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Mostrando las entradas etiquetadas como Poder

No vale la pena conquistar Europa

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Europa teme una invasión rusa que nadie planea. Sin recursos, sin población joven, sin soberanía militar ni liderazgo tecnológico, el continente ha pasado de ser un botín codiciado a una carga imposible de administrar. Su decadencia económica y demográfica es hoy su mejor defensa. Europa teme ser invadida. Cada cierto tiempo, los titulares vuelven a hablar de la amenaza rusa, de una posible ofensiva rusa sobre el Báltico o de la inminente caída de una frontera simbólica. Los secretarios generales de la OTAN advierten de “amenazas existenciales”, los ministros de Defensa reclaman presupuestos de emergencia y los think tanks proyectan invasiones en horizontes de tres a cinco años. Tomémoslos en serio. Aceptemos por un momento su marco: si Europa enfrenta realmente una amenaza de invasión territorial inminente, analicémosla con la misma lógica que ha justificado toda conquista histórica exitosa. La pregunta entonces es simple y brutal: ¿Qué podría querer hoy una potencia conquistador...

El rey que vino de Washington

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Washington había aprendido la lección en Lisboa: un régimen autoritario que cae sin sucesor puede abrir la puerta a lo imprevisible. Cuando Franco agonizaba, Estados Unidos no quería otro Portugal en el sur de Europa. Necesitaba una transición controlada, con rostro moderno y lealtad atlántica. Juan Carlos I ofrecía exactamente eso: continuidad sin rigidez, cambio sin ruptura. Mucho antes de jurar como rey, ya figuraba en los informes del Departamento de Estado como “la mejor garantía de estabilidad”. La historia de la Transición española no empieza en El Pardo, sino en Washington. Cuando Franco agonizaba, España no era un asunto interno. Era una pieza en el tablero de la Guerra Fría. Estados Unidos llevaba más de dos décadas utilizando sus bases en Rota, Torrejón y Morón como nodos esenciales de la defensa del Mediterráneo, y no estaba dispuesto a perder esa posición estratégica en el tránsito hacia la democracia. En ese contexto, la figura del entonces Príncipe Juan Carlos apar...

La inflación como refugio del capital

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La inflación ya no es solo una consecuencia del crecimiento o del consumo, sino un reflejo del modo en que el dinero domina a la economía. Tras mostrar su dimensión política y su función disciplinaria, este nuevo texto aborda su mecánica interna: cómo el crédito, los tipos de interés, la liquidez especulativa y los mercados financieros producen inflación incluso en tiempos de crisis, y por qué Europa encarna hoy ese desequilibrio estructural. Durante décadas se repitió que la inflación era un fenómeno simple: demasiado dinero persiguiendo pocos bienes. Era el dogma de la economía industrial, donde los precios subían cuando la producción crecía, los salarios aumentaban y el consumo se expandía. Pero ese modelo murió con la financiarización. Hoy, la inflación tiene un origen mucho más profundo y menos visible: el funcionamiento mismo del sistema financiero. Las investigaciones recientes del Banco de Pagos Internacionales (BIS), del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de varios banco...

La inflación como forma de poder

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La política lucha contra la inflación donde no nace: en la economía real. Al hacerlo, no corrige el problema, pero gana control. El precio se convierte en su nueva herramienta de poder: un mecanismo que redistribuye riqueza hacia arriba y disciplina a la población por abajo. En una entrada anterior.  Inflar el vacío vimos cómo la inflación contemporánea nace de la financiarización: un sistema donde el valor se emancipa de la producción y se ancla en la especulación financiera. Esa fractura entre economía real y economía financiera es el punto de partida para entender la inflación actual.. Sin embargo, el discurso político sigue tratando la inflación como si fuera un fenómeno de la economía real: exceso de gasto, salarios altos, consumo desbordado. Esa confusión no es un error; es una estrategia. La política combate una inflación que no puede controlar —porque su origen está en los mercados financieros— actuando sobre aquello que sí puede disciplinar: el trabajo, el consumo y...

Cuando la lealtad se convierte en servidumbre: la rendición moral de Europa (y VIII)

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Durante décadas, la alianza atlántica se presentó como un pacto de libertad y prosperidad compartida. Hoy, esa narrativa se desmorona: Washington ya no lidera, administra su decadencia a costa de sus socios. Europa, convertida en cliente cautivo, paga el precio de una hegemonía que sobrevive saqueando el orden que creó. A lo largo de esta serie hemos documentado la transformación de la alianza atlántica en un sistema de subordinación económica, militar y política. Vimos el patrón histórico: Washington trata a sus aliados como instrumentos desechables (cap. 2). Analizamos el sabotaje del Nord Stream como destrucción deliberada de la autonomía energética europea (cap. 3). Estudiamos la guerra de Ucrania como conflicto por delegación donde Europa paga y Washington decide (cap. 4). Examinamos la OTAN como arquitectura de control que permite gastar más sin decidir nada (cap. 5). Explicamos la mutación de la hegemonía estadounidense en sistema de rentismo imperial (cap. 6). Y cuantific...

El espejismo del poder: sancionar lo que ya no controlas

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  Estados Unidos sigue imponiendo sanciones como si aún controlara el sistema financiero mundial, pero el mundo ya cambió. Las medidas que un día simbolizaron poder hoy revelan su agotamiento: castigan economías que han aprendido a vivir sin Occidente y, en el proceso, debilitan la moneda que sostenía su hegemonía. Cada sanción que busca disciplinar al adversario acelera, paradójicamente, la construcción de un orden paralelo en el que el dólar —y con él, la autoridad occidental— pesa un poco menos. Durante décadas, las sanciones económicas fueron la herramienta preferida de Estados Unidos para castigar a los países que desafiaban su orden. Funcionaban porque Washington controlaba el sistema financiero global, la infraestructura de pagos, el comercio marítimo y, sobre todo, la moneda con la que se liquidaba casi todo: el dólar. Pero esas condiciones ya no existen. Y, sin embargo, el reflejo persiste: sancionar, aunque el golpe ya no alcance a nadie. Sancionar un mercado que ya no ...

Putin, el moderado: lo que Occidente no entiende del poder en Rusia

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Durante años, en Europa y Estados Unidos se ha repetido un mantra tan cómodo como falso: Vladímir Putin es la encarnación del autoritarismo ruso, el gran enemigo que mantiene a Occidente en vilo. Pero esa imagen simplificada oculta una realidad mucho más inquietante: Putin no es el extremo del sistema, sino su punto de equilibrio. A su alrededor opera un bloque ideológico amplio —militarista, mesiánico, imperial y radical— que empuja a Rusia hacia posiciones mucho más duras de las que el Kremlin asume públicamente. Y lo más preocupante es que, si algún día desapareciera, lo que podría venir después no sería un acercamiento a la democracia liberal, sino un poder más agresivo, menos pragmático y más peligroso. En Europa y Estados Unidos se repite una idea como si fuera un hecho: Vladímir Putin es el rostro más radical del autoritarismo ruso, el “zar” que encarna la ambición imperial de Moscú, el enemigo que amenaza al orden internacional. Esa narrativa es útil porque simplifica: permite ...