AIPAC, la arquitectura de poder tras el consenso EEUU–Israel


Fuera de Estados Unidos, pocas personas han oído hablar de AIPAC. Sin embargo, en los pasillos del Capitolio su nombre pesa más que el de muchas multinacionales o sindicatos. Oficialmente es un comité ciudadano, pero en la práctica se ha convertido en una de las organizaciones más influyentes en la política exterior de la primera potencia mundial. Entender qué es y cómo funciona AIPAC no solo explica la fortaleza del vínculo entre Estados Unidos e Israel, sino también cómo se moldea la democracia norteamericana desde fuera de los focos.

2. Qué es AIPAC

Las siglas corresponden a American Israel Public Affairs Committee. Según su propia definición, se trata de una organización de ciudadanos estadounidenses que trabajan para reforzar la relación con Israel, considerado “el aliado más firme de EE.UU. en Oriente Medio”. Su discurso público subraya que no actúan como representantes de un Estado extranjero, sino como un grupo de norteamericanos convencidos de la importancia estratégica y moral de apoyar a Israel.

Sin embargo, la frontera entre organización ciudadana y brazo político de un Estado extranjero es difusa. AIPAC mantiene una coordinación estrecha con la embajada de Israel en Washington, con el Ministerio de Asuntos Exteriores y, de forma recurrente, con la Oficina del Primer Ministro en Jerusalén. Líderes israelíes participan cada año en su convención, que se convierte en una plataforma de alineamiento entre ambas capitales. Legalmente no depende de Israel, pero en la práctica actúa como un canal de transmisión de sus prioridades dentro del sistema político estadounidense.

Conviene aclarar aquí una cuestión importante: no existe una puerta giratoria formal entre políticos israelíes y AIPAC. Ningún ministro, parlamentario o ex primer ministro de Israel ha pasado a formar parte de su dirección, porque la ley estadounidense lo impediría: de ser así, AIPAC tendría que registrarse como “agente extranjero” bajo la FARA (Foreign Agents Registration Act). Tampoco congresistas o senadores de EE.UU. terminan trabajando oficialmente dentro de AIPAC.

Lo que sí ocurre es algo más sutil:

  • Líderes israelíes usan el escenario de AIPAC para hablar directamente a la élite política estadounidense, reforzando sus mensajes internos. Netanyahu, Rabin, Peres, Olmert o Bennett han sido oradores centrales en sus convenciones.

  • Legisladores estadounidenses participan en viajes organizados por AIPAC a Israel y encuentran en sus convenciones una plataforma para ganar legitimidad política en asuntos de política exterior.

  • Además, muchos exasesores o funcionarios norteamericanos terminan trabajando en el ecosistema de think tanks, fundaciones y grupos pro-Israel vinculados a AIPAC.

De este modo, más que un intercambio directo de cargos, lo que existe es una simbiosis estructural: Israel encuentra en AIPAC su voz más efectiva en Washington, y AIPAC encuentra en Israel la legitimidad política que le da acceso privilegiado a la agenda de la Casa Blanca y el Congreso.

3. Origen e historia

AIPAC fue fundado en 1951 por Isaiah L. Kenen, abogado y periodista que, antes de dar ese paso, había trabajado como representante de prensa de la Delegación de Israel ante la ONU en Nueva York. Es decir, durante sus primeros años de carrera actuó como portavoz directo del nuevo Estado israelí en la escena internacional. Cuando dejó ese puesto y fundó el American Zionist Committee for Public Affairs (germen de AIPAC), no rompió con aquella misión: lo que hizo fue trasladar esa misma defensa de Israel a una estructura organizada dentro de Estados Unidos, ahora bajo la apariencia de un movimiento ciudadano.

Este detalle biográfico muestra que la “autonomía” de AIPAC respecto al gobierno israelí fue, desde el inicio, más una construcción legal que una realidad política. Kenen encarna la transición: de empleado oficial de la diplomacia israelí a fundador de una organización que, formalmente independiente, siguió trabajando en perfecta sintonía con las prioridades de Jerusalén.

Y no fue un caso único. Desde los primeros años, AIPAC estuvo rodeado de activistas, periodistas y abogados con estrechas conexiones con la embajada israelí en Washington y con el Ministerio de Asuntos Exteriores en Tel Aviv. La organización creció como una especie de “continuidad informal” de la diplomacia israelí: sin depender jurídicamente de Israel, pero operando en la práctica como su brazo más eficaz en el Capitolio.

Así, lo que empezó como un pequeño comité se transformó, a lo largo de las décadas, en un actor central de la política estadounidense. Su papel fue decisivo durante las guerras de 1967 y 1973, garantizando ayuda militar y diplomática a Israel. Con cada crisis en Oriente Medio, AIPAC ampliaba su influencia, demostrando que la sutil frontera entre organización ciudadana y lobby pro-Israel nunca fue realmente una línea clara, sino más bien una zona gris cultivada desde su origen.

