"Doctor, ¿debo descubrir la humildad que encierran mis manos? ¿Acaso estoy obligado a saberlo?"
(Paul Bowles)
miércoles, enero 14, 2004
Parroco Glennie: Es la primera vez que estas puertas se han abierto desde hace doce años.
John Mohune: Tienen que estar abiertas. No sabemos cuando volverá el a casa.
Parroco Glennie: ¿Jeremy Fox?
Grace: ¿Estás seguro de que volverá?
John Mohune: Sí, es mi amigo
('Los contrabandistas de Moonfleet'. Fritz Lang, 1955)
Soy un admirador absoluto de esta película poco conocida y valorada -siempre al modesto entender de mi fracaso- de la etapa americana de uno de los grandes directores de la historia del cine, Fritz Lang y, principalmente, admiro este conmovedor final en el que el joven John Mohune, una vez establecido en la vida gracias al sacrificio de su amigo Jeremy Fox, sigue esperando un regreso que el espectador sabe imposible.
Todos le hemos visto marchar, herido de muerte, en una barca de pescadores en busca de un cada vez más difuminado horizonte, como si el propio Fox fuera quién lo contemplara. Abandonado y abandonándose, mecido por la marea y el cada vez más lento sonar de su corazón, muriendo por fin en paz.
Siempre he amado esta película (por supuesto no tanto como la quiero a ella).
John Mohune: ¡Jeremy!
Jeremy Fox: ¡John!
John Mohune: ¿Es hora de partir, señor?
Jeremy Fox: No, todavía no.
John Mohune: ¿Es que pasa algo?
Jeremy Fox: No, no. Sólo que cambiaremos nuestros planes. Quédate aquí hasta que amanezca. Después tienes que volver a Moonfleet. Busca al párroco Glennie. Dale el diamante y cuéntaselo todo.
John Mohune: ¿No vamos a marcharnos juntos?
Jeremy Fox: Si alguien te detiene, dile que yo te retenía y que te has escapado.
John Mohune: Pero señor, ¡es que no quiero irme solo!
Jeremy Fox: No siempre podemos hacer lo que queremos, John. Necesito alguien aquí en casa en quien confiar. Alguien de quien depender hasta que vuelva.
John Mohune: ¿Pero volverá pronto?
Jeremy Fox: Tan pronto como pueda. ¿Puedo confiar en ti?
John Mohune: Sí, señor, si cree que es lo mejor.
Jeremy Fox: Es lo mejor. Buena suerte, John Mohune.
John Mohune: Buena suerte, señor.
('Los contrabandistas de Moonfleet'. Fritz Lang, 1955)
'No siempre podemos hacer lo que queremos, John'... Aspero Mundo también para Jeremy Fox..
Adios para siempre, señor Fox.
Las puertas siempre permanecen abiertas para los que, en realidad, nunca se han marchado.
En el fondo, y pese a los delirios de grandeza de nuestra conciencia (a la que siempre ha apretado el zapato de nuestra condición mortal) somos seres pequeños, tan pequeños como cualquier otro, como los perros que se me murieron y aún recuerdo sintiendo su cálido aliento junto a mi ser.
La de las puertas abiertas es la única trascendencia a la que podemos aspirar.
Los dioses y los demonios, el cielo y el infierno... Los demás.
John Mohune: Tienen que estar abiertas. No sabemos cuando volverá el a casa.
Parroco Glennie: ¿Jeremy Fox?
Grace: ¿Estás seguro de que volverá?
John Mohune: Sí, es mi amigo
('Los contrabandistas de Moonfleet'. Fritz Lang, 1955)
Soy un admirador absoluto de esta película poco conocida y valorada -siempre al modesto entender de mi fracaso- de la etapa americana de uno de los grandes directores de la historia del cine, Fritz Lang y, principalmente, admiro este conmovedor final en el que el joven John Mohune, una vez establecido en la vida gracias al sacrificio de su amigo Jeremy Fox, sigue esperando un regreso que el espectador sabe imposible.
Todos le hemos visto marchar, herido de muerte, en una barca de pescadores en busca de un cada vez más difuminado horizonte, como si el propio Fox fuera quién lo contemplara. Abandonado y abandonándose, mecido por la marea y el cada vez más lento sonar de su corazón, muriendo por fin en paz.
Siempre he amado esta película (por supuesto no tanto como la quiero a ella).
John Mohune: ¡Jeremy!
Jeremy Fox: ¡John!
John Mohune: ¿Es hora de partir, señor?
Jeremy Fox: No, todavía no.
John Mohune: ¿Es que pasa algo?
Jeremy Fox: No, no. Sólo que cambiaremos nuestros planes. Quédate aquí hasta que amanezca. Después tienes que volver a Moonfleet. Busca al párroco Glennie. Dale el diamante y cuéntaselo todo.
John Mohune: ¿No vamos a marcharnos juntos?
Jeremy Fox: Si alguien te detiene, dile que yo te retenía y que te has escapado.
John Mohune: Pero señor, ¡es que no quiero irme solo!
Jeremy Fox: No siempre podemos hacer lo que queremos, John. Necesito alguien aquí en casa en quien confiar. Alguien de quien depender hasta que vuelva.
