La Unión Europea no nació sola: el diseño atlántico de la integración (1947–1952)
Recursos, condiciones y empuje: el papel estadounidense en la integración (1947–1952)
Cuando Donald Trump cuestiona la OTAN, amenaza con aranceles a la UE o exige que Europa "pague su parte", la reacción europea oscila entre la indignación y la perplejidad. Pero esa perplejidad revela un olvido: la alianza atlántica nunca fue una relación entre iguales movida por ideales compartidos. Fue, desde el principio, un diseño funcional donde Washington invirtió en Europa porque le convenía. Y lo que se construye por utilidad puede desmontarse por utilidad.
En un vistazo: La historia oficial de la Unión Europea comienza en la Declaración Schuman (1950): carbón y acero bajo autoridad común, guerra franco-alemana imposible. Ese origen no es falso, pero es selectivo. Este artículo defiende una tesis simple: la integración europea fue europea en sus actores, pero atlántica en sus condiciones de posibilidad. Estados Unidos financió la reconstrucción (Plan Marshall), impuso marcos de coordinación (OEEC), respaldó diplomáticamente el salto Schuman/CECA, apoyó redes europeístas con financiación encubierta (ACUE-CIA) y diseñó la integración como pieza funcional del orden occidental. Europa decidió, sí, pero dentro de un marco financiado, condicionado y empujado por Washington. La UE es el resultado de un éxito europeo que fue, simultáneamente, un objetivo estratégico atlántico.
Introducción
La historia oficial suele empezar en la Declaración Schuman (9 de mayo de 1950): si carbón y acero —la base material de la guerra industrial— quedan bajo una autoridad común, la guerra entre Francia y Alemania deja de ser una opción. De ahí la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero) y, por acumulación institucional, la UE (Unión Europea), tal como recoge la propia documentación institucional de la Unión.
Ese origen no es falso. Es selectivo.
Una lectura dura del periodo 1947–1952 obliga a cambiar el foco: menos liturgia fundacional y más condiciones de posibilidad. La tesis es simple: la integración fue europea en sus actores, pero atlántica en sus condiciones de posibilidad. Estados Unidos financió la reconstrucción, impuso un marco de coordinación, respaldó diplomáticamente el salto Schuman/CECA y apoyó redes europeístas —incluida financiación encubierta— que aceleraron un resultado institucional funcional para el bloque occidental; esa lectura aparece tanto en síntesis institucionales (por ejemplo, las de la OECD, Organisation for Economic Co-operation and Development / Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) como en la documentación diplomática estadounidense disponible en la Office of the Historian (Oficina del Historiador) del Departamento de Estado.
Pilar 1 — El Plan Marshall: ayuda y, sobre todo, marco de cooperación obligada
El Plan Marshall —formalmente ERP (European Recovery Program, Programa de Recuperación Europea)— no fue solo un programa económico. Fue un instrumento geopolítico: reconstrucción para estabilizar Europa occidental y contener la expansión soviética. Su efecto decisivo sobre la integración fue el método: convertir la cooperación europea en condición práctica para recibir apoyo, como subrayan las síntesis históricas de la OECD y repositorios historiográficos europeos como el CVCE (Centre Virtuel de la Connaissance sur l'Europe, Centro Virtual de Conocimiento sobre Europa).
En el discurso de Harvard (5 de junio de 1947), George C. Marshall fijó la arquitectura: "la iniciativa debe venir de Europa" y el papel de EE. UU. sería el de ayuda "amistosa" en la elaboración y apoyo del programa; ese texto se conserva y se reproduce en archivos y repositorios documentales como los National Archives y la George C. Marshall Foundation.
El método como instrumento: Washington no era un espectador neutral. No solo quería reconstrucción: quería un tipo de reconstrucción. Para parte de la élite política estadounidense, la integración europea era un medio para objetivos mayores (estabilidad política, contención del comunismo, reconciliar la recuperación alemana con la seguridad de sus vecinos).
En trabajos sobre redes federalistas y su financiación se formula explícitamente la idea de "reorganizar" Europa occidental como federación tomando como referencia el modelo norteamericano, una línea que aparece en investigación académica accesible en repositorios universitarios como el Dipòsit Digital de la Universitat de Barcelona.