4. Dónde y cómo actúa

AIPAC opera como una máquina de consenso que combina presión legislativa, relaciones con la Administración y un denso ecosistema de sociedad civil y financiación. Sus cifras ayudan a entender la escala:

  • Congreso y Senado. En el plano electoral, AIPAC pasó en 2021-22 de no financiar candidatos a crear AIPAC PAC y el super PAC United Democracy Project (UDP). La propia AIPAC afirma que en 2022 respaldó a 365 candidatos y en 2024 apoyó a 361, con más de 53 millones de dólares en apoyo directo (según su web). En paralelo, su super PAC recaudó 87,2 millones de dólares en 2023-24 para gasto independiente, una de las mayores cifras del ciclo. Estas magnitudes no significan que “compren” escaños, pero sí que centenares de congresistas y senadores en ejercicio o candidatos reciben apoyo financiero alineado con su agenda, lo que convierte el respaldo a Israel en una posición políticamente rentable.

  • Administración. AIPAC mantiene un canal estable con Casa Blanca y departamentos clave (Estado, Defensa, NSC), reforzado por viajes de “inmersión” a Israel para legisladores y staff que organiza su entidad hermana American Israel Education Foundation (AIEF). Solo en agosto de 2019, AIEF llevó 72 miembros de la Cámara (41 demócratas y 31 republicanos) en seminarios de una semana; es, de hecho, el principal patrocinador de viajes del Congreso en los años en que programa estos tours.

  • Sociedad civil y financiación por eventos/membresías. Históricamente, la Policy Conference de AIPAC congregaba en Washington a ~18.000 asistentes (con presencia de líderes de ambos países). Las inscripciones generales rondaban $599 por persona (documentado en formularios de registro), a lo que se suman patrocinios y, sobre todo, los clubes de donantes: Washington Club (mínimo $1.800/año), Capitol Club ($3.600/año) y Senate Club ($10.000/año). Desde 2020 AIPAC ha reducido ese gran evento, pero el modelo de ingresos por membresías y patrocinios sigue siendo un pilar de su financiación y de su capacidad de movilización.

Nota sobre fuentes y “cuentas distintas”: OpenSecrets registra, por un lado, las aportaciones PAC→candidatos (p. ej., $2,66M desde AIPAC PAC en 2021-22), y por otro el gasto independiente del super PAC (UDP). AIPAC, en cambio, comunica sus propios totales añadiendo aportaciones canalizadas y bundling de donantes, de ahí la diferencia entre cifras

5. Más que un lobby: un paraguas de financiación y alineamiento

AIPAC funciona como una arquitectura más que como un simple grupo de presión: bajo el cascarón jurídico de una 501(c)(4) —una figura que permite hacer incidencia política sin que las donaciones sean deducibles— despliega brazos complementarios para inyectar recursos, legitimar carreras y fijar posiciones en Washington. No se trata solo de persuadir: se trata de financiar, movilizar y blindar un consenso.

Desde 2021–22, ese paraguas incorpora canales electorales explícitos. Por un lado, AIPAC PAC reparte “dinero duro” a campañas federales y, además, canaliza apoyo directo a candidatos a través de su red de donantes: solo en 2024 presume de haber apoyado a 361 candidatos con más de 53 millones de dólares “a través de AIPAC”. En paralelo, su super PAC, United Democracy Project (UDP), compra publicidad y hace gasto independiente a gran escala: en el ciclo 2023-24 recaudó ~87,1 millones de dólares, situándose entre los grandes actores del país en ese rubro. La combinación de contribuciones directas (PAC) y gasto independiente (super PAC) permite cubrir tanto la gasolina cotidiana de las campañas como los bombardeos mediáticos decisivos en primarias y generales.

El paraguas incluye, además, una pata “educativa”: la American Israel Education Foundation (AIEF), una 501(c)(3) afiliada que financia viajes de “inmersión” a Israel para congresistas y staff y otorga subvenciones para actividades formativas. Legalmente no financia campañas, pero construye capital simbólico y relación personal con decisores, y hace subvenciones anuales a AIPAC para programas coherentes con su estatus caritativo. Así, mientras el PAC y el super PAC mueven votos y anuncios, la fundación moldea percepciones y vínculos a fuego lento.

