La economía va bien. La democracia, no tanto.
La financiarización no solo transformó la economía: redefinió la democracia. El poder ya no fluye desde los ciudadanos hacia el Estado, sino desde los mercados hacia los gobiernos. Gobernar se ha vuelto un ejercicio de obediencia contable: equilibrar los números, aunque se desequilibre la vida. En las democracias contemporáneas ya no se gobierna para los ciudadanos, sino para l os mercados. La política económica ha cambiado de sujeto: donde antes estaba el pueblo, hoy está el capital financiero. El voto que decide el rumbo de un país ya no se emite cada cuatro años en una urna, sino cada mañana en las pantallas que muestran la prima de riesgo, el precio de la deuda o la cotización del dólar.  El nuevo soberano no tiene rostro, pero sí poder. Y su lenguaje es el de la macroeconomía.  El poder ha cambiado de dirección: ya no asciende desde las urnas, sino que desciende desde los mercados financieros.  La financiarización como nuevo régimen político  Durante el siglo XX, el Estado era el ...