John Mohune: ¿Pero volverá pronto?
Jeremy Fox: Tan pronto como pueda. ¿Puedo confiar en ti?
John Mohune: Sí, señor, si cree que es lo mejor.
Jeremy Fox: Es lo mejor. Buena suerte, John Mohune.
John Mohune: Buena suerte, señor.
('Los contrabandistas de Moonfleet'. Fritz Lang, 1955)
'No siempre podemos hacer lo que queremos, John'... Aspero Mundo también para Jeremy Fox..
Adios para siempre, señor Fox.
Las puertas siempre permanecen abiertas para los que, en realidad, nunca se han marchado.
En el fondo, y pese a los delirios de grandeza de nuestra conciencia (a la que siempre ha apretado el zapato de nuestra condición mortal) somos seres pequeños, tan pequeños como cualquier otro, como los perros que se me murieron y aún recuerdo sintiendo su cálido aliento junto a mi ser.
La de las puertas abiertas es la única trascendencia a la que podemos aspirar.
Los dioses y los demonios, el cielo y el infierno... Los demás.
viernes, enero 09, 2004
Nuestra condición de palpitante carne constantemente sangrada por el tiempo.
El eterno presente de una lucha desigual contra un incansable enemigo que no cesa.
La abrasiva caricia de los segundos....
Y siempre el asombro estallando en nuestra sorprendida conciencia.
Lo que entonces era lo mismo ahora es distinto.
La mirada del que ayer miraba ahogada en otra actual y distinta.
La conciencia descubriendo el engaño de la diferencia,
Notando que, de repente, somos otros,
que hay nuevas nostalgias llamando a nuestra puerta.
El eterno presente de una lucha desigual contra un incansable enemigo que no cesa.
La abrasiva caricia de los segundos....
Y siempre el asombro estallando en nuestra sorprendida conciencia.
Lo que entonces era lo mismo ahora es distinto.
La mirada del que ayer miraba ahogada en otra actual y distinta.
La conciencia descubriendo el engaño de la diferencia,
Notando que, de repente, somos otros,
que hay nuevas nostalgias llamando a nuestra puerta.
"Agradeciéndole, muy sinceramente, su colaboración en el proceso de selección llevado a cabo durante los meses de noviembre y diciembre para cubrir el puesto de Redactor de Nuevo Diario, le comunicamos que en estos momentos no nos es posible contar con su participación en dicho proyecto.
Reiterándole nuestro agradecimiento, reciba un cordial saludo"
Con la carta guardada en el bolsillo, mi fracaso comete el inmenso error de dejar de pensar en ella y empieza a preguntarse qué es lo que le diferencia de esa -piensa- inmensa mayoría con la que 'ellos' cuentan.
Viaja en autobús y, a través de los cristales, cree reconocerlos caminando las calles... La lucidez le abandona. Se lo toma en serio. Por un momento piensa que algo le falta y que jamás podrá tenerlo. Por un instante quisiera ser otro (un otro que quizá a ella ni le interese ni le conmueva)
Olvida las palabras del viejo Bowles: 'No cambiaré. Esa es la ley, y es correcta".
Reiterándole nuestro agradecimiento, reciba un cordial saludo"
Con la carta guardada en el bolsillo, mi fracaso comete el inmenso error de dejar de pensar en ella y empieza a preguntarse qué es lo que le diferencia de esa -piensa- inmensa mayoría con la que 'ellos' cuentan.
Viaja en autobús y, a través de los cristales, cree reconocerlos caminando las calles... La lucidez le abandona. Se lo toma en serio. Por un momento piensa que algo le falta y que jamás podrá tenerlo. Por un instante quisiera ser otro (un otro que quizá a ella ni le interese ni le conmueva)
Olvida las palabras del viejo Bowles: 'No cambiaré. Esa es la ley, y es correcta".
viernes, enero 02, 2004
Buenos propósitos
Mi fracaso -que últimamente se pasa los días echándola de menos y deseando verla aunque ella se acabe de marchar- empleó la esteril tarde del primer día del año en hacer algo que desde hacía tiempo venía queriendo hacer: ver "Cleopatra" de Joseph Leo Mankiewickz.
Sin lugar a dudas, y en términos relativos, "Cleopatra" es la película más cara de la historia del cine y probablemente lo sea siempre porque los 44 millones de dólares que en su totalidad el proyecto costó quizá supongan hoy en día una cantidad diez veces superior.
Curiosidades:
- Su protagonista, Elizabeth Taylor, fué el primer actor en cobrar un millón de dólares por una película (y eso que lo dijo de coña, para que le dejaran en paz)
- El proyecto comenzó con un director distinto: Rouben Mamoulian, amigo personal del productor Walter Wanger y reputado director de actrices.
- Se decidió rodarla en los estudios Pynewood de Londres; Lo inclemente del clima inglés unido al ligero vestuario diseñado para la Taylor trajeron como consecuencia un catarro que, convertido en peligrosa neumonía, a punto estuvo de llavarse por delante a la estrella. Si uno se fija puede ver una cicatriz en la parte delantera del cuello de la actriz, la cicatriz de la traqueotomía que los médicos tuvieron que hacerle.