El flujo no acaba ahí. AIPAC sostiene clubes de donantes (Washington, Capitol y Senate Club) con cuotas anuales mínimas (≈ 1.800 $, 3.600 $ y 10.000 $) que aseguran ingresos recurrentes y un canal estable de fundraising. Esas cuotas no son deducibles (por su estatus 501(c)(4)), pero compran acceso, networking y programación exclusiva, alimentando a su vez los eventos y campañas que orbitan la agenda del lobby.

El resultado práctico de este paraguas es que AIPAC puede operar en varias bandas a la vez: recomienda y recauda para candidatos (PAC/red de donantes), impacta masivamente con publicidad (super PAC), forma y conecta a decisores (fundación), y monetiza comunidad (clubes y patrocinios). No es una sola tubería de dinero, sino un sistema de caudales comunicantes donde la financiación, la legitimación pública y la proximidad con cargos electos se refuerzan mutuamente. Esa es la razón por la que, a diferencia de otros lobbies sectoriales, AIPAC no solo gana votaciones: fabrica el consenso previo que las hace previsibles.

6. Críticas y controversias

AIPAC sostiene que su trabajo es bipartidista y transparente; sus partidarios recuerdan que en 2024 proclamó victorias de cientos de candidatos a los que había dado su aval en primarias. Sus críticos, en cambio, ven en esa transversalidad un modo de convertir el apoyo a Israel en ortodoxia incuestionable dentro del sistema.

Uno de los focos más polémicos es su entrada directa en la financiación electoral desde 2022 a través de AIPAC PAC y del super PAC United Democracy Project (UDP). En el ciclo 2023-24, UDP recaudó más de 87 millones de dólares para gasto independiente, cifras inusualmente altas para un lobby temático. En primarias demócratas muy reñidas, como la de NY-16 en 2024, los desembolsos para derrotar a voces críticas con la política israelí (caso Jamaal Bowman) batieron récords históricos de gasto en una primaria de la Cámara. Para sus detractores, esto “enfría” el debate: salir de la línea AIPAC puede costar el escaño. 

Otra controversia fue el respaldo a congresistas que votaron contra la certificación de 2020. Varias listas de apoyos iniciales en 2022 incluían a decenas de “election deniers”, lo que provocó críticas desde sectores judíos liberales (J Street) y de analistas pro-Israel que consideraron incompatible apoyar a quienes cuestionaron el proceso democrático. AIPAC lo defendió como realpolitik: priorizar la relación EE. UU.–Israel por encima de otras consideraciones ideológicas.

En el plano jurídico-político, la expansión electoral reavivó la discusión sobre si AIPAC debería registrarse bajo la FARA (agentes de potencia extranjera). La organización insiste en su carácter de grupo ciudadano estadounidense; sus críticos sostienen que la coordinación con autoridades israelíes y su agenda exterior justificarían ese registro. De momento, no está registrada bajo FARA. 

También pesan episodios históricos: el llamado “caso AIPAC” (2005-2009), en el que dos altos cargos fueron acusados de recibir y compartir información clasificada (los cargos se retiraron en 2009), dejó una sombra duradera sobre las fronteras entre lobby, diplomacia paralela y seguridad nacional.

En el terreno de política exterior, su combate contra el acuerdo nuclear con Irán (JCPOA) marcó una ruptura: el discurso de Netanyahu ante el Congreso en 2015—en medio de la ofensiva de AIPAC contra el pacto—partidizó una cuestión antes tratada como consenso estratégico. El episodio sigue citándose como prueba de que AIPAC puede alinear al Congreso con prioridades del gobierno israelí incluso a costa de tensar con la Casa Blanca.

Finalmente, el frente libertades civiles: AIPAC ha promovido o respaldado leyes anti-BDS a nivel federal y estatal (por ejemplo, el Combating BDS Act), defendidas como medidas comerciales y criticadas por la ACLU y otros grupos por coartar la libertad de expresión protegida por la Primera Enmienda. La batalla legal se libra estado por estado y ha llegado hasta peticiones ante el Tribunal Supremo. 

Balance: para sus defensores, AIPAC mantiene un vínculo vital de seguridad y valores; para sus críticos, su poder financiero y su red política reducen el espacio del disenso y difuminan la línea entre intereses nacionales y agendas de un aliado extranjero..

7. Conclusión: el caso AIPAC como singularidad

AIPAC no es simplemente un lobby. Es una arquitectura de poder que, bajo la forma de organización ciudadana, traduce las prioridades estratégicas de Israel en consensos políticos internos de Estados Unidos. Su éxito radica en haber logrado que el apoyo a Israel sea una política “natural”, incuestionable, más allá de los ciclos electorales y de los partidos.

Esto abre una pregunta incómoda: ¿qué implica para la democracia estadounidense que una organización privada, con conexiones estrechas a un Estado extranjero, pueda condicionar de manera tan profunda la política exterior de la mayor potencia mundial?

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