La abstención: No participar también es una decisión política
Silencio activo, termómetro de legitimidad y retirada del consentimiento: cuando el “no” no cabe en la papeleta
El sistema necesita una idea intacta: que la política sucede exclusivamente dentro de la urna y que todo lo demás es ruido. De ahí el chantaje moral permanente: “si no votas, no cuentas”. Este texto defiende lo contrario: la abstención consciente puede ser una decisión racional, ética y políticamente legítima.
En un vistazo: Este artículo no discute tácticas electorales ni “efectos” en el reparto. Discute una cosa: si la abstención puede ser una decisión política racional y ética. La abstención consciente (el desencanto deliberado) es un silencio activo: retirada del consentimiento, negativa a legitimar, y termómetro de legitimidad que muestra quién participa y quién no. En España, en las generales del 23J, la abstención rondó el 29,6% del censo (más de diez millones de personas): no es un margen estadístico, es un bloque social. Y, además, existe incluso un ángulo de elección racional: hay escenarios en los que no presentarse a votar puede producir un resultado más preferible que votar.
El chantaje moral: “Si no votas, no cuentas” no es una descripción neutral: es un dispositivo. Encierra la acción política en un rito controlado y convierte la obediencia en virtud cívica. La abstención consciente rompe ese encierro.
En todas los procesos electorales siempre hay una corriente de opinión que reprocha su actitud a quienes deciden no votar. Este artículo se escribe contra ese cuñadismo democrático: la abstención puede ser una opción electoral racional, ética y legítima. No es apatía ni capricho; es un rechazo consciente, un “no” que no cabe en la papeleta y que cuenta con un sólido respaldo en la historia del pensamiento político.
Este texto no discute tácticas electorales ni el reparto de escaños. Discute una cosa: si la abstención puede ser una decisión política racional y ética. Si el sistema decide ignorarla, eso no la vuelve apolítica: revela el tipo de sistema que es.
Dos abstenciones: hay una abstención forzada —la de los excluidos social y económicamente— y una abstención deliberada —la del desencantado que se niega a legitimar. Aquí hablo de la segunda: silencio activo o abstencionismo de lucha.
Marco de lectura: Para discutir la abstención consciente sin caer en moralinas, conviene apoyarse en una tradición intelectual que ha pensado el poder desde su mecanismo real: consentimiento, delegación, oligarquía e integridad. Los autores que siguen proporcionan herramientas para pensar la abstención, herramientas para dar sentido a todo lo que el sistema prefiere ocultar convirtiendo la participàción en un cheque en blanco que nunca se podrá cobrar.
1) Étienne de La Boétie: la huelga de la obediencia
¿Quién fue? Escritor y filósofo francés del siglo XVI, pionero en analizar por qué las poblaciones se someten al poder incluso cuando este es opresivo. Obra clave: Discurso sobre la servidumbre voluntaria.
La Boétie sostiene que el dominio se sostiene porque los dominados colaboran con su propia subordinación; basta con dejar de servir para empezar a ser libres. En la política actual, votar funciona a menudo como un acto de reconocimiento: aceptas los términos de un contrato que no has redactado. La abstención funciona aquí como una huelga de manos caídas: al retirar el voto, el ciudadano demuestra que su consentimiento es el combustible que hace girar la máquina. Si el contrato es leonino, lo más responsable no es firmarlo con el “menos malo”, sino negarse a la firma.
2) Pierre Bourdieu: el mercado de la ventriloquia política
¿Quién fue? Sociólogo francés contemporáneo, una de las figuras más citadas en las ciencias sociales por su análisis de las estructuras de poder y el capital simbólico. Obra clave: La distinción y sus ensayos sobre el “campo político”.
Bourdieu explica que la política representativa produce un fetichismo político: el ciudadano delega su voz en un representante que termina apropiándose de ella. Hoy vemos esto en los partidos que utilizan la “autorización” de las urnas para tomar decisiones que nunca consultaron con sus bases. Votar se convierte en un acto de alienación donde entregas tu fuerza política a un profesional que la monopoliza. La abstención, desde esta óptica, es el gesto coherente: si la delegación es el mecanismo que te silencia, la responsabilidad dicta dejar de alimentarlo.