Resultado: la integración empieza como disciplina inducida desde fuera —no como tratado, sino como condición administrativa de un programa de rescate.
Pilar 2 — La OEEC: la infraestructura técnica de una Europa coordinada
Las narrativas se sostienen con discursos; los procesos históricos se consolidan con instituciones que obligan a coordinar decisiones. La OEEC (Organisation for European Economic Co-operation, Organización Europea de Cooperación Económica) nace como mecanismo europeo para organizar la gestión y distribución de la ayuda asociada al ERP, como explican tanto la OECD (en sus reconstrucciones históricas) como el CVCE (en sus dossiers sobre el Plan Marshall y la cooperación europea).
Supranacionalidad operativa antes que política: En 1950 se crea la EPU (European Payments Union, Unión Europea de Pagos) —en el marco de la OEEC— para facilitar pagos y multilateralizar compensaciones en un continente con restricciones monetarias y un "cuello de botella" de divisas.
Ese suelo técnico importa porque obliga: exige intercambiar información, armonizar procedimientos y operar con reglas comunes en ámbitos sensibles (pagos, comercio, liberalización gradual). La política "alta" llega después, pero llega sobre hábitos, dispositivos y dependencia mutua ya construidos, de nuevo en línea con los análisis del CVCE.
Pilar 3 — Schuman/CECA: el respaldo estadounidense frente a las dudas británicas
El Plan Schuman (1950) requería garantías y empuje diplomático. Los archivos del Departamento de Estado muestran una línea de acción explícita: en FRUS (Foreign Relations of the United States, Relaciones Exteriores de Estados Unidos), volumen 1950 sobre Europa Occidental, aparece un bloque documental que describe los "esfuerzos de Estados Unidos para asegurar el éxito de la negociación" del Plan Schuman para una comunidad europea del carbón y del acero, tal como lo organiza y presenta la Office of the Historian.
Ese respaldo contaba porque había resistencias internas en Europa. En particular, el Reino Unido desconfiaba de la supranacionalidad. No es interpretación retrospectiva: el propio archivo europeo conserva actas del Gabinete británico (2 de junio de 1950) acordando no participar en las negociaciones "en los términos" del plan, tal como se recoge en materiales del CVCE. Y los materiales históricos sobre el periodo describen la tensión franco-británica: Schuman y Monnet no querían que Londres frenase una autoridad con rasgos supranacionales, como también refleja el CVCE al reconstruir el debate político de esos días.
La lógica estratégica: Washington no empujaba por una simple zona de libre comercio: veía el valor estratégico de una estructura más "profunda". Una cooperación laxa no bastaba para encajar la recuperación alemana en un marco de control aceptable para Francia; carbón y acero eran el núcleo material del rearme y de la guerra industrial.
Pilar 4 — Redes y financiación política: ACUE y la aceleración del europeísmo
La integración no se impulsó solo por tratados. También fue un campo de intervención sobre redes, plataformas y élites pro-integración.
Richard J. Aldrich documenta el papel del ACUE (American Committee on United Europe, Comité Americano por una Europa Unida) como "conducto" de asistencia estadounidense, con dirección vinculada al ecosistema de inteligencia y seguridad nacional de la época; esta línea aparece en su trabajo académico asociado, entre otros, a la Universidad de Warwick.
La palanca encubierta: Existe documentación desclasificada en el CIA Reading Room (archivo público de la CIA, Central Intelligence Agency / Agencia Central de Inteligencia) que relaciona financiación y operaciones de apoyo a la "unidad europea", incluyendo referencias al ACUE como canal. Esto no "prueba" una Europa creada desde Washington, pero sí fija un hecho relevante: junto a la palanca visible (ERP) existió una palanca encubierta (financiación y operaciones de influencia) destinada a fortalecer el europeísmo organizado en capas influyentes.
Pilar 5 — Integración como pieza del orden atlántico: el "cui bono"
¿Qué ganaba Washington con una Europa unificada?
Contención soviética: estabilidad económica contra polarización social y crisis políticas, una lectura frecuente en reconstrucciones vinculadas a la George C. Marshall Foundation.
