La Paradoja de la Tolerancia en la Geopolítica.
El Deber de la Intolerancia para Sobrevivir al Asalto de la "Sociedad Abierta"
El orden geopolítico moderno opera sobre una premisa perversa: la democracia, entendida como la "sociedad abierta", es activamente instrumentalizada por las potencias hegemónicas como una arma de penetración y desestabilización contra sus rivales. Esta "apertura" –la libre circulación de capitales, la financiación irrestricta de ONG, la primacía de jurisdicciones externas– no es un ideal cívico, sino la vulnerabilidad estratégica que Occidente explota para infiltrar, dominar y asimilar sociedades periféricas.
En un vistazo: Este artículo aplica la Paradoja de la Tolerancia de Karl Popper al plano geopolítico: cuando las potencias hegemónicas usan la "sociedad abierta" como vector de penetración y desestabilización, los Estados periféricos ejercen legítimamente el deber de la intolerancia contra la injerencia externa. La "Democracia Soberana" no es autoritarismo innato, sino defensa racional frente a un asalto que se disfraza de promoción democrática. La simetría es clara: ambos bandos operan con la misma lógica de cierre cuando sus intereses vitales están en juego, pero solo uno controla el lenguaje que define qué es "legítimo" y qué es "autoritario".
I. Debajo de las grandes palabras siempre ha funcionado el interés
Aquí es donde se inserta la perspectiva materialista y crítica. Los discursos de libertad, derechos humanos y democracia son la superficie engañosa que oculta un interés material y de dominio puro. Esta instrumentalización de la moralidad no es una novedad del siglo XXI; es una práctica constante en la historia occidental que, como señalan pensadores críticos, ha evolucionado en sus justificaciones, pero no en su fin.
El reconocido teórico del realismo, John Mearsheimer, resume esta dinámica con claridad:
"Las grandes potencias no hacen la guerra para hacer que el mundo sea más seguro para la democracia; más bien, utilizan los argumentos democráticos para justificar la guerra o para lograr otros fines políticos. El idealismo es, en el mejor de los casos, un disfraz para la realpolitik."
Desde el cristianismo: La religión y la misión civilizadora fueron la coartada para el colonialismo y la conquista.
Con la Ilustración y la Modernidad: El velo cambió; la misión se convirtió en llevar el progreso, la razón y, finalmente, el modelo de la "democracia liberal" a las naciones "atrasadas".
En esta línea, no son los derechos del hombre ni la libertad los que guían la política exterior, sino el interés material. El propósito se mantiene idéntico: justificar moralmente el acceso a recursos, el control de rutas comerciales y la imposición de un orden económico favorable al centro. De hecho, el intento agresivo de expandir la "triple paquete de políticas" (expansión de la OTAN, expansión de la UE y promoción de la democracia) fue un factor clave que intensificó las ansiedades de seguridad y provocó el reequilibrio (balancing) de potencias rivales como Rusia y China.
El Estado que se defiende, que se niega a ser asimilado y decide cerrar los canales de injerencia, es castigado de inmediato. La etiqueta de "dictadura" se activa como el nombre político del adversario. La democracia, por lo tanto, funciona como arma de doble filo: incluso cuando no logra su propósito directo (el cambio de régimen), justifica el paso a una segunda fase de persecución, sanciones y asedio moral y económico contra el Estado "intolerante".
Este artículo se propone analizar la legitimidad de esta defensa a través de la lente de la filosofía política. Argumentamos que las medidas defensivas de los Estados periféricos no son actos autoritarios innatos, sino el ejercicio racional del deber de la intolerancia que Karl Popper formuló hace ochenta años para garantizar la supervivencia de cualquier sociedad.
II. El Dilema del Intolerante Útil: Popper y el Asalto a la Tolerancia
Karl Popper, en La sociedad abierta y sus enemigos (1945), estableció la célebre Paradoja de la Tolerancia: "Si extendemos la tolerancia ilimitada incluso a aquellos que son intolerantes... el tolerante será destruido, y la tolerancia con ellos." Su conclusión fue que la sociedad tolerante debe reservarse el derecho y el deber de ser intolerante con la intolerancia misma para asegurar su propia existencia.
Traslademos esta lógica al plano geopolítico:
La Sociedad Tolerante (Geopolítica): Es el Estado Soberano periférico que busca preservar su autonomía, su marco constitucional y su supervivencia identitaria.
La Tolerancia Ilimitada: Es la "Sociedad Abierta" que permite la financiación masiva de política doméstica desde el exterior, la libre operación de ONG ligadas a agencias de inteligencia y la primacía irrestricta de jurisdicciones foráneas.
El Asalto del Intolerante: Es la Injerencia Geopolítica. Son las "revoluciones de colores," los golpes de Estado financieros y la destrucción controlada del orden interno, todos ellos disfrazados de "promoción democrática."