Idea clave: el problema no es “participar o no participar”. El problema es participar en los términos impuestos, entregando voz a una maquinaria que la convierte en capital propio.
3) Schumpeter y Michels: la democracia como mercado de élites
¿Quiénes fueron? Joseph Schumpeter fue un economista y sociólogo austríaco; Robert Michels, un sociólogo alemán experto en el comportamiento de las organizaciones. Obras clave: Capitalismo, socialismo y democracia (Schumpeter) y Los partidos políticos (Michels).
Schumpeter describió la democracia no como el “gobierno del pueblo”, sino como un método competitivo para seleccionar dirigentes, similar a cómo las empresas compiten por clientes. Michels, por su parte, formuló la “Ley de hierro de la oligarquía”: toda organización compleja tiende a producir una minoría dirigente estable que se separa del cuerpo social. En la política actual de marketing y disciplinas de voto, la abstención no es un capricho; es la constatación de que el sistema solo permite elegir qué grupo de élite nos va a gestionar, sin capacidad real de decidir las políticas de fondo.
Argumento frío (elección racional): incluso dentro de marcos formales de elección, existen escenarios en los que no presentarse a votar puede producir un resultado más preferible que votar. No es moralina ni romanticismo: es una paradoja posible cuando el sistema no traduce linealmente “participar” en “decidir”.
4) Simone Weil: la integridad contra el espíritu de partido
¿Quién fue? Filósofa y activista francesa, conocida por su radical honestidad y su compromiso con los derechos de los trabajadores. Obra clave: Nota sobre la supresión general de los partidos políticos.
Weil atacó la lógica misma de los partidos: máquinas que anulan el juicio personal para sustituirlo por la pertenencia y la propaganda. Para ella, los partidos no buscan la verdad, sino su propio crecimiento. En un contexto actual donde la lealtad al líder impera sobre la ética, Weil nos recordaría que el “deber de votar” puede operar como una trampa: un dispositivo que exige adhesión al ritual y silencio después. La abstención consciente es, en este sentido, un acto de salvaguarda de la integridad personal: es negarse a ser cómplice de una maquinaria que prioriza su supervivencia sobre la justicia y el bien común.
5) La tradición anarquista: Emma Goldman y Malatesta
¿Quiénes fueron? Referentes históricos del pensamiento libertario; Goldman destacó por su defensa de la emancipación individual y Malatesta por su pragmatismo revolucionario. Obras clave: La mujer y el sufragio (Goldman) y ¿Votar? ¿Para qué? (Malatesta).
Ambos advirtieron que el sufragio puede convertirse en una ilusión de participación mientras el poder real opera por canales económicos y burocráticos ajenos al ciudadano. En un mundo donde los mercados financieros a menudo dictan las leyes por encima de los parlamentos, la abstención no es “pasotismo”. Al contrario, es un acto de coraje cívico que traslada el conflicto a la calle y a la comunidad, rechazando el simulacro de la urna para buscar cambios sustanciales en la construcción de la fuerza social.
Conclusión
La democracia representativa ha convertido la participación en un instante fugaz: una marca en un papel. Y tras ese gesto, exige silencio. Reivindicar la abstención no es odiar la política; es denunciar que la política institucional se ha vaciado de contenido y se ha convertido en un ejercicio de gestión de élites.
La abstención como termómetro: la abstención es un termómetro de legitimidad: muestra cuántos aceptan el ritual y cuántos lo rechazan, cuántos entran en el reparto y cuántos se quedan fuera porque no reconocen el contrato. Y como todo termómetro incómodo, el sistema aspira a romperlo: por eso la ignora, por eso la reduce a “nada”, por eso la combate con consignas como “si no votas no participas”. Igual la gente quiere participar, sí, pero en otra cosa.
Como hemos visto a través de autores como Weil o Bourdieu, existe un sustento filosófico profundo que avala la retirada del consentimiento como una decisión de peso. No votar no es “no participar”: es negarse a participar en esos términos. La abstención, cuando es meditada y estratégica, es el primer paso de una política adulta: dejar de pedir permiso para existir en los términos del sistema y empezar a construir poder real en los propios.
La abstención consciente no es ausencia de política: es política negativa, retirada del consentimiento y rechazo a legitimar.
Fuentes núcleo



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