domingo, noviembre 22, 2015

Muertos

Un muerto siempre quisiera ser menos que un muerto.
Sus labios inmóviles constantemente lo suplican
mientras inmunes a sus lamentos
nosotros, los vivos,
les llevamos, les traemos,
les hablamos, les decimos,
les hacemos ser mucho más
que ese pedazo de silencio yermo
que muy a su pesar suyo ya solo pueden ser;
Interesadamente les traicionamos
(aunque digamos que les sentimos y queremos),
nos adueñamos de su indefenso silencio
para convertirlos en el mejor y más ganador
de esos siniestros argumentos
que siempre utilizamos para producir más muertos.
Todo el preciado tesoro del recuerdo
de su dolor y su tragedia,
la memoria de toda su carne y sangre derramada
bien valen la siniestra rutina de este esfuerzo abyecto.
Y arrancado de su largo e interminable sueño
su polvoriento desorden desnudo de polvo y huesos,
se dispone interesadamente sobre cualquier helada mesa
para clamar siempre a un concreto y escogido cielo.
Pero para ellos, el distorsionado eco
de alguna manoseada verdad
transfigurada en su nombre
apenas significa nada.
Dedicados a lo suyo,
condenados al imperceptible esfuerzo
de lentamente confundirse con el olvido,
se desvanecen inmóviles
como arrastrados por un viento

que mágicamente sopla en silencio.

Sicario

Me declaro fan absoluto del cine del canadiense Denis Villeneuve.

Sus películas siempre están dotadas de una tensión poderosa y magnética que indefectiblemente se apodera de la mirada del espectador.

Esa tensión siempre procede de esas zonas oscuras de la naturaleza humana, de esa sombra jungiana que siempre se las arregla para aparecer y configurar una realidad al que sus personajes se enfrentan inutilmente desde el sentido y lo irracional.

Todas esas películas tienen un mucho de viaje río Mekong arriba, hacia el corazón de las tinieblas.

Ya es un viaje a ese oscuro corazón el que hacen los hermanos Marwan al pasado de su madre con la guerra civil libanesa como fondo en su obra maestra "Incendies" y es también un viaje similar el que ahora realiza la agente Macer a los límites del estado de derecho con la guerra contra el narcotráfico como fondo.

Y lo mejor es que al final nunca hay una respuesta satisfactoria desde lo ético, desde la racional, mostrándose la vida acorde con aquella famosa frase shakesperiana que la define como un relato contado por un loco lleno de ruido y de furia..

Villeneuve siempre nos muestra esa oscuridad a la que siempre se accede a través de sus consecuencias.

En sus películas siempre se empiezan suavemente, como tirando de un hilo. Poco a poco, este hilo se hace más y más grueso conforme la historia avanza hasta que al final siempre se convierte en una titánica cadena que ata a un bestial monstruo que pacientemente aguarda para asestar un golpe final a las esperanzas de luz y claridad que encierran los personajes protagonistas y, por extensión, el espectador.

Aun no siendo tan potente como "Incendies", "Sicario" cuenta ese mismo viaje.

No es una obra maestra, pero es una extraordinaria película a lo largo de la cual Villeneuve va construyendo a espaldas dela entretenida mirada del espectador la arrasadora emergencia de ese monstruo, de ese sicario que tan magníficamente encarna Benicio del Toro.

"Sicario" nos dice que las cosas son siempre mucho más complejas como para ser comprendidas por la simpleza de un relato de buenos y malos, que en la oscuridad todo se confunde, que esa oscuridad existe desde el mismo momento en que existe la luz.

Siempre habrá sicarios..

Brillante. 

sábado, noviembre 21, 2015

Nightcrawler

Me entusiasma "Nightcrawler".

Para empezar es una historia de las que me gustan porque funciona a varios niveles de significación.

Por un lado tenemos la historia de Louis, un bala perdida que termina entrando en contacto con el mundo nocturno del periodismo de sucesos en las noches de Los Angeles. "Nightcrawler" es la magnífica crónica del ascenso de este sociópata desde las alcantarillas en donde la película le encuentra hasta el éxito como reportero.

