El voto latente: por qué el techo del PSOE es más alto que el del PP

El voto latente: por qué el techo del PSOE es más alto que el del PP

Cómo el tratamiento reductor de las encuestas oculta la reserva movilizable que explica situaciones como 2023, en la que el PSOE tuvo capacidad de crear alianzas y formar gobierno.

Cada vez que sale un barómetro del CIS, los medios reducen la complejidad electoral a un titular: "El PP aventaja al PSOE por 3 puntos", "El PSOE recorta distancias", "Empate técnico". Todo el debate se concentra en la intención de voto directa, como si fuera un plebiscito nacional donde quien saca más porcentaje gana automáticamente. Pero ese enfoque tiene un problema: cuanto más cortas son las distancias en intención de voto, más expuestos estamos a efectos distorsionadores de segundas variables. Y cuando los márgenes son estrechos, el voto latente puede marcar la diferencia entre formar gobierno o quedarse en la oposición.

En un vistazo: El Barómetro del CIS de diciembre de 2025 revela una asimetría clave que casi nadie analiza: dentro del segmento de ciudadanía que no declara voto a ningún partido, el PSOE casi duplica al PP en simpatía (11,3% frente a 6,0%). Esta diferencia de 5,3 puntos representa una reserva movilizable que se vuelve decisiva en escenarios de distancias cortas. El PSOE tiene un problema de activación (convertir simpatía pasiva en papeleta), mientras que el PP tiene un problema de margen (techo limitado para crecer). Cuando esta dinámica se combina con el sistema D'Hondt que premia la concentración, el resultado puede ser el de 2023: el PP ganó en votos y escaños, pero no construyó el margen parlamentario para impedir que el PSOE formara gobierno con sus socios. No fue una anomalía, fue aritmética electoral en dos capas.


Cada vez que sale un barómetro del CIS, los medios reducen la complejidad electoral a un titular: "El PP aventaja al PSOE por 3 puntos", "El PSOE recorta distancias", "Empate técnico". Todo el debate se concentra en la intención de voto directa, como si fuera un plebiscito nacional donde quien saca más porcentaje gana automáticamente.

Pero ese enfoque tiene un problema: cuanto más cortas son las distancias en intención de voto, más expuestos estamos a efectos distorsionadores de segundas variables. Y no hablo solo del margen de error estadístico de las encuestas (que ya de por sí puede invertir una ventaja de 2-3 puntos). Hablo de variables estructurales que casi nadie mira: el sistema de conversión de votos en escaños, la fragmentación interna de cada bloque, y algo que permanece casi invisible en el debate público: el voto latente.

En mi artículo anterior, "La salvedad española: por qué una 'victoria' en encuestas puede no dar gobierno", expliqué cómo el sistema D'Hondt convierte votos en escaños de forma no lineal, premiando la concentración y penalizando la fragmentación. Eso explica por qué el PP ganó en 2023 con 136 escaños frente a los 122 del PSOE... y aun así Pedro Sánchez fue investido presidente. No fue una anomalía: fue el sistema funcionando exactamente como está diseñado.

Pero hay una segunda capa que casi nadie mira, y que se vuelve decisiva precisamente cuando las distancias son cortas: debajo de la superficie, en el territorio de la no-declaración, el PSOE guarda una reserva de energía que el PP no tiene. El Barómetro del CIS de diciembre de 2025 muestra que la intención de voto directa es solo la punta del iceberg. Y cuando los márgenes son estrechos, esa reserva latente puede marcar la diferencia no solo en porcentajes, sino en la capacidad real de formar gobierno.

La tesis es sencilla: el PSOE tiene un problema de activación, mientras que el PP tiene un problema de margen. Y en un sistema que premia la concentración, en un contexto donde las distancias en intención de voto son cortas, esta diferencia estructural puede explicar situaciones como la de 2023. No fue un milagro. Fue aritmética electoral en dos capas: D'Hondt + voto latente.


1) La anatomía del "no-voto declarado"

En el voto directo del CIS aparecen dos bolsas que casi siempre se minusvaloran:

  • "No sabe todavía": 15,5%
  • "No votaría": 6,5%

A esto se suman quienes responden blanco/nulo o no contestan. Es decir: hay un conjunto amplio de ciudadanía que no asigna hoy su voto a un partido.

Y aquí viene el dato que importa: el CIS pregunta por simpatía precisamente dentro de ese segmento de no-declaración (incluye "voto nulo", "en blanco", "no votaría", "no sabe todavía" o "N.C.").


2) La asimetría clave: más simpatía latente para el PSOE

Dentro de ese grupo que no declara voto a partido, la simpatía se reparte así:

  • Simpatía PSOE: 11,3%
  • Simpatía PP: 6,0%

Dicho sin adornos: el PSOE casi duplica al PP en simpatía dentro del mercado de la no-declaración. Eso no significa que "los abstencionistas sean del PSOE". Significa algo más relevante para una campaña: si hay conversión de simpatía en voto, el PSOE parte con más reserva movilizable en ese segmento.

El dato clave: Esta diferencia de 5,3 puntos porcentuales es especialmente significativa en un contexto de distancias cortas en intención de voto directa. Cuando la ventaja entre bloques es estrecha, esa reserva latente puede ser decisiva.