Un análisis de las "revoluciones de colores" confirma que estas son a menudo descritas como una "forma sofisticada de guerra" y un "conflicto internacional". Los poderes externos, principalmente Occidente, "patrocinan, planifican, organizan e implementan" estas revoluciones, utilizando la sociedad civil (ONG) como un componente crucial. El objetivo de una revolución de color es el "golpe de Estado, o la conquista y mantenimiento del poder por la fuerza".
Bajo esta luz, la "apertura" es el camino al suicidio existencial. El Estado periférico que observa cómo la tolerancia ilimitada ha destruido o desmembrado a sus vecinos (Libia, Irak, la desestabilización permanente de Ucrania), no ve la apertura como un ideal; la ve como una vulnerabilidad existencial que debe ser clausurada inmediatamente. Su respuesta –la "Democracia Soberana"– es el acto de supervivencia de la sociedad que se niega a ser destruida por el asalto del intolerante geopolítico.
Idea clave: La "apertura" no es un ideal democrático sino una vulnerabilidad existencial que permite la destrucción del Estado desde dentro.
III. Del Acto de Apertura al Acto de Defensa: La Intolerancia Necesaria
Cuando los Estados como Rusia, China, Nicaragua o Hungría adoptan medidas defensivas, están ejerciendo activamente el deber popperiano de la intolerancia contra la intolerancia geopolítica. Popper mismo estableció que el límite de la tolerancia se encuentra en la violencia y el rechazo al argumento racional:
"[...] deberíamos reclamar el derecho a suprimirlos [ideologías intolerantes] si es necesario incluso por la fuerza; porque puede resultar fácilmente que no estén dispuestos a encontrarse con nosotros en el nivel del argumento racional, sino que comiencen por denunciar todo argumento; pueden prohibir a sus seguidores escuchar argumentos racionales, porque son engañosos, y enseñarles a responder a los argumentos mediante el uso de sus puños o pistolas."
La injerencia híbrida, al buscar el colapso mediante la subversión de la sociedad civil y la financiación externa (violencia política estructural), satisface el criterio popperiano del uso de la fuerza.
Leyes de Agentes Extranjeros
Exigir a organizaciones con financiación externa que se registren y declaren sus fondos no es censura; es el cierre defensivo a un vector de penetración. Si la FARA (Foreign Agents Registration Act) en EE.UU. es un mecanismo legítimo para garantizar la transparencia sobre lobbying extranjero en la política doméstica, ¿por qué la versión rusa o nicaragüense es automáticamente tildada de "autoritarismo"? El propósito es idéntico: proteger la política nacional de la influencia externa.
Sin embargo, el análisis legal revela que la defensa soberana ha conllevado un deslizamiento autoritario. Mientras que la FARA se centra en entidades que actúan bajo la instrucción de un principal extranjero, las leyes de estilo ruso se centran exclusivamente en ONG, medios independientes e individuos que realizan un escrutinio crítico de su gobierno, sin requerir la instrucción foránea. Peor aún, desde 2022, el financiamiento extranjero ya no es un requisito en Rusia; la designación se activa por simple "influencia extranjera", un concepto amplio y nebuloso. Este mecanismo, categorizado como una "transferencia legal autoritaria" impone una etiqueta estigmatizante y fomenta la autocensura, excediendo el mero requisito de transparencia.
Primacía Constitucional
La decisión de priorizar la Constitución nacional sobre las decisiones de organismos internacionales (como hizo Rusia en 2020) es una reacción directa a la percepción de que estos tribunales se han politizado y actúan como palancas de política exterior contra el Estado soberano. Es el cierre jurídico para evitar que la soberanía se externalice.
Restricción de Élites con Doble Lealtad
La prohibición de doble ciudadanía o residencia extranjera para altos funcionarios garantiza que la élite política tenga un destino exclusivo ligado a la nación que gobiernan. Es el cierre estructural para evitar la cooptación de las élites por las potencias rivales, un patrón que llevó al colapso en varias repúblicas postsoviéticas.
Estas acciones son las fronteras que los Estados levantan. No son un ataque a la democracia per se, sino un intento de preservar el marco soberano dentro del cual la democracia –auténtica y endógena– pueda desarrollarse sin la amenaza de un golpe de Estado financiado desde el exterior.
Idea clave: Las medidas defensivas no atacan la democracia en sí, sino que protegen el marco soberano donde puede desarrollarse una democracia auténtica.
IV. El Contraste Moral: Cuando el "Tolerante" Ejerce el Asalto
La hipocresía occidental se revela cuando analizamos sus propias acciones defensivas y represivas. La máxima intolerancia se aplica al exterior, pero también se ejerce internamente cuando los intereses del statu quo son desafiados:
Censura y Persecución por Disentir
El coronel suizo Jacques Baud, un analista de inteligencia, es sancionado por la Unión Europea por escribir libros que cuestionan la narrativa oficial sobre el conflicto en Ucrania. Se le prohíbe el acceso a fondos y la entrada a países. La UE lo sancionó por ayudar a "socavar o amenazar la estabilidad o seguridad en Ucrania" a través de la manipulación de información. Cuando un Estado periférico silencia a un intelectual financiado por el exterior, es "prueba de autoritarismo". Cuando la UE hace lo mismo con un ciudadano propio, se llama "combate a la desinformación".