En este sentido, encuentro sencillamente fascinante el personaje de Louis, una fría y calculadora máquina de supervivencia, empeñada en perseverar en el difícil mundo del capitalismo neoliberal sin pararse por un segundo a pensar en las consecuencias éticas y morales de sus actos.

Louis no duda en robar, en mentir, en traicionar e incluso en matar a aquellos que se interponen en su camino mientras el espectador, no sin un desasosegado asombro, le acompaña en su vertiginoso ascenso a costa de convertir en carroña mediática la muerte de sus semejantes.

Así, "Nightcrawler" es una historia negra, muy negra que nos muestra en la mejor línea del viejo cine de Jules Dassin, el interior de la ciudad y los demonios que la habitan.

Louis Bloom es uno de ellos, un auténtico producto sociológico del mundo neoliberal: un individuo solitario y desconectado, preocupado únicamente por la ejecución mecánica de un empochecido ideal del sueño americano que ya no ofrece un reconfortante contexto simbólico sino el mero intercambio de dinero por cosas.. y cuanto más dinero, más cosas.

Y este es el segundo nivel en el que funciona "Nightcrowler".

Porque Louis Bloom representa ese carácter psicopático que caracteriza al capitalismo de nuestros días.

Y en este sentido encuentro que el debut cinematográfico de Dean Gilroy es una película de alto contenido politico.

"Nightcrawler" nos muestra el infierno en que vivimos y los demonios que lo habitan, demonios que quizá podamos ser nosotros mismos.

Estamos ante una auténtica joya del cine negro.

No te la pierdas.


lunes, noviembre 16, 2015

Libertad y avaricia

No hay duda de que la civilización occidental es la tierra de los derechos humanos y de la libertad, pero tampoco deberíamos tener la menor duda de que también es la tierra del capitalismo devorador de cosas y de personas.

Y una cosa que siempre se nos ha dado muy bien a los occidentales es utilizar nuestro lado luminoso como coartada de nuestro lado oscuro.

Cuando hemos colonizado el resto del mundo siempre lo hemos hecho para transmitir la fe verdadera de un mundo basado en los principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Poco importaba que de paso arramplaramos con las culturas y estilos de vida de los territorios que colonizabamos, quedándonos de paso con su riqueza material para utilizarla en nuestro propio beneficio.

Las cuentas y abalorios con los que Peter Styvesant compró la isla de Manhattan a los indios son un buen ejemplo. Pero, y en lugar de parecernos Stuyvesant un miserable ladrón, son los indios quienes nos parecen unos idiotas.

En cualquier caso,  y al final, lo material siempre iba incluido, oculto siempre tras un discurso altruista de crecimiento y mejora en el que siempre salía beneficiada una de las partes contratantes, la misma en todos los casos.

Pero las cosas no terminan aquí.

Porque si alguno de esos indígenas osaba discrepar con el criterio del reparto, el circulo siempre terminaba cerrándose fatídicamente sobre ellos.

Jamás se levantaban contra una situación injusta.

No eran más que unos salvajes que se levantaban contra un orden de verdad y justicia, portador de los más grandes valores en favor de lo mejor de la raza humana.

Poco importaba que les hubiéramos arrebatado la tierra, sus dioses o su cultura.

Siempre ha habido un enorme espacio entre el ser y el deber ser entre nosotros los occidentales. Aquellos que no son blancos como nosotros lo saben. Llevan ya centenares de años padeciendo nuestra interesada hipocresía de dioses que al final siempre se muestran demasiado humanos, demasiado interesados por las posesiones y riquezas materiales.

Siempre se nos ha dado muy bien manejar el deber ser como coartada para nuestros desmanes y sobre todo para manejar sus consecuencias para seguir sintiéndonos intocables e intactos.

La libertad siempre ha sido una coartada perfecta para nuestra avaricia y los primeros que nos lo hemos creído hemos sido nosotros que, formales, pensamos que quienes se levantan contra nuestra avaricia son enemigos de la libertad... de las libertades que nos hemos tomado con ellos y su mundo.

domingo, noviembre 15, 2015

Looper

Lo que más me gusta de "Looper" es que sea una muy lograda amalgama entre cine negro y la ciencia ficción.