- El proyecto tuvo otro reparto: Peter Finch (Julio César), Stephen Boyd (Marco Antonio) y Keith Baxter (Octavio)
- Joseph Leo Mankiewickz reemplazó a Mamoulian tras el fracaso del rodaje en el Reino Unido. Cinco meses de fil´mación y sólo diez minutos de película útil.
- El rodaje se trasladó a Italia, a los estudios Cinecitá, donde hubo que empezar de nuevo, incluído un nuevo reparto que sería el definitivo.
- Mankiewickz rodaba por el día y continuaba el guión de las noches, llegando a convertirse en un auténtico despojo humano pendiente única y exclusivamente de las inyecciones de vitaminas (y supongo que más cosas) que los médicos del rodaje le ponían dos veces al día.
- El propósito del director era repartir el metraje de la película en dos películas de tres horas: "Cesar y Cleopatra" y "Marco Antonio y Cleopatra"... Darryl F. Zanuck, responsable de la Fox no se lo permitió: lo que le interesaba al público era asistir al espectáculo de las chispas que saltaban entre la Taylor y Richard Burton y no estaba dispuesto a correr el riesgo de hacerles esperar.
- El rodaje de la película duró en torno a tres años, rodándose las últimas escenas -que curiosamente son cronológicamente las primeras de la película- en Almería en el año 1963. Una vez que el rodaje hacía meses que había sido dado por terminado y como consecuencia de la mala calidad de las anteriores.
- La espectacular entrada de Cleopatra en Roma fue rodada dos veces, ante el veto del director de fotografía Leon Shamroy.
- Roddy MacDowall, que interpretaba a Octavio Augusto, era un firme candidato a ganar el oscar al mejor actor secundario, pero el fatal error del proponerle para el premio al mejor actor principal le privó del mismo.
Hay muchas más anécdotas, pero, y aún siendo una flamante y espectacular producción, lo que siempre más me ha atraído de esta cinta es su guión: el sinpar genio de Mankiewicz para plantear situaciones y llenarlas, como una piñata, de dialogos lúcidos y chispeantes.
44 millones de dólares dependiendo de una pluma y un papel sabiamente utilizados por uno de los más grandes en la soledad de una habitación de hotel.
Un enorme cuerpo bestial dependiendo de un alma pequeña, del tamaño de un cuaderno para escribir.
No nos equivoquemos nunca más.
Si no nos emocionamos con la historia que Cleopatra le cuenta a Marco Antonio, la del sepulcro donde un amante había escrito: "¿Vendrás esta noche a descansar?", es que algo malo nos pasa y que algo mucho peor, más adelante, nos puede pasar: hacernos viejos y no tener nada que contar.
Ante el sepulcro de Alejandro Magno, César le dice a Cleopatra que a sus 52 años lo único que de verdad le importa es que el mundo no le conquiste, mantenerse libre y capaz de seguir adelante.
Los años pueden pasar sobre nosotros y de hecho lo hacen, como viento que lentamente nos desgasta y nos lleva-, pero nuestra voluntad, nuestra fuerza, nuestras ganas de seguir adelante, jamás deben pasar.
Mi fracaso -que últimamente se pasa los días echándola de menos y deseando verla aunque ella se acabe de marchar- empleó la esteril tarde del primer día del año en hacer algo que desde hacía tiempo venía queriendo hacer: ver "Cleopatra" de Joseph Leo Mankiewickz.
Sin lugar a dudas, y en términos relativos, "Cleopatra" es la película más cara de la historia del cine y probablemente lo sea siempre porque los 44 millones de dólares que en su totalidad el proyecto costó quizá supongan hoy en día una cantidad diez veces superior.
Curiosidades:
- Su protagonista, Elizabeth Taylor, fué el primer actor en cobrar un millón de dólares por una película (y eso que lo dijo de coña, para que le dejaran en paz)
- El proyecto comenzó con un director distinto: Rouben Mamoulian, amigo personal del productor Walter Wanger y reputado director de actrices.
- Se decidió rodarla en los estudios Pynewood de Londres; Lo inclemente del clima inglés unido al ligero vestuario diseñado para la Taylor trajeron como consecuencia un catarro que, convertido en peligrosa neumonía, a punto estuvo de llavarse por delante a la estrella. Si uno se fija puede ver una cicatriz en la parte delantera del cuello de la actriz, la cicatriz de la traqueotomía que los médicos tuvieron que hacerle.
- El proyecto tuvo otro reparto: Peter Finch (Julio César), Stephen Boyd (Marco Antonio) y Keith Baxter (Octavio)
- Joseph Leo Mankiewickz reemplazó a Mamoulian tras el fracaso del rodaje en el Reino Unido. Cinco meses de fil´mación y sólo diez minutos de película útil.
- El rodaje se trasladó a Italia, a los estudios Cinecitá, donde hubo que empezar de nuevo, incluído un nuevo reparto que sería el definitivo.
- Mankiewickz rodaba por el día y continuaba el guión de las noches, llegando a convertirse en un auténtico despojo humano pendiente única y exclusivamente de las inyecciones de vitaminas (y supongo que más cosas) que los médicos del rodaje le ponían dos veces al día.