3) Base declarada vs. base latente

Esta diferencia sugiere dos comportamientos electorales distintos:

El PP tiende a concentrar más voto explícito: quien está cerca, suele aparecer ya en la declaración de voto o en una simpatía menor dentro de la no-declaración. Eso le da solidez, pero también menos margen relativo para crecer ahí.

El PSOE arrastra más simpatía pasiva: gente que no se ha ido al rival, pero hoy no convierte simpatía en papeleta. Es el votante "en el banquillo": no está perdido, está inactivo.

Dos problemas distintos: Esto no es una valoración ideológica, es una fotografía de la estructura del electorado potencial. Y esa estructura importa porque define qué tipo de problema tiene cada partido: uno de techo (margen limitado para crecer), otro de activación (capacidad para movilizar simpatía existente).


4) Movilizar no es convencer: es convertir

Aquí la tesis se vuelve operativa. Una campaña, en la práctica, no es solo persuasión ideológica: es activar a quienes ya tienen un vínculo blando y estaban a medio camino.

Si el terreno decisivo es la no-declaración, el PSOE tiene una ventaja estructural simple: 5,3 puntos más de simpatía latente que el PP (11,3 frente a 6,0).

En escenarios de polarización, esta bolsa tiende a moverse tarde por pragmatismo: "no me entusiasma, pero no puedo quedarme fuera". No se trata de convencer a nuevos votantes desde cero, sino de convertir simpatía pasiva en participación activa.

La lógica de la conversión: Esto es más factible que conquistar terreno neutral o arrebatar votantes al rival, especialmente en contextos de alta polarización donde el voto está fuertemente anclado a identidades políticas consolidadas.


5) El límite: el desenganche real

El dato que impide el triunfalismo es también claro: dentro de la no-declaración, la respuesta dominante no es PSOE ni PP, sino "ninguno" (45,4%).

Ese es el suelo duro del sistema: desenganche estructural. Casi la mitad de quienes no declaran voto tampoco expresan simpatía por ningún partido. Este segmento representa el reto más difícil para cualquier formación política.

La clave estratégica: La clave para el PSOE no es "convertir" a ese bloque desenganchado, sino evitar que su simpatía latente (11,3%) se disuelva ahí. Es decir: el objetivo no es conquistar el 45,4% de "ninguno", sino asegurar que el 11,3% que ya simpatiza no se deslice hacia el desenganche.

Esto requiere estrategias diferenciadas: mantener vínculos blandos, evitar decepciones que rompan la simpatía pasiva, y generar incentivos suficientes para que esa simpatía se traduzca en papeleta cuando llegue el momento.


Conclusión: cuando dos mecanismos se suman, la foto del CIS engaña

La diferencia entre ganar y perder no está solo en quién seduce a más moderados. Está en quién activa a sus durmientes. Y en un sistema electoral como el español, esta activación no opera en el vacío: opera dentro de una mecánica de conversión que premia la concentración y castiga la fragmentación.

Como expliqué en "La salvedad española", el sistema D'Hondt en provincias pequeñas hace que ganar en votos no garantice gobernar. Especialmente cuando un bloque está fragmentado (PP-Vox con pesos similares) frente a otro más concentrado (PSOE con satélites pequeños). El último escaño de cada provincia se decide con cortes duros, y ahí la fragmentación se paga caro.

Pero hay una segunda capa: la reserva de voto latente. Los datos del CIS muestran que, dentro del segmento de ciudadanía que hoy no declara voto a ningún partido, el PSOE tiene 5,3 puntos más de simpatía que el PP (11,3% frente a 6,0%).

Cuando ambos mecanismos operan juntos, el resultado puede sorprender:

  1. Distancias cortas en intención de voto → Los márgenes son estrechos, cada punto cuenta
  2. Sistema D'Hondt → Premia la concentración del PSOE y penaliza la fragmentación PP-Vox
  3. Voto latente → El PSOE tiene más reserva movilizable para activar en el segmento de no-declaración

Esto explica 2023 sin necesidad de teorías conspirativas. El PP ganó en votos y en escaños. Pero no construyó el margen parlamentario suficiente para impedir que el PSOE formara una mayoría alternativa con sus socios. No fue una anomalía del sistema. Fue el sistema funcionando exactamente como está diseñado: en escenarios de distancias cortas, otros factores entran en juego.

El CIS sugiere que, dentro de la ciudadanía que hoy no declara voto a un partido, el PSOE tiene una reserva movilizable mayor que el PP. El vuelco no es automático, pero el mecanismo existe: cuando la simpatía vuelve a ser papeleta, y cuando el sistema D'Hondt convierte esos votos en escaños, la foto cambia.

Y la foto no cambia porque el sistema favorezca a un partido en abstracto. Cambia porque favorece la concentración. Y en tiempos de distancias cortas, como en 2023 o como puede volver a pasar, esa aritmética es la que decide quién gobierna.


Nota final: La próxima vez que veas una encuesta, no te quedes en los titulares. Pregúntate: ¿Cuál es la distancia real? ¿Cómo se reparte internamente cada bloque? ¿Qué pasa en las provincias pequeñas? ¿Qué reserva de voto latente tiene cada partido? Porque en España, cuando todo está ajustado, la aritmética electoral no es neutral. Y puede volver a sorprender.


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