¿Podría EE.UU. defender realmente a Taiwán? La doctrina y sus límites
Taiwán es hoy el escenario más probable de un choque directo entre EE.UU. y China. Washington insiste en que defendería la isla en caso de agresión, pero ¿qué significa exactamente esa promesa? Para entenderlo hay que mirar de cerca la doctrina oficial estadounidense, que define cómo se piensa la defensa en el Indo-Pacífico.
La doctrina oficial estadounidense frente a China
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Supremacía naval como garantía de acceso
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Los documentos del Joint Operational Access Concept (2012) y del Indo-Pacific Strategy (2022) sostienen que la presencia de portaaviones y grupos de ataque garantiza la capacidad de operar en el Pacífico occidental.
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Problema: la burbuja de misiles chinos (A2/AD) convierte ese acceso en extremadamente arriesgado. Los portaaviones serían blancos de alto valor y probablemente quedarían fuera de combate antes de proyectar fuerza.
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Operaciones anfibias de gran escala
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El Cuerpo de Marines desarrolla doctrinas como Expeditionary Advanced Base Operations (EABO), que asumen la posibilidad de desembarcos en islas cercanas a Taiwán para establecer bases avanzadas.
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Problema: China no es Japón. Es un Estado continental con profundidad estratégica. Incluso contra Japón, EE.UU. nunca invadió sus islas principales; contra China, la idea es aún más absurda.
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Superioridad tecnológica asegurada
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Informes anuales del Pentágono al Congreso insisten en que la innovación en armamento inteligente, aviación furtiva y redes de mando dará ventaja decisiva a EE.UU.
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Problema: la superioridad tecnológica ya no es absoluta. China ha desarrollado misiles hipersónicos, enjambres de drones y capacidades de guerra electrónica que neutralizan esa ventaja.
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Capacidad de disuasión creíble
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La doctrina asume que el despliegue adelantado de fuerzas (Japón, Guam, Filipinas) y la presencia de portaaviones disuaden a China de actuar.
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Problema: la disuasión solo funciona si el adversario cree que EE.UU. usará esas fuerzas. Pero el miedo a perder un portaaviones —con miles de vidas y un coste político incalculable— limita en la práctica la credibilidad de esa amenaza.
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Capacidad de sostener un conflicto prolongado
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Estrategas en Washington hablan de la posibilidad de mantener una guerra de meses o incluso años hasta agotar a China.
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Problema: China tiene la ventaja de la cercanía, el control político interno y la resiliencia industrial. EE.UU., en cambio, tendría que sostener líneas logísticas a través del Pacífico entero y convencer a su opinión pública de soportar un coste humano y económico colosal.
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El contraste con la realidad
La doctrina proyecta un escenario de “victoria” que se parece más a la Segunda Guerra Mundial que a la guerra multidominio actual. En la práctica:
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Acceso naval restringido: los portaaviones no pueden entrar en el perímetro chino sin arriesgar la aniquilación.
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Operaciones anfibias imposibles: el tamaño y la geografía de China hacen inviable cualquier desembarco clásico.
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Tecnología equilibrada: la ventaja estadounidense ya no es clara.
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Disuasión frágil: el coste político de perder activos estratégicos reduce la voluntad de arriesgarlos.
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Sostenibilidad dudosa: una guerra larga favorecería a China, no a EE.UU.
Conclusión
La doctrina oficial estadounidense plantea que puede defender Taiwán con una combinación de portaaviones, operaciones anfibias, ventaja tecnológica y disuasión creíble. Pero cada uno de esos pilares se desmorona frente a la realidad actual.
La pregunta no es solo si EE.UU. podría defender Taiwán, sino si realmente cree en su propia doctrina. Porque si la guerra se librara en los términos que Washington ha imaginado durante décadas, el resultado no sería la victoria, sino el choque frontal con una realidad estratégica que hace mucho dejó atrás el mito del portaaviones y la ilusión de la supremacía incontestable.
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