Y lo que tiene de cine negro es ese tono entre descarnado y fatalista que impregna las relaciones entre los personajes. Enfrentados de manera dramática e inevitable por diferentes deseos que configuran percepciones de la realidad absoluta y desesperadamente contradictorias que generan la sustancia dramática que impregna el relato,

Pero la ciencia ficción interviene para, sirviendo de contexto, enriquecer ese estilema propio del género.

Porque hablamos de un futuro en el que es posible el viaje en el tiempo y de un personaje que. gracias a las posibilidades que ofrece ese viaje. se desdobla en dos destinos diferentes que pugnan por prevalecer en un mismo espacio y un mismo tiempo.

Mientras uno que es mayor intentará evitar que los viajes en el tiempo sean posibles y así preservar la felicidad futura de sí mismo, el otro sólo buscará resolver el problema de supervivencia que aquel le plantea con una necesidad que no termina de entender.

Así pues, en "Looper" a tensión dramática se produce entre dos personajes que en realidad son la misma persona.

En este sentido, "Looper" consigue hacer algo interesante de ese tema tan querido en los últimos años por los guionistas de la industria cinematográfica que es el viaje en el tiempo. Incluso llega a poetizarlo en un maravilloso final del que no voy a contar nada.

En definitiva, se trata de una película curiosa y diferente, que consigue sorprender realizando el milagro de sobreponerse a la tendencia a la eterna repetición de lo mismo que caracteriza al cine comercial con vocación de masas palomiteras.

Sólo por eso merece ser tenida en alta y estima considerada,

No es tan fácil ser distinto pero "Looper" se atreve a serlo y lo consigue.

La élite del poder. C. Wright Mills

“La supremacía del poder económico corporativo se inició, de modo oficial, con las elecciones de 1866 y fue consolidada por la decisión de la Suprema Corte en 1888, declarando que la Enmienda Catorce protegía la corporación. Ese período presenció el traslado del centro de iniciativa, del gobierno a la corporación. Hasta la Primera Guerra Mundial (que nos dio un anticipo de ciertas características de nuestro período) ésta fue una época de incursiones de la minoría económica contra el gobierno. Una época: de corrupción en que se compraba, simplemente, a jueces y senadores… En la época que siguió a la Guerra Civil, dicha economía fue el motor: los trusts --como lo revelan claramente los acontecimientos y las medidas políticas- podían usar con facilidad, en beneficio propio, la maquinaria gubernamental, relativamente débil. El que los gobiernos federales y estatales fueran decisivamente debilitados en su poder regulador, significaba que eran ellos mismos controlables por los grandes intereses económicos. Sus poderes estaban dispersos y desorganizados; los poderes de las corporaciones industriales y financieras estaban concentrados y entretejidos… Sólo los intereses de Morgan sostenían 341 directorios en 112 corporaciones, con una capitalización agregada de más de 22 mil millones de dólares -tres veces más del valor tasado de toda la propiedad personal y real en Nueva Inglaterra: Con ingresos mucho mayores y un número de empleados más grande que el de varios Estados, las corporaciones dominaban los partidos, compraban leyes, y lograban la "neutralidad" de los diputados. Y lo mismo que el poder económico privado anulaba el poder político público, la élite económica anulaba a la élite política”.

sábado, noviembre 14, 2015

Paris bien vale una reflexión

Los cadáveres sobre la mesa siempre son un argumento poderoso.

Toda la emoción que encierran la pérdida y la muerte se ponen al servicio de la política para, en bastantes casos, ganar las discusiones a la verdad.

Por que a quién no le duele un muerto.

Pero un muerto sólo, privado de su razón y de su por qué.

Un muerto abandonado a la arrolladora fisicidad de toda su carne y su sangre desordenadas por el suelo.

Un muerto atado a una historia que no es la verdadera historia de su muerte y que, por lo tanto, no será jamás el último de los muertos.

En esta sociedad mediática los muertos son por tanto bazas ganadoras, capaces de dar la vuelta a las cosas y generar procesos de catarsis colectivas que convierten a las victimas en mucho más victimas de lo que ya eran.