El "problema alemán": reindustrializar Alemania sin soltarla, atándola a un marco institucional compartido (carbón y acero como sectores estratégicos), en línea con el enfoque de seguridad que subraya el EPRS del Parlamento Europeo.
Compartir carga (burden-sharing): un bloque occidental más fuerte reduce el coste relativo de sostener Europa país a país, argumento que aparece en literatura historiográfica y debates académicos recopilados en redes como H-Net.
Mercado predecible: una Europa más integrada reduce fricciones internas y hace más estable el espacio económico occidental; esta dimensión se ve en la documentación diplomática y estratégica que organiza la Office of the Historian (FRUS).
Gobernabilidad: es más barato gestionar un bloque institucionalizado que una suma de Estados en crisis recurrente; la coordinación reemplaza la improvisación permanente, un punto coherente con las síntesis históricas de la OECD sobre cooperación e institucionalidad económica europea.
Objeción seria: "La integración rescata al Estado-nación"
La tesis se cae si se plantea como "Europa fabricada desde fuera". La objeción fuerte (y clásica) es la de Alan S. Milward: la integración no destruye el Estado-nación; lo salva, dándole margen de viabilidad económica y legitimidad. Los Estados europeos eligieron integrar porque les convenía, como se recoge en su obra y en la discusión académica disponible en plataformas como JSTOR.
Agencia acotada, no anulada: El "factor estadounidense" no anula esa agencia; la acota. Europa decidió, pero decidió dentro de un marco financiado, condicionado y empujado por EE. UU., algo que se entiende mejor cuando se ponen juntos el diseño presupuestario y legal del ERP (documentable en repositorios institucionales estadounidenses como Congress.gov) y la evidencia diplomática organizada por la Office of the Historian (FRUS).
Conclusión: causalidad estructural, no hagiografía
La Unión Europea no nace solo de un ideal ético. Nace de una convergencia de intereses en la que EE. UU. aporta recursos, condiciones y empuje, y las élites europeas aprovechan esa arquitectura para resolver dilemas de posguerra. La conclusión histórica es sobria: la UE es el resultado de un éxito europeo que fue, simultáneamente, un objetivo estratégico atlántico.
Epílogo: del utilitarismo fundacional al utilitarismo presente
La administración Trump no inventó el cuestionamiento estadounidense a Europa. Solo hizo explícito lo que siempre estuvo implícito: la relación atlántica es transaccional. Cuando Washington financió el Plan Marshall, respaldó el Plan Schuman y empujó la CECA, no lo hizo por altruismo. Lo hizo porque una Europa integrada, estable y alineada servía a sus intereses estratégicos en la Guerra Fría.
Hoy ese cálculo ha cambiado. China reemplaza a la URSS como prioridad, Europa no está en llamas y el "burden-sharing" (reparto de carga) ya no es una expresión diplomática: es una exigencia directa. Trump amenaza con aranceles, condiciona la defensa europea a pagos mayores en la OTAN y trata a la UE como socio comercial problemático, no como aliado privilegiado.
El malentendido histórico: La sorpresa europea ante esto revela un malentendido histórico: se asumió que la alianza atlántica era un pacto moral cuando siempre fue un acuerdo de conveniencia mutua. Estados Unidos ayudó a construir Europa porque le servía. Ahora que le sirve menos —o le sirve de otra forma—, ajusta el trato.
Esto no convierte la integración europea en un "engaño" ni la despoja de legitimidad. Pero sí obliga a dos lecturas incómodas:
1. Europa no eligió integrarse en el vacío. Lo hizo dentro de un marco financiado, condicionado y empujado desde fuera. Esa integración fue real, pero no autónoma.
2. La autonomía estratégica europea no es un eslogan. Es una necesidad histórica. Si el proyecto europeo nació como pieza funcional del orden atlántico, su supervivencia en un mundo post-atlántico exige refundarlo sobre bases propias.
Continuidad, no traición: El utilitarismo de Trump no es una traición. Es una continuidad: Estados Unidos sigue haciendo lo que siempre hizo, calcular qué le conviene. La diferencia es que ahora lo dice en voz alta.
Fuentes núcleo



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