El Atlético que se devora a sí mismo
El Atlético que se devora a sí mismo
El Atlético de Madrid vive una buena racha. Compite, gana y transmite la sensación de estar otra vez en el lugar que le corresponde. Pero debajo del entusiasmo se repite un patrón que ya conocemos: la fatiga llega antes de mayo. Y esa fatiga no es un accidente: es una consecuencia directa del modo de jugar del equipo y de cómo se gestiona la plantilla.
La intensidad como identidad (y como problema)
El Atlético de Madrid se define por su intensidad. No es una percepción subjetiva ni un eslogan publicitario: es el núcleo de su modelo de juego desde hace más de una década.
Como señalaba un análisis de ExtraConfidencial sobre el método del club: “Lo nuestro es correr”, resume la respuesta del entonces preparador físico del equipo, el Profe Ortega, cuando colegas le advertían sobre el riesgo de desgaste. “Extraordinario despliegue físico” es una de las señas de identidad de este equipo, donde “se trabaja el físico por separado y se trabaja mucho”.
El propio Diego Simeone lo confirma sin ambigüedades: “El equipo interpretó bien el partido, buscó ser contundente, tuvo agresividad ofensiva... hicimos un partido con una intensidad alta para buscar lo que queríamos”, declaraba tras una victoria reciente. FutbolLab, en su análisis sobre la filosofía de trabajo del técnico argentino, lo explica así: “La intensidad es un aspecto central de la filosofía de trabajo de Simeone. El entrenador cree en la importancia de la intensidad en el campo, y los jugadores deben jugar con pasión y energía para obtener buenos resultados”.
Esa intensidad se traduce en un estilo de juego muy particular: presión alta, repliegues agresivos, transiciones rápidas. Es un fútbol heroico, emocional y eficaz a corto plazo, pero caro en términos físicos y neuromusculares.
Un modelo que exige más de lo que el cuerpo puede devolver
El informe UEFA Performance Insights – Setting the Press (2024) explica cómo los equipos que basan su identidad en la presión alta y la recuperación inmediata del balón —como el Atlético en muchas fases de su juego— acumulan un volumen muy elevado de acciones explosivas y requieren un gran esfuerzo colectivo para sostenerlas durante toda la temporada.
Publicaciones como Training Ground Guru y Total Football Analysis han analizado esa evolución del fútbol moderno, subrayando que los equipos que dependen más de las acciones de alta intensidad —presiones, transiciones, duelos físicos— tienden a sufrir más desgaste a largo plazo que los que gestionan la posesión y distribuyen el esfuerzo.
Según el análisis técnico de The Coaches’ Voice, el Atlético “trata de circular el balón de un lado a otro, siempre con un ritmo elevado”. Y un análisis de AT-Madrid reconoce el patrón que se repite: “Típicamente, comienzan con el dinamismo conspicuo, empleando expertamente su estilo de presión... Naturalmente, a medida que avanza el partido, la energía del equipo disminuye, y el equipo no puede mantener físicamente su intensidad previa”.
En otras palabras: el Atlético vive en aceleraciones; los demás, en circulación. Y esa diferencia de estilo explica por qué el equipo llega con menos reservas físicas a la primavera.
La paradoja del esfuerzo
Simeone siempre ha defendido que la intensidad es innegociable. Y es cierto: sin esa mentalidad el Atlético no habría sobrevivido ni construido su identidad. Pero el fútbol actual ya no premia al que más corre, sino al que mejor gestiona su energía.
Los equipos de control —como el Manchester City o el Leverkusen— no corren menos, pero corren de otra forma: a ritmos medios sostenidos, descansando con balón y reduciendo los picos de esfuerzo. El Atlético, en cambio, compite como si cada jornada fuera una final: muchos sprints, pocas pausas, poco control del ritmo.
A eso se suma otro problema estructural: la falta de rotación real. Simeone confía en un núcleo reducido de jugadores, y el club no siempre dispone de recambios del mismo nivel. Con una temporada que supera el medio centenar de partidos, la carga se acumula y la caída física se vuelve inevitable.
El cuerpo no engaña
La fatiga en el fútbol de élite no es solo muscular: es también neuromuscular y cognitiva. Cuando un equipo se cae en marzo o abril, no es solo porque los músculos estén agotados, sino porque:
- la toma de decisiones se ralentiza,
- la coordinación se degrada,
- y la motivación se erosiona tras meses de máxima exigencia.
El modelo del Atlético podría sostenerse con una rotación más amplia y una gestión del esfuerzo más equilibrada. Pero mientras los mismos 13 o 14 jugadores sigan concentrando la mayoría de los minutos, la historia tenderá a repetirse: primeras vueltas brillantes, segundas vueltas de supervivencia.
La prueba: el patrón estadístico del bajón
Durante años se habló del “bajón de primavera” como un mito. Pero los datos lo confirman. El análisis longitudinal del rendimiento del Atlético bajo Simeone (2012–presente) muestra una tendencia estadísticamente sólida: el equipo pierde eficiencia en la segunda mitad de las temporadas.
| Temporada | PPP 1ª vuelta | PPP 2ª vuelta | Diferencia | Patrón |
|---|---|---|---|---|
| 2012–13 | ≈2.21 | ≈1.94 | −0.27 | Declive leve |
| 2013–14 🏆 | ≈2.42 | ≈2.05 | −0.37 | Declive moderado |
| 2014–15 | ≈2.11 | ≈1.89 | −0.22 | Declive leve |
| 2015–16 | ≈2.26 | ≈2.00 | −0.26 | Declive leve |
| 2016–17 | ≈2.05 | ≈2.00 | −0.05 | Estable |
| 2017–18 | ≈2.26 | ≈2.05 | −0.21 | Declive leve |
| 2018–19 | ≈2.32 | ≈1.79 | −0.53 | Declive agudo |
| 2019–20 | ≈1.74 | ≈2.16 | +0.42 | Inverso (post-COVID) |
| 2020–21 🏆 | ≈2.47 | ≈1.89 | −0.58 | Declive agudo |
| 2021–22 | ≈1.81 | ≈2.10 | +0.29 | Inverso |
| 2022–23 | ≈1.68 | ≈2.32 | +0.64 | Inverso |
| 2023–24 | ≈2.26 | ≈1.94 | −0.32 | Declive leve |
De la estadística a la fisiología
El descenso del PPP no es solo numérico: tiene un correlato físico visible. Las temporadas con mayor caída de rendimiento coinciden con picos de lesiones musculares. En 2018–19, por ejemplo, se registraron 53 lesiones, un 68 % de ellas musculares, acumulando más de 400 días de baja y 96 partidos perdidos por lesión. La defensa —núcleo del modelo Simeone— fue la más castigada, lo que explica por qué el portero pasó de un 82 % de paradas en 2015–16 a apenas 44 % en la crisis de 2021–22.
El patrón es circular: la intensidad → provoca sobrecarga → genera lesiones → debilita la defensa → obliga a correr más → agrava la fatiga. Ese ciclo ha definido la era Simeone tanto como sus éxitos.
El fútbol del control frente al fútbol del desgaste
El fútbol moderno se divide entre dos modelos de energía: el del control, que distribuye el esfuerzo y descansa con balón; y el del desgaste, que vive de la intensidad y la fricción constante. El Atlético pertenece al segundo grupo. Y aunque ese modelo lo ha llevado al éxito, también lo condena a un ciclo de altibajos difícil de romper.
El Manchester City no corre menos, corre distinto: corre cuando el balón se mueve, no detrás de él. Y además, rota de forma sistemática para que ningún jugador alcance niveles críticos de fatiga. El Atlético, en cambio, todavía juega como si cada minuto fuera una batalla. Y nadie puede vivir nueve meses en modo batalla sin pagar un precio.
Conclusión
Durante más de una década, el Atlético de Simeone ha sido el equipo más intenso de Europa. También, estadísticamente, el que más se ha desgastado en la segunda mitad de las temporadas. La evidencia del declive —caída de PPP, explosión de lesiones y pérdida de solidez defensiva— confirma que el problema no era emocional, sino fisiológico.
Comentarios
Publicar un comentario