Por eso no sólo hay que dolerse del destino de los muertos, también tenemos que tener el coraje de pensarlos.

Ese afecto que les procesamos debería extenderse a entender las razones de su muerte, su por qué, aunque sólo sea para buscar la secreta causa que les ha matado, una causa que no siempre es la directa y eficiente, el bárbaro terrorista sanguinario.

Porque lo que mejor marida con nuestros pobres muertos es el conveniente relatos de buenos y malos que aún los hace más pobres de lo que ya son muriendo.

Un relato en el que el mal se explica siempre por sí mismo, sin atender a causas o azares externos, como si la gente un buen día se levantase dispuesta a matarnos como quien se levanta para trabajar cada día... y además matarnos a nosotros, a los buenos que nos preocupamos por todo, que hacemos lo que podemos.

Y deberíamos recordar que somos nosotros, los buenos, quienes hemos liberado a todos esos perros.

Deberíamos preguntarnos por que nos matan, por qué morimos.

Seguramente descubriríamos que quienes verdaderamente nos están matando están entre nosotros, comprando y vendiendo barriles de petróleo, poniendo y quitando gobiernos, desequilibrando estados, bombardeando países, criando generaciones en el odio y la frustración contra un imperio que sólo les mide por lo que valen.

El único problema de todo es que algunos simplemente no tienen la delicadeza de morirse en silencio, quieren hacernos pagar un precio.

No sólo los que aprietan el gatillo son los asesinos.

La violencia no tendrá fin sin el coraje moral de afrontarla no sólo desde la emoción sino también desde el pensamiento.

Y es una pena que los muertos no puedan hablar para decirnos qué prefieren: si que les lloremos indiscriminadamente o que busquemos con coraje moral las verdaderas causas de su silencio.

Yo ya os digo, por si alguna vez muero, que preferiría la segunda opción.

Y no por mi mismo sino pensando en lo que aún no han muerto.

No me lloréis ni colguéis fotos de lugares emblemáticos de la ciudad donde morí.

En cualquier caso, y si lo hacéis, os lo agradezco, pero preferiría que pensaseis en los que aún no han muerto y que sin duda lo harán porque nos dedicamos a llorar en lugar de investigar sobre la verdadera naturaleza de lo que mata que no solo es un señor de mirada vidriosa y armado hasta los dientes

Se que, como mis cenizas, todas esas lágrimas serán arrastradas por el viento.

Pensad en los vivos, en los que aún no les ha tocado desempeñar este conveniente papel de muerto.

Deseadles la vida y pensad.

El Club

Lo voy a decir ya: "El Club" es una película importante.

Seguramente una de las mejores que he visto este año y no es precisamente una agradable comedia. Como bien comenta alguna crítica que he leído, esta película chilena tiene la rara virtud de someter al espectador a un total y completo "shock", justo lo contrario a lo que el cine como manifestación de ocio, incluso en sus variantes alejadas del producto y la industria nos tiene acostumbrados.

"El Club" es puro arte en su variante precisamente más difícil, guerrillera y contestaria.

Estoy seguro que Robert Hughes, el gran crítico de arte del New York Times,  el gran cronista de esa tragedia que para el arte ha sido su confusión con el mercado, sólo tendría palabras de elogio para esta pequeña película que se atreve a poner la mirada en lugares olvidados y llenos de sombra.

Y fundamentalmente, "El Club" es una película de terror en la que el monstruo es el hombre mismo, lo que su sombra puede hacer para seguir pavorosamente existiendo.

Esto es lo grandioso de "El Club".

Su tremendo atrevimiento para contarnos sin tapujos, con una fotografía difícil y sucia que lo hace todo mucho peor de lo que ya es, lo terribles que somos y podemos llegar a ser.

Y precisamente lo hace desde una perversa ironía, completamente sadiana, convirtiendo en protagonistas de esta performance a hombres santos, que precisamente debieran ser un ejemplo de lo contrario.

Porque "El Club" sucede en una casa de retiro habitada por un grupo de curas que la iglesia ha apartado por cometer algunos de esos pecados que todos sabemos que comete la iglesia.

