Israel: el último proyecto colonial, sobreviviendo por lo civil y casi siempre por lo penal
En publicaciones  anteriores vimos que Israel no es una democracia plena ni para todos sus ciudadanos judíos ni, mucho menos, para la población árabe. También analizamos cómo su construcción estatal se apoyó en una élite ashkenazí ilustrada y occidentalizada  que asumió sobre sí una misión civilizadora : modernizar, homogeneizar y “redimir” al resto de los judíos —sefardíes, mizrajíes, etíopes, tradicionales— considerados atrasados o improductivos. Esta autopercepción supremacista, nacida en la Europa ilustrada y nacionalista del siglo XIX, no era distinta del discurso con el que los imperios justificaban su dominio sobre otros pueblos: la mission civilisatrice  francesa, el white man’s burden  británico.  Cuando esa élite construyó el Estado de Israel, la lógica interna de “civilizar” a los propios judíos se proyectó con aún más fuerza sobre la población árabe palestina. Si dentro del judaísmo el ashkenazí secular era el modelo a imitar, frente a los árabes el proyecto sionista asumió...