Destrucción de Disidentes Genuinos
Julian Assange y Edward Snowden son casos paradigmáticos. Ambos revelaron crímenes y vigilancia masiva de las potencias occidentales. Su recompensa fue el exilio, la persecución bajo la Ley de Espionaje o la tortura psicológica prolongada. La pérdida de "capacidades avanzadas y capacidades que son cruciales para la ventaja competitiva" en la recopilación de inteligencia es un asunto de seguridad nacional que el Norte Global considera vital. Es la demostración de que la "sociedad abierta" tolera la crítica hasta el punto en que amenaza los cimientos del poder.
Como señala el lingüista y crítico social Noam Chomsky:
"La forma más efectiva de mantener a la gente pasiva y obediente es limitar el espectro de la opinión aceptable, pero permitir un debate muy vigoroso dentro de ese espectro."
La ironía se maximiza: Snowden está refugiado en el país "autoritario" (Rusia) para escapar de la represión de la "democracia liberal" (EE.UU.).
Cierre Categórico de Medios
La prohibición total y categórica de medios como RT o Sputnik por la Unión Europea es una acción de censura en masa. La justificación fue la necesidad de detener la "desinformación tóxica y dañina" rusa. Un funcionario de la Comisión confirmó que el uso de sanciones en este caso es representativo de una tendencia más amplia a "expandir la caja de herramientas" de sanciones más allá de sus áreas tradicionales. Cuando un Estado periférico restringe un medio occidental, es "represión de la libertad de prensa". Cuando Occidente restringe un medio ruso, es "defensa contra la propaganda".
La conclusión es ineludible: Las potencias hegemónicas ejercen la misma lógica de cierre e intolerancia cuando sus intereses vitales son desafiados. La diferencia no está en la acción, sino en el poder material que permite al hegemón controlar el lenguaje: lo propio es "defensa legítima" y lo ajeno es "autoritarismo."
Idea clave: La diferencia no está en las acciones, sino en el poder material para controlar el lenguaje que las nombra.
V. La Elección Geopolítica: Supervivencia a Cambio de Etiqueta
La Paradoja de la Tolerancia nos obliga a confrontar el cinismo. El Estado periférico se enfrenta a una elección existencial:
Opción Suicida: Mantener la "sociedad abierta" por el valor nominal de la tolerancia, sabiendo que su vulnerabilidad será explotada para un cambio de régimen, el colapso estatal y la pérdida de la soberanía.
Opción Racional: Ejercer el deber de la intolerancia de Popper, cerrando los canales de agresión externa, y aceptar el castigo geopolítico de ser etiquetado como "dictadura" por las mismas potencias que practican la injerencia.
La Democracia Soberana es, por lo tanto, el modelo de supervivencia que acepta el costo de la etiqueta a cambio de la autonomía. El debate no es sobre la bondad o maldad intrínseca de sus instituciones, sino sobre la legitimidad del acto de defensa propia.
Idea clave: La Democracia Soberana es un modelo de supervivencia que prioriza la autonomía sobre la aceptación externa.
ⅤI. Conclusión: El Reconocimiento de la Simetría
La etiqueta de "dictadura" no es la evaluación objetiva de las instituciones políticas de un Estado; es el castigo geopolítico que se aplica a aquellos que, ejerciendo la intolerancia defensiva de Popper, desafían el orden hegemónico.
El análisis honesto debe reconocer la simetría del poder: la misma lógica de clausura opera en Moscú, Pekín y Bruselas. La única diferencia es que solo un bando tiene el poder material para dictar que su intolerancia es un deber cívico, mientras que la intolerancia del otro es un crimen moral.
La "democracia soberana" y el deber de la intolerancia conllevan riesgos inherentes de deslizamiento hacia la represión interna, como lo demuestran las leyes de agentes extranjeros en el modelo de "transferencia legal autoritaria". Sin embargo, en el contexto de un asalto geopolítico activo, la elección racional no es entre un sistema perfecto y uno imperfecto, sino entre la supervivencia estatal y el colapso controlado. El Estado que opta por el cierre no está obligado a justificar su moralidad interna ante la misma potencia que financia su desmembramiento. Está ejerciendo su derecho inalienable a la soberanía, un derecho que el hegemón solo respeta en la teoría, pero destruye en la práctica.
O aceptamos el cinismo, y admitimos que "democracia" y "dictadura" son solo propaganda del más fuerte contra el débil. O aceptamos un estándar universal donde la soberanía y la protección contra la injerencia son legítimas para todos los Estados, sin que la defensa propia sea automáticamente condenada por el mismo poder que perpetra el asalto.



Comentarios
Publicar un comentario