Pederastia, robo de niños, colaboración en los crímenes de la dictadura,... No falta de nada en esa casa

A esa casa llega un cura dispuesto a investigar, a hacer justicia y el desarrollo de la película es el esfuerzo de ese sacerdote por ahondar en busca de algo que se paresca a la verdad dentro de las almas oscuras de esos sacerdotes.

Es ahí donde empieza el terror.

"El Club" cruza esa línea de sombra que sutilmente separa la luz de las tinieblas y se adentra en esta con la precaria luz que los propios personajes aportan para descubrirnos existencias terribles compuestas de agonía, mentira, odio, tristeza, frustración...

Toda una galería de los horrores que, campando por sus anchas y como se comprueba al final de la película, todo lo pulveriza y corrompe para cerrarse en falso sobre lo que queda de las victimas, sobre toda posibilidad de luz

Y todo ese horror también es el ser humano, nosotros mismos.

El animal humano despojado de lo mejor de si mismo y en todo su esplendor.

El corazón de las tinieblas mirándonos.

"El Club" es una de esas películas inolvidables que cada vez que me meto en un cine desesperadamente busco.

Obra maestra.

miércoles, noviembre 11, 2015

Algunas veces

Algunas veces sabemos que tenemos alma
Porque hay un otro valiente
que se atreve a palparnos experto
los mil y un retorcidos recovecos
de nuestros fracasados y endurecidos adentros.
Algunas veces hay un otro
Que llega, como los héroes,
más allá y demasiado lejos,
justo hasta allí,
donde nos creíamos un yermo
reventándonos de blanca espuma
la firme dureza cotidiana del pecho.

domingo, noviembre 08, 2015

SPECTRE

Si algo ha aportado a la franquicia Bond el ciclo que protagoniza Daniel Craig es una cierta densidad dramática con la que engordar la habitual combinatoria de personajes, escenas y gadgets que mediante variaciones, combinaciones y permutaciones permitía construir un nuevo producto cinematográfico de la saga,

Esto, sin duda, ha sido un éxito habiendo conseguido atraer a nuevos públicos permitiendo la continuidad del personaje en los comienzos del siglo XXI.

Con Daniel Craig, Bond adquiere una dimensión de cierta profundidad y deja de ser ese poster plano de machista masculinidad definido siempre por dos parámetros esenciales del ocio de nuestra cultura occidental: el sexo y la violencia.

Al final, y como decía el viejo Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, en "El Gatopardo", el producto Bond lo ha cambiado todo para que todo siga igual.

No obstante, con esta nueva, larga y un poco aburrida "Spectre", el modelo Craig empieza a mostrar señales de agotamiento... o bien, de falta de creatividad por parte del nutrido equipo de SEIS guionistas implicados en el guión.

Porque si algo tiene esta "Spectre" es el irritante sabor de intentar prolongar algo que ya estaba terminado o, mejor dicho, de seguir dando vueltas en torno a un mismo árbol cuyos frutos parecen haberse agotado con un ridículo giro argumental a ese pasado que, como no podía ser de otra manera, no deja de perseguir a Bond.

En este sentido, "Spectre" carece de esa densidad argumental que aportaban las anteriores entregas, convirtiéndose en una especie de spin-off de "Skyfall", la anterior, tampoco especialmente bien resuelto.

Y lo que nos queda es el Bond de siempre sólo que convertido en un rutinario investigador de un pasado que, para desgracia de la historia, no termina de resultar ni lo suficientemente interesante ni fascinante pese a los esfuerzos del estupendo Christoph Waltz por intentar evitar que su Stavro Vlomfeld no resulte directamente ridiculo.

Si a ésto se le añade que alguna secuencia de acción, especialmente la primera, con la que tradicional y espectacularmente se abren las películas de Bond, no funciona, terminamos por tener la peor entrega de todas las que Craig ha protagonizado... y con mucho.

La sensación de repetición, de forzada vuelta a las mismas situaciones buscando poder contarlas una vez más se impone sobre cualquier otra.

No me ha gustado "Spectre", claramente supone un retroceso con respecto a las anteriores.

Hacen falta nuevos guionistas... y quizás un nuevo Bond.

Claramente, hace falta un cambio... o corremos el riesgