De joven a virgen: el versículo que transformó el cristianismo
Las traducciones nunca son neutras. Cada palabra elegida abre un camino de interpretación y cierra otros. En el caso de la Biblia, esas decisiones han tenido un peso enorme: a veces, un simple matiz lingüístico ha dado lugar a siglos de teología, dogmas y disputas religiosas.
Uno de los ejemplos más sorprendentes es el de Isaías 7:14. Lo que en hebreo era la señal ordinaria de una joven que iba a tener un hijo, en griego se convirtió en la profecía de una virgen que concebiría milagrosamente. Ese giro, aparentemente menor, se transformó en la base del dogma cristiano de la concepción virginal de Jesús.
La palabra hebrea: ʿalmāh
En el texto hebreo de Isaías 7:14, lo que encontramos no es la palabra “virgen”, sino ʿalmāh (עַלְמָה). Este término significa joven en edad de concebir.
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Puede ser virgen, pero no necesariamente.
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Incluso puede haber tenido ya hijos.
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Lo importante es que se trata de una mujer joven, fértil, capaz de ser madre.
Si Isaías hubiera querido decir “virgen” con precisión, lo normal habría sido usar bətûlāh (בְּתוּלָה), que sí expresa virginidad explícita.
El salto al griego: parthénos
Cuando, siglos después, los traductores judíos de Alejandría vertieron la Biblia hebrea al griego (la Septuaginta), tomaron una decisión que cambiaría la historia: tradujeron ʿalmāh como παρθένος (parthénos).
En griego, parthénos suele significar virgen. Así, lo que en hebreo era “una joven” pasó a leerse como “una virgen”. De pronto, lo que podía ser un embarazo ordinario se convirtió en un signo extraordinario y milagroso.
El uso cristiano: Mateo y la Encarnación
El Evangelio de Mateo, escrito en griego hacia finales del siglo I, cita Isaías 7:14 según la Septuaginta:
“Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el profeta: He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emanuel” (Mt 1:22-23).
Así, el nacimiento de Jesús de María virgen quedó enmarcado como cumplimiento de una profecía antigua. La elección de esa palabra griega, parthénos, sirvió de base textual para el dogma del nacimiento virginal de Cristo.
De la señal histórica al dogma teológico
En su contexto original, Isaías 7:14 hablaba de un signo para el rey Acaz en el siglo VIII a.C.: una mujer joven de la corte tendría un hijo que simbolizaría la presencia de Dios con su pueblo en tiempos de crisis política. No había nada milagroso en ello.
Pero la traducción griega cambió el escenario:
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La señal ya no era una joven cualquiera, sino una virgen.
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Lo ordinario se transformó en extraordinario.
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Y lo histórico-político se leyó como profecía mesiánica.
Esa diferencia abrió la puerta a toda la teología cristiana sobre María como madre virgen y sobre Jesús como Hijo de Dios encarnado.
Conclusión
Un simple matiz lingüístico —traducir ʿalmāh como parthénos— cambió para siempre la interpretación de Isaías 7:14. Lo que en hebreo era una señal inmediata se convirtió, en griego, en anuncio de un nacimiento milagroso. Y de esa traducción brotó una de las convicciones centrales del cristianismo: que Cristo no nació por voluntad de varón, sino por obra de Dios.
En definitiva, un ejemplo fascinante de cómo las palabras, al cruzar de una lengua a otra, no solo cambian de significado, sino que pueden llegar a fundar un dogma.
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