- El propósito del director era repartir el metraje de la película en dos películas de tres horas: "Cesar y Cleopatra" y "Marco Antonio y Cleopatra"... Darryl F. Zanuck, responsable de la Fox no se lo permitió: lo que le interesaba al público era asistir al espectáculo de las chispas que saltaban entre la Taylor y Richard Burton y no estaba dispuesto a correr el riesgo de hacerles esperar.
- El rodaje de la película duró en torno a tres años, rodándose las últimas escenas -que curiosamente son cronológicamente las primeras de la película- en Almería en el año 1963. Una vez que el rodaje hacía meses que había sido dado por terminado y como consecuencia de la mala calidad de las anteriores.
- La espectacular entrada de Cleopatra en Roma fue rodada dos veces, ante el veto del director de fotografía Leon Shamroy.
- Roddy MacDowall, que interpretaba a Octavio Augusto, era un firme candidato a ganar el oscar al mejor actor secundario, pero el fatal error del proponerle para el premio al mejor actor principal le privó del mismo.
Hay muchas más anécdotas, pero, y aún siendo una flamante y espectacular producción, lo que siempre más me ha atraído de esta cinta es su guión: el sinpar genio de Mankiewicz para plantear situaciones y llenarlas, como una piñata, de dialogos lúcidos y chispeantes.
44 millones de dólares dependiendo de una pluma y un papel sabiamente utilizados por uno de los más grandes en la soledad de una habitación de hotel.
Un enorme cuerpo bestial dependiendo de un alma pequeña, del tamaño de un cuaderno para escribir.
No nos equivoquemos nunca más.
Si no nos emocionamos con la historia que Cleopatra le cuenta a Marco Antonio, la del sepulcro donde un amante había escrito: "¿Vendrás esta noche a descansar?", es que algo malo nos pasa y que algo mucho peor, más adelante, nos puede pasar: hacernos viejos y no tener nada que contar.
Ante el sepulcro de Alejandro Magno, César le dice a Cleopatra que a sus 52 años lo único que de verdad le importa es que el mundo no le conquiste, mantenerse libre y capaz de seguir adelante.
Los años pueden pasar sobre nosotros y de hecho lo hacen, como viento que lentamente nos desgasta y nos lleva-, pero nuestra voluntad, nuestra fuerza, nuestras ganas de seguir adelante, jamás deben pasar.
"Me volví hacia la extensión de tierras y me pregunté hasta donde ir. Exactamente la misma pregunta que me hice antes, cuando nadaba en el océano. ¿A partir de qué lugar empieza a ser peligroso seguir alejándose? Y comprendí que uno se lo pregunta cuando ya empieza a creer que ha ido demasiado lejos"
("Crónicas de Motel", Sam Shepard)
("Crónicas de Motel", Sam Shepard)
sábado, diciembre 20, 2003
"Mi novia trazó mi casta astral de acuerdo con los datos fraudulentos que le había facilitado la Enfermera Jefe. Me dijo que me aguardaba una vida interesante pero muy difícil, y que Saturno estaba exactamente en la misma posición que ocupaba en el nacimiento de Goethe... No le pedí más detalles. Tenía un aspecto tierno e inocente."
("Crónicas de motel", Sam Shepard)
("Crónicas de motel", Sam Shepard)
jueves, diciembre 18, 2003
miércoles, diciembre 17, 2003
Copas de yate!
1
Todos los devoradores de películas tenemos también nuestro corazoncito, un estado del alma muy personal donde nuestros ojos van guardando películas que de lo contrario tendrían muy difícil acomodo en los rectilíneos anaqueles de nuestro educado y docto gusto. Películas que... lo reconocemos, no son redondas ni perfectas obras maestras desde el punto de vista del forjado personal criterio.
Son películas que simplemente nos gustan.... No sabemos por qué. Peliculas que nos llaman en la noche con una voz muy familiar, que ya hemos escuchado antes.
En mi caso 'Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto' es una de ellas.
2
Me alegro mucho de que a mi amigo F.S. también le guste.
Compartiendo mesa y mantel en una cena y poco antes de subirse al escenario del Honky para convertir el Manzanares, a golpes de su guitarra eléctrica, en un afluente más por la izquierda del Mississipí, acabamos hablando de 'Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto'. Me citó su largo título deseando terminar, como si ya estuviera escuchando mi 'no la conozco' por respuesta.
El también se alegró de que a mi me gustara.
Hablamos de que era una de las pocas películas de Andy Garcia que merecían la pena, que Christopher Walken estaba espléndido, de Steve Buscemi y de Treat Williams. Nos reímos con la palabra 'alforfones', hicimos alguna rima previsible y continuamos cenando no sin antes desearnos 'copas de yate'.
No teorizamos.
3
A los que no han visto la película les diré que desear 'copas de yate' es una forma de desear tus mejores deseos a un amigo.
Imaginad.
Ya lo habeis conseguido! Todo ha salido bien. Estais a salvo y descansais bajo el cielo azul, mecidos por un mar en calma que os contagia su tranquilidad. Las preocupaciones y problemas han quedado más al Norte, abandonadas en cualquier sucio callejón de una ciudad fría y gris. Es entonces cuando las copas saben mejor.
