Serie Kratos (VII): Integrar para Contener
El Estado Social como Seguro contra la Revolución — cuando la paz social se compra, no se predica
¿Qué tienen en común el NHS británico, la Seguridad Social francesa y el pleno empleo keynesiano? No son conquistas obreras espontáneas: son pólizas de seguro contra la revolución. Cuando en 1945 la izquierda europea sale de la Resistencia armada moralmente y la URSS exhibe un modelo alternativo creíble, las élites occidentales entienden que el orden liberal no se sostiene con sermones. El Estado social nace como inversión política: sanidad, pensiones, empleo garantizado y negociación institucional funcionan como dispositivos de desactivación diseñados para que la miseria no se convierta en insurrección. Plan Marshall, intervención encubierta en Italia, subsidio colonial: todo forma parte del mismo cálculo. Y cuando en 1991 la amenaza soviética desaparece, la pregunta se vuelve incómoda: si el bienestar fue una tecnología contra la revolución, ¿para qué seguir pagándolo cuando ya no hay revolución que temer?
En un vistazo: El Estado social europeo de posguerra no fue una conquista moral espontánea, sino una inversión en seguridad política del sistema capitalista. Ante el prestigio de la URSS y el fortalecimiento de partidos comunistas tras 1945, Occidente diseñó un pacto material masivo: sanidad universal, seguridad social, pleno empleo y negociación colectiva. El objetivo: neutralizar el riesgo revolucionario integrando a las masas en instituciones que gestionaran el conflicto sin romper el orden. El Plan Marshall, la intervención política encubierta y el "subsidio colonial" formaron parte del mismo sistema. Cuando la amenaza soviética desapareció en 1991, la élite comenzó a recalcular: si la integración fue una tecnología contra la revolución, ¿qué ocurre cuando el riesgo revolucionario parece haber desaparecido?
1945 no "restaura" el orden liberal: lo desmantela como relato autosuficiente. La guerra ha destrozado países, ha deslegitimado a élites enteras y, lo más decisivo, ha armado moralmente a la izquierda europea. La resistencia, los partisanos, los sindicatos. La URSS ha ganado algo más que batallas: ha ganado prestigio histórico.
Occidente escucha el ruido de la Guerra Fría y entiende el mensaje: si se repite el patrón de 1919 (paro, hambre, represión y austeridad), el resultado puede parecerse demasiado a 1917. El riesgo de revolución no se "discute": se gestiona. El Estado social nace ahí como integración diseñada para la contención.
1) 1945: La pólvora de la legitimidad
El final de la II Guerra Mundial es un colapso total. No es solo destrucción industrial o hambre, sino un derrumbe moral de las élites por colaboracionismo, incompetencia y derrota.
La izquierda ya no es una oposición marginal, sino un mito fundador de la liberación. En Francia e Italia, los grandes partidos obreros y comunistas salen reforzados por su papel en la resistencia, ganan peso electoral y entran en los gobiernos de posguerra.
En Grecia, la guerra civil de 1944–1949 funciona como el aviso definitivo: la fusión del conflicto social con el geopolítico puede incendiar un país entero en el momento exacto en que el orden europeo aún no se ha recompuesto.
El mensaje estructural para el poder occidental es directo: la contención no puede basarse solo en policía, cárcel y sermón liberal. Se requiere algo más grande: un pacto material a gran escala.
2) URSS: Un modelo y una amenaza sistémica
La URSS no es solo "el otro bloque". Es la prueba práctica de que existe un orden alternativo capaz de industrializar, movilizar y gobernar. En la Europa devastada, esa impresión tiene peso específico.
Estados Unidos formula el diagnóstico sin rodeos: la Doctrina Truman (1947) define la tarea como apoyo a "pueblos libres" frente a presiones externas o minorías armadas. Esto no es retórica: expresa el temor a un cambio de régimen en países donde la legitimidad liberal está dañada y la izquierda organizada es fuerte.
