sus principios y sus actos, o deja de reclamar superioridad moral. Porque la hipocresía, a largo plazo, es más corrosiva que la tiranía declarada.
El caso Baud es un aviso. No sobre Rusia, ni sobre Ucrania, ni sobre geopolítica. Es un aviso sobre qué tipo de Europa estamos construyendo: una que confunde seguridad con conformidad, que trata la crítica como traición, que sanciona ideas en lugar de refutarlas.
La verdad subordinada a la obediencia: Una sociedad que castiga a quien disiente no se protege. Se empobrece. Porque el día que el disenso se convierte en delito, la verdad deja de importar. Solo queda la obediencia.
Y Europa debería saber, mejor que nadie, adónde conduce ese camino.
Referencias normativas y jurisprudenciales
- Consejo de la UE, Decisión (PESC) 2025/2572, 15.12.2025 (Anexo: entradas "Jacques BAUD", "GRU Unit 29155/Cadet Blizzard", "John Mark DOUGAN")
- Consejo de la UE, Decisión (PESC) 2024/2643 y Reglamento (UE) 2024/2642, 08.10.2024
- Tribunal General de la UE, asunto T-125/22 RT France contra Consejo, sentencia de 27.07.2022
- SECO (Suiza), comunicación de 19.12.2025 sobre la no adopción del régimen europeo de "amenazas híbridas/FIMI"
- Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE/EEAS), informes 2025 sobre Foreign Information Manipulation and Interference (FIMI)
- Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, artículos 11 y 52



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