Son las copas de yate y no todos viven lo suficiente como para tener la oportunidad de tomarlas.
Pero éso no importa, se vive para intentarlo.
4
El punto de encuentro para los admiradores de 'Casablanca' es desde hace mucho tiempo un lugar atestado.
Admirar una obra maestra es fácil, su talento siempre está concentrado en torno a la media aritmética de la estética. Incluso, el acuerdo en las bondades de ésta u otra película acaba siendo un acto social de asentimiento en el que el aprecio por la obra en sí se pierde. Lo que queremos es gustar, ser aceptados y encajar. Si mentimos y decimos que nos gustan, todos nos creen. Nunca hay problema.
Lo difícil es coincidir en uno de esos pequeños milagros.
Toparse con un amigo en medio de un desierto lugar que nadie visita. Quizá por eso existe la amistad, por esos encuentros en aislados lugares del espíritu.
5
Como se que todos vosotros estais tramando algo, que teneis un plan para salir adelante y que, de funcionar, podréis retiraros, aceptad mis buenos deseos. Para todos vosotros: ¡¡copas de yate!!!
1
Todos los devoradores de películas tenemos también nuestro corazoncito, un estado del alma muy personal donde nuestros ojos van guardando películas que de lo contrario tendrían muy difícil acomodo en los rectilíneos anaqueles de nuestro educado y docto gusto. Películas que... lo reconocemos, no son redondas ni perfectas obras maestras desde el punto de vista del forjado personal criterio.
Son películas que simplemente nos gustan.... No sabemos por qué. Peliculas que nos llaman en la noche con una voz muy familiar, que ya hemos escuchado antes.
En mi caso 'Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto' es una de ellas.
2
Me alegro mucho de que a mi amigo F.S. también le guste.
Compartiendo mesa y mantel en una cena y poco antes de subirse al escenario del Honky para convertir el Manzanares, a golpes de su guitarra eléctrica, en un afluente más por la izquierda del Mississipí, acabamos hablando de 'Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto'. Me citó su largo título deseando terminar, como si ya estuviera escuchando mi 'no la conozco' por respuesta.
El también se alegró de que a mi me gustara.
Hablamos de que era una de las pocas películas de Andy Garcia que merecían la pena, que Christopher Walken estaba espléndido, de Steve Buscemi y de Treat Williams. Nos reímos con la palabra 'alforfones', hicimos alguna rima previsible y continuamos cenando no sin antes desearnos 'copas de yate'.
No teorizamos.
3
A los que no han visto la película les diré que desear 'copas de yate' es una forma de desear tus mejores deseos a un amigo.
Imaginad.
Ya lo habeis conseguido! Todo ha salido bien. Estais a salvo y descansais bajo el cielo azul, mecidos por un mar en calma que os contagia su tranquilidad. Las preocupaciones y problemas han quedado más al Norte, abandonadas en cualquier sucio callejón de una ciudad fría y gris. Es entonces cuando las copas saben mejor.
Son las copas de yate y no todos viven lo suficiente como para tener la oportunidad de tomarlas.
Pero éso no importa, se vive para intentarlo.
4
El punto de encuentro para los admiradores de 'Casablanca' es desde hace mucho tiempo un lugar atestado.
Admirar una obra maestra es fácil, su talento siempre está concentrado en torno a la media aritmética de la estética. Incluso, el acuerdo en las bondades de ésta u otra película acaba siendo un acto social de asentimiento en el que el aprecio por la obra en sí se pierde. Lo que queremos es gustar, ser aceptados y encajar. Si mentimos y decimos que nos gustan, todos nos creen. Nunca hay problema.
Lo difícil es coincidir en uno de esos pequeños milagros.
Toparse con un amigo en medio de un desierto lugar que nadie visita. Quizá por eso existe la amistad, por esos encuentros en aislados lugares del espíritu.
5
Como se que todos vosotros estais tramando algo, que teneis un plan para salir adelante y que, de funcionar, podréis retiraros, aceptad mis buenos deseos. Para todos vosotros: ¡¡copas de yate!!!
1
Termino de ver 'Relampago sobre el agua', una suerte de testamento cinematográfico del gran director Nicholas Ray filmado por el alemán Wim Wenders. Siempre he querido verla y, desde luego, mi fracaso no se ha equivocado en ese deseo (los grandes anhelos como la paz interior o el futuro siempre se le han dado mal, pero jamás se ha equivocado con los pequeños, los que de verdad importan: una imagen poderosa, una piel desnuda en los oscuro, una buena melodía siempre salvadora,...)
2
En su final, un junco navega por la desembocadura del Rio Hudson.
Al fondo brilla la ciudad de Nueva York.
Nicholas Ray ha muerto y, en el interior del barco, un miembro del equipo de rodaje, brinda por todos los desplazados del mundo, por todos los 'outsiders' que, como el propio Ray en el caso del cine, tenían otras historias diferentes que contar. Es una especie de funeral irlandés lleno de alemanes.
Enseguida, el relato vuelve a una gran panorámica exterior. A una perfecta metáfora visual de ese desplazamiento del cual el propio Ray hacía gala media hora antes. El rollo de Hollywod terminó por no gustarle. Su historia era otra.
3
La occidental ciudad y la oriental embarcación conviven en un mismo plano, comparten el mismo espacio y el mismo tiempo. Una vez más, el poderoso milagro de la imagen se produce. Ante su magia, mil y una palabras palidecen hasta desvanecerse.
Lo harán siempre.
Termino de ver 'Relampago sobre el agua', una suerte de testamento cinematográfico del gran director Nicholas Ray filmado por el alemán Wim Wenders. Siempre he querido verla y, desde luego, mi fracaso no se ha equivocado en ese deseo (los grandes anhelos como la paz interior o el futuro siempre se le han dado mal, pero jamás se ha equivocado con los pequeños, los que de verdad importan: una imagen poderosa, una piel desnuda en los oscuro, una buena melodía siempre salvadora,...)
2
En su final, un junco navega por la desembocadura del Rio Hudson.
Al fondo brilla la ciudad de Nueva York.
Nicholas Ray ha muerto y, en el interior del barco, un miembro del equipo de rodaje, brinda por todos los desplazados del mundo, por todos los 'outsiders' que, como el propio Ray en el caso del cine, tenían otras historias diferentes que contar. Es una especie de funeral irlandés lleno de alemanes.
Enseguida, el relato vuelve a una gran panorámica exterior. A una perfecta metáfora visual de ese desplazamiento del cual el propio Ray hacía gala media hora antes. El rollo de Hollywod terminó por no gustarle. Su historia era otra.
3
La occidental ciudad y la oriental embarcación conviven en un mismo plano, comparten el mismo espacio y el mismo tiempo. Una vez más, el poderoso milagro de la imagen se produce. Ante su magia, mil y una palabras palidecen hasta desvanecerse.
Lo harán siempre.
miércoles, diciembre 10, 2003
Todo lo que nos sucede.
La enfermedad de los días y la medicina de las noches.
Todo lo que nos pasa.
La enfermedad de las noches y la medicina de los días.
Inmenso mar de causas y azares,
fino entramado de antecedentes y consecuentes,
de circunstancias y situaciones
que nuestra mente no puede abarcar.
Secreta lengua punzante
que nuestra mente escucha,
que nuestra boca no puede hablar.
Y sobre todo ello la voluntad y el sentido,
la perseverancia en el esfuerzo de ser,
de modelar un mundo a la cambiante imagen y semejanza
de una certidumbre mortal,
castillos de arena que el mar entrega,
ingenios que muy pronto se vuelve a llevar....
El vaso de vino,
la brisa y el mar.
Ellos siempre están.
La enfermedad de los días y la medicina de las noches.
Todo lo que nos pasa.
La enfermedad de las noches y la medicina de los días.
Inmenso mar de causas y azares,
fino entramado de antecedentes y consecuentes,
de circunstancias y situaciones
que nuestra mente no puede abarcar.
Secreta lengua punzante
que nuestra mente escucha,
que nuestra boca no puede hablar.
Y sobre todo ello la voluntad y el sentido,
la perseverancia en el esfuerzo de ser,
de modelar un mundo a la cambiante imagen y semejanza
de una certidumbre mortal,
castillos de arena que el mar entrega,
ingenios que muy pronto se vuelve a llevar....
El vaso de vino,
la brisa y el mar.
Ellos siempre están.
martes, diciembre 02, 2003
viernes, noviembre 28, 2003
I
A veces me pregunto si el pragmatismo no hos hace aún más esclavos, si aceptar el curso de los acontecimientos tal y como es no es la forma de pensar de los que tiene miedo a la libertad.
Aún no tengo la respuesta.
Lo único que tengo es la impresión de que todos los suelos en donde ponemos confiados nuestros país de alguna u otra forma siempre pertenecen a otro... Aunque no es la primera vez que me equivoco, éso también es cierto.
II
¿Dónde está nuestro suelo?
Ese que sólo nos pertenece a nosotros y en cuya superficie nuestros pies se asientan como la mano dentro de un guante.
¿Sabemos reconocerlo?
Y sabiendolo o no, ¿lo sabremos?
Y sólo en el caso de que nos inquiete esta pregunta (porque los gustos y las inquietudes siempre se han contado por cientos)
¿Por qué no el mar?
¿Por qué no el cielo?
¿Por qué siempre la tierra cuando su estabilidad es una ilusión y su índole es la misma que la ilusión sobre el color azul del cielo?
III
Por arriba, la realidad del azul es un insondable abismo negro.
Por abajo, la tierra tiembla y se desplaza sobre mares de fuego.
A veces me pregunto si el pragmatismo no hos hace aún más esclavos, si aceptar el curso de los acontecimientos tal y como es no es la forma de pensar de los que tiene miedo a la libertad.
Aún no tengo la respuesta.
Lo único que tengo es la impresión de que todos los suelos en donde ponemos confiados nuestros país de alguna u otra forma siempre pertenecen a otro... Aunque no es la primera vez que me equivoco, éso también es cierto.
II
¿Dónde está nuestro suelo?
Ese que sólo nos pertenece a nosotros y en cuya superficie nuestros pies se asientan como la mano dentro de un guante.
¿Sabemos reconocerlo?
Y sabiendolo o no, ¿lo sabremos?
Y sólo en el caso de que nos inquiete esta pregunta (porque los gustos y las inquietudes siempre se han contado por cientos)
¿Por qué no el mar?
¿Por qué no el cielo?
¿Por qué siempre la tierra cuando su estabilidad es una ilusión y su índole es la misma que la ilusión sobre el color azul del cielo?
III
Por arriba, la realidad del azul es un insondable abismo negro.
Por abajo, la tierra tiembla y se desplaza sobre mares de fuego.
miércoles, noviembre 19, 2003
viernes, noviembre 14, 2003
1
Cuarenta y tres minutos de la segunda parte.
Cero a cero.
La Juventus atacaba.
Dubitativo, Tacchinardi tenía el balón en la mitad del campo del Deportivo de la Coruña mientras Del Piero, siempre a la espalda de su marcador César, seguía con atención el juego.
De pronto, surgió la línea de pase que el rubio centrocampista esperaba. El checo Nedved se desmarcaba en profundidad por el carril del interior izquierdo con la velocidad y potencia de un tren expreso. Nadie del Deportivo podía seguirle y hacia allá Tacchinardi mandó el balón con el perfecto pulso del delineante que tira una línea sobre el plano.
En ese mismo instante, la defensa del Depor corrió hacia delante buscando, con su perfecta sincronía, dejar en fuera de juego a los delanteros del equipo italiano. Del Piero se movió con ellos, sin dejar la espalda de César y, a la vez, muy pendiente de la carrera de su compañero.
La parte interna del pie del checo llegó al balón haciendo inútil la entrada del defensor.
Entonces se produjo el momento que llevaba esperando el delantero. No estaba en fuera de juego y podía atacar.
Con un movimiento felino, se giró para buscar el balón que, trazando una pequeña rosca, llegaba al corazón del área deportivista.
Sabiendo que el delantero había ganado la iniciativa a su defensa, Molina salió de su portería intentando atrapar el balón que el delantero italiano ya tenía al alcance de su pierna. Podía atraparla, pero Del Piero se lanzó sobre el área. Deslizándose por el césped interceptó la trayectoria de un balón que ya parecía en las manos del portero.
Lo siguiente fue el gol.
Tras pegar en el larguero, la pelota entró.
2
De vuelta a casa y en el taxi, el espectador recuerda esa jugada mientras el conductor calla y conduce. En verdad, fué un precioso encaje de filigranas.
En un momento de arrebato, el espectador quisiera compartir su alegría con el otro ser humano que ocupa el pequeño habitáculo en movimiento... pero no lo hace. La lucidez regresa a su arrebatado espíritu devolviéndole la calma. No puede preguntarle si ha visto el partido, si no ha visto el pedazo de gol que la Juventus le ha marcado al Deportivo.
Es inútil. El taxista no ha jugado con él a la PlayStation.
Cuarenta y tres minutos de la segunda parte.
Cero a cero.
La Juventus atacaba.
Dubitativo, Tacchinardi tenía el balón en la mitad del campo del Deportivo de la Coruña mientras Del Piero, siempre a la espalda de su marcador César, seguía con atención el juego.
De pronto, surgió la línea de pase que el rubio centrocampista esperaba. El checo Nedved se desmarcaba en profundidad por el carril del interior izquierdo con la velocidad y potencia de un tren expreso. Nadie del Deportivo podía seguirle y hacia allá Tacchinardi mandó el balón con el perfecto pulso del delineante que tira una línea sobre el plano.
En ese mismo instante, la defensa del Depor corrió hacia delante buscando, con su perfecta sincronía, dejar en fuera de juego a los delanteros del equipo italiano. Del Piero se movió con ellos, sin dejar la espalda de César y, a la vez, muy pendiente de la carrera de su compañero.
La parte interna del pie del checo llegó al balón haciendo inútil la entrada del defensor.
Entonces se produjo el momento que llevaba esperando el delantero. No estaba en fuera de juego y podía atacar.
Con un movimiento felino, se giró para buscar el balón que, trazando una pequeña rosca, llegaba al corazón del área deportivista.
Sabiendo que el delantero había ganado la iniciativa a su defensa, Molina salió de su portería intentando atrapar el balón que el delantero italiano ya tenía al alcance de su pierna. Podía atraparla, pero Del Piero se lanzó sobre el área. Deslizándose por el césped interceptó la trayectoria de un balón que ya parecía en las manos del portero.
Lo siguiente fue el gol.
Tras pegar en el larguero, la pelota entró.
2
De vuelta a casa y en el taxi, el espectador recuerda esa jugada mientras el conductor calla y conduce. En verdad, fué un precioso encaje de filigranas.
En un momento de arrebato, el espectador quisiera compartir su alegría con el otro ser humano que ocupa el pequeño habitáculo en movimiento... pero no lo hace. La lucidez regresa a su arrebatado espíritu devolviéndole la calma. No puede preguntarle si ha visto el partido, si no ha visto el pedazo de gol que la Juventus le ha marcado al Deportivo.
Es inútil. El taxista no ha jugado con él a la PlayStation.
miércoles, noviembre 12, 2003
martes, noviembre 04, 2003
Abre los ojos.
La alargada sombre del sueño que le mantuvo ocupado es, más que presencia, puro olvido.
Aunque acaba de despertarse se siente cansado.
Bosteza.
Se estira. Las puntas de sus dedos casi alcanzan el frio final de la funda nórdica.
En su despertador, los parpadeantes digitos verdes le dicen que todavía le restan cinco minutos. Luego, la alarma sonará y volverá a empezar esa vida que tan poco le gusta.
Hace frío. Decide guardarse lo más posible bajo su blanca funda de plumas. Se entierra en el profundo seno del calor propio atesorado durante horas. Casi no puede respirar.
Sin convicción cierra los ojos en busca del perdido hilo de su sueño y sólo encuentra el justo premio de su ausencia.
Deja pasar el tiempo.
De vez en cuando le llegan sonidos de otros cuerpos ya despiertos paredes arriba y abajo... Un grifo que se abre, una puerta que se cierra.
Abre los ojos.
No se engaña.
Sabe que lo que de verdad cuenta es el frío de allá afuera.
La alargada sombre del sueño que le mantuvo ocupado es, más que presencia, puro olvido.
Aunque acaba de despertarse se siente cansado.
Bosteza.
Se estira. Las puntas de sus dedos casi alcanzan el frio final de la funda nórdica.
En su despertador, los parpadeantes digitos verdes le dicen que todavía le restan cinco minutos. Luego, la alarma sonará y volverá a empezar esa vida que tan poco le gusta.
Hace frío. Decide guardarse lo más posible bajo su blanca funda de plumas. Se entierra en el profundo seno del calor propio atesorado durante horas. Casi no puede respirar.
Sin convicción cierra los ojos en busca del perdido hilo de su sueño y sólo encuentra el justo premio de su ausencia.
Deja pasar el tiempo.
De vez en cuando le llegan sonidos de otros cuerpos ya despiertos paredes arriba y abajo... Un grifo que se abre, una puerta que se cierra.
Abre los ojos.
No se engaña.
Sabe que lo que de verdad cuenta es el frío de allá afuera.
lunes, noviembre 03, 2003
Sobre la literatura y la vida
Sin embargo, llegó un momento en su vida en el que la conciliación entre las dos vocaciones se volvió problemática. En una de sus notas relacionadas con sus visitas a Eliot, habla de una conversación sostenida en el restaurante Garrik. En un momento de la charla dice Seferis: ``Cada vez se vuelve para mí más difícil pasar del trabajo personal al público.'' Eliot le responde: ``Pienso que el poeta debe tener otro trabajo. No podemos dedicarnos sólo a la poesía, porque creo que una gran parte de la creación poética es inconsciente, y debe haber horas durante las cuales otras cosas ocupen nuestra atención.'' Y Seferis le contesta con una estremecedora sinceridad: ``Sí, pero el problema surge cuando esas `otras cosas' comienzan a intervenir en nuestro inconsciente. Tuve la impresión de que mi trabajo público se hacía peligroso precisamente cuando sentí que se asomaba ahí; cuando comenzó, a principios de la guerra, a aparecerse en mis sueños. Las responsabilidades comienzan por los sueños, como dijo uno de sus poetas. Sin embargo, incluso en aquellos años difíciles siempre escribía, por disciplina, una página o algunas líneas en mi diario. Lo hacía para mantenerme en forma. Eso no puedo hacerlo ahora.
(Conversación entre los poetas T.S. Eliot y Yorgos Séferis extraída de un ensayo sobre Yorgos Séfris escrito para Internet por Hugo Gutiérrez Vega)
Sin embargo, llegó un momento en su vida en el que la conciliación entre las dos vocaciones se volvió problemática. En una de sus notas relacionadas con sus visitas a Eliot, habla de una conversación sostenida en el restaurante Garrik. En un momento de la charla dice Seferis: ``Cada vez se vuelve para mí más difícil pasar del trabajo personal al público.'' Eliot le responde: ``Pienso que el poeta debe tener otro trabajo. No podemos dedicarnos sólo a la poesía, porque creo que una gran parte de la creación poética es inconsciente, y debe haber horas durante las cuales otras cosas ocupen nuestra atención.'' Y Seferis le contesta con una estremecedora sinceridad: ``Sí, pero el problema surge cuando esas `otras cosas' comienzan a intervenir en nuestro inconsciente. Tuve la impresión de que mi trabajo público se hacía peligroso precisamente cuando sentí que se asomaba ahí; cuando comenzó, a principios de la guerra, a aparecerse en mis sueños. Las responsabilidades comienzan por los sueños, como dijo uno de sus poetas. Sin embargo, incluso en aquellos años difíciles siempre escribía, por disciplina, una página o algunas líneas en mi diario. Lo hacía para mantenerme en forma. Eso no puedo hacerlo ahora.
(Conversación entre los poetas T.S. Eliot y Yorgos Séferis extraída de un ensayo sobre Yorgos Séfris escrito para Internet por Hugo Gutiérrez Vega)
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