Esta lógica se plasma en arquitectura de seguridad (OTAN, 1949), pero lo importante, en términos de Krátos, es el cambio de terreno: cuando una mayoría organizada se percibe como sujeto de poder viable, la élite no discute solo las ideas; altera las condiciones materiales que vuelven esas ideas políticamente operativas.
3) El giro americano: Plan Marshall y guerra política
Aquí es donde se cierra la pinza: tendencia izquierdista + miedo de élites + reacción estructural.
El Plan Marshall (ERP) es reconstrucción, pero es, sobre todo, reconstrucción política. Su objetivo: estabilizar sociedades, reactivar la producción, cortar el oxígeno a los fuertes partidos comunistas en Francia e Italia, y fijar a Europa Occidental dentro del bloque.
La ayuda venía con condiciones. Y aquí conviene precisar la secuencia: el diseño del Plan Marshall ya incluye desde el principio la integración social como objetivo político de largo plazo —la estabilidad no se concibe sin ella—, pero su implementación prioriza tácticamente la reconstrucción productiva inmediata: saneamiento empresarial, estabilización monetaria, recuperación de la capacidad industrial. Esto genera tensiones a corto plazo (contención de ciertos gastos, ajustes presupuestarios, efectos transitorios sobre rentas), pero no porque el bienestar sea un "plan B" improvisado, sino porque la lógica del paquete exige que la economía funcione antes de poder expandir la provisión social de forma sostenible.
Secuenciación, no improvisación: Primero se estabiliza la base económica; después se despliega plenamente la integración social, pero ambas dimensiones forman parte del cálculo político desde el diseño inicial. No es caridad tardía: es secuenciación táctica dentro de una estrategia única.
La parte "en la sombra" tampoco es anecdótica. El caso italiano de 1948 —con intervención encubierta, financiación, presión política y señales públicas que vinculaban ayuda económica a resultados— ilustra un principio: cuando el resultado electoral se percibe como riesgo geopolítico, la contención no se deja al azar. Esta dimensión coercitiva no sustituye al Estado social; anticipa y prepara el terreno para él. La intervención excepcional (corto plazo) y la integración social (largo plazo) forman parte del mismo problema de estabilidad.
Conclusión operativa: la integración social se convierte en una pieza estratégica del tablero. Hay que crecer, sí, pero de una forma que neutralice la posibilidad revolucionaria.
4) El Estado Social: una tecnología de contención
El Estado social europeo se entiende mal si se narra como simple progreso moral. Es, ante todo, una tecnología diseñada para reducir los incentivos materiales de radicalización y desactivar la insurrección.
Sus pilares funcionan como dispositivos de seguridad política:
Seguridad Social: convertir el riesgo vital (vejez, enfermedad, accidente) en un derecho administrado.
Sanidad Universal: Reino Unido crea el NHS en 1948; otros países desarrollan sistemas equivalentes. El objetivo no es solo curar: es eliminar la enfermedad como fábrica de miseria y factor de movilización política. Cuando la tuberculosis o un accidente laboral no significan ruina familiar, la biografía obrera se vuelve más previsible y menos explosiva.
Pleno Empleo: institucionalizar la norma de que el paro masivo es dinamita. Keynes no es solo teoría económica: es manual de contrainsurgencia preventiva.
Negociación Colectiva: trasladar el conflicto laboral a instituciones antes de que se convierta en ruptura. El sindicato reconocido, la mesa de negociación, el arbitraje: cada uno de estos dispositivos funciona como válvula de presión.
En términos neutrales: se trata de reducir la incertidumbre material a gran escala para evitar que esa incertidumbre se traduzca en conflictividad sistémica. Esto no implica que fuera un plan monolítico ejecutado sin fisuras. Hubo improvisación, contradicciones internas, resistencias patronales y presiones sindicales genuinas. Pero la convergencia de intereses (miedo de élites + demanda popular + amenaza soviética) produjo un resultado estructural coherente: el bienestar como tecnología de gobernabilidad.
5) Bienestar como propaganda: la "vitrina" soviética y la carrera del bienestar
En plena Guerra Fría, el bienestar no es solo política interior, sino un argumento de competición.
Para sostener que la "carrera del bienestar" fue una necesidad estratégica conviene especificar el terreno de la disputa. La propaganda soviética no competía únicamente con promesas abstractas: exhibía avances materiales verificables en áreas concretas y comparables: vivienda social masiva, educación universal, vestido y alimentación subsidiados, seguridad social y empleo garantizado como derechos vinculados al régimen.
Y aquí está el punto crítico: la URSS no solo prometía, entregaba resultados comparables en ciertas áreas. Las tasas de alfabetización soviéticas superaban a las de varios países occidentales; el acceso a vivienda, aunque modesto en calidad, era universal y sin coste; el pleno empleo era nominal, pero también real en términos de derecho efectivo al trabajo. Para una Europa que recordaba la Gran Depresión y la inseguridad de entreguerras, estos logros tenían peso específico.
Competencia real, no imaginaria: Occidente no competía contra propaganda vacía, sino contra un modelo alternativo que había demostrado capacidad de movilización, industrialización y provisión social básica. Por eso, en Occidente, el bienestar opera como vitrina: no solo para persuadir, sino para bloquear simpatías y consolidar lealtades.
Dicho en lenguaje Krátos: si temes que la mayoría cambie de bando, necesitas mostrar superioridad material también en provisión social, no solo en mercancías de consumo.
6) Prosperidad y consumo: Integración por el bolsillo
El mecanismo de desactivación es casi mecánico:
Salarios y Productividad: pagar más para comprar paz social. El crecimiento de los Treinta Gloriosos permite vincular aumentos salariales a ganancias de productividad sin erosionar la rentabilidad empresarial.
Consumo de Masas: convertir al obrero en un consumidor con algo que perder. Crédito, vivienda en propiedad, electrodomésticos, vacaciones pagadas. Cada uno de estos elementos ancla al trabajador en el sistema.
Sindicato Reconocido: la vieja palanca revolucionaria (huelga general + hambre + deslegitimación) se debilita si el trabajador tiene contrato, protección y una biografía previsible.
La "cuestión social" deja de ser una bomba y se vuelve un expediente administrativo.
7) El Subsidio Colonial: el reverso externo del pacto
El pacto social europeo no flota en el vacío. Parte del bienestar metropolitano se apoyó en un "afuera" que pagó parte de la factura.
Aquí el caso británico es particularmente instructivo, aunque también el más complejo de cuantificar. Más allá de las negociaciones sobre deuda y balances comerciales, hay mecanismos fiscales y monetarios concretos que refuerzan la tesis del "subsidio externo":
Apropiación/centralización de divisas: la metrópoli se beneficia de la captación y gestión de recursos en divisas procedentes del espacio imperial y posimperial (Sterling Area), especialmente relevantes en una economía con restricciones externas severas. Estas divisas no se obtienen en condiciones de mercado simétrico, sino bajo relaciones de poder político.
Subordinación del desarrollo colonial: las prioridades de inversión y desarrollo de territorios periféricos se subordinan a necesidades fiscales, monetarias y de abastecimiento del centro. Los planes de desarrollo colonial británicos de la posguerra priorizan materias primas y productos agrícolas para la metrópoli antes que industrialización local.
Términos de intercambio asimétricos: las potencias coloniales y ex-coloniales mantienen ventajas estructurales en los precios de compra de materias primas y venta de manufacturas, lo que implica una transferencia neta de valor hacia el centro.
Precisión metodológica: Este punto requiere mayor desarrollo empírico. Cuantificar qué porcentaje del gasto social británico se financió directa o indirectamente con recursos imperiales es complejo y objeto de debate historiográfico. La comparación con países sin imperios coloniales equivalentes (Alemania, Escandinavia) muestra que el Estado social fue posible también sin esta base, aunque con trayectorias y tensiones distintas. Lo que aquí se sostiene no es que el imperio fuera condición necesaria del Estado social, sino que, donde existió, operó como facilitador material que alivió tensiones fiscales y de balanza de pagos en la fase de construcción del welfare state.
Nombrar estos mecanismos cambia el tono del argumento: el subsidio externo deja de ser una intuición y se vuelve flujo identificable. En términos neutrales: la estabilidad metropolitana se facilita trasladando parte del coste de ajuste a la periferia.
8) Michels en acción: Burocracia y absorción
La integración no solo es económica, sino organizativa. Si el proletariado entra en el Estado (vía partidos y sindicatos), sus organizaciones se transforman:
De instrumentos de ruptura → a gestores de estabilidad.
De cuadros militantes → a carreras burocráticas.
De horizonte revolucionario → a negociación incremental.
Esto encaja con Michels: la organización produce élite interna; esa élite se especializa, genera intereses propios y termina defendiendo la supervivencia de la máquina antes que su misión original. El Krátos obrero no desaparece necesariamente por represión directa, sino por absorción: se le da un lugar, un sueldo, una mesa… y un perímetro institucional.
Cierre: La paz social tiene precio, y la factura tiene fecha de caducidad
La posguerra no resolvió el conflicto social: lo administró.
Occidente aprendió la lección de 1917–1945: cuando la miseria y el miedo se combinan, el orden liberal no se sostiene por fe. Por eso el sistema compró tiempo y legitimidad con un pacto social de alto coste, apoyado por reconstrucción económica, arquitectura de seguridad y una guerra política abierta y clandestina.
El Estado social se entiende así como una inversión en seguridad política del sistema capitalista: un dispositivo diseñado para neutralizar el riesgo revolucionario pagando un precio material (alto en el presupuesto interno y aliviado en parte por mecanismos externos donde existieron) y canalizando las demandas de las masas a través de instituciones negociadas.
Pero toda inversión tiene su cálculo de rentabilidad. Y aquí es donde la historia da un giro: cuando ese seguro se encarece, cuando el crecimiento se frena, cuando el subsidio externo se estrecha con la descolonización, cuando la amenaza soviética desaparece en 1991… la élite comienza a recalcular.
Si la integración fue una tecnología contra la revolución, ¿qué ocurre cuando el riesgo revolucionario parece haber desaparecido? La respuesta es el neoliberalismo: no como ideología que cae del cielo, sino como reacción estructural a un cambio en el balance de poder. Cuando ya no hay que comprar la paz social, se puede empezar a rebajarla. Esa es la historia de las próximas entregas.
Obras citadas
Foreign Relations of the United States (FRUS). Western Europe, Volume III: 1948 (selección sobre Italia). Office of the Historian, U.S. Department of State. • Office of the Historian, U.S. Department of State. Marshall Plan, 1948 (Milestones in the History of U.S. Foreign Relations). • Marshall, George C. European Recovery Program / "Plan Marshall" (texto/discurso, 1947; compilaciones históricas). • The NHS: the story so far (1948–2010). PubMed Central (PMC), National Institutes of Health (NIH). • The history and development of the UK National Health Service. Documento histórico (PDF). • Redalyc. Seguridad social, empleo y propiedad privada en William Henry Beveridge. • William Henry Beveridge (1879–1963): La construcción de los modelos de seguridad social. Revista Laborum (artículo). • UNAM (Unidad de Apoyo para el Aprendizaje). Régimen socialista soviético (síntesis de rasgos sociales y provisión). • SciELO México. Guerra fría y propaganda: Estados Unidos y su cruzada cultural en… (artículo). • Relations of extraction, relations of redistribution: Empire, nation, and the construction of welfare states. PubMed Central (PMC), NIH. • ILO (International Labour Organization). Los sindicatos y la economía global: una historia inconclusa. • ILO Research Repository. Problemas de la administración colonial británica (documento). • (PDF) El Plan Marshall y la reconstrucción europea posterior a la Segunda Guerra Mundial (documento académico en repositorio). • Dialnet. Los sindicatos y el renacimiento de la política social europea (artículo). • Dialnet. El movimiento obrero en América Latina: una visión histórico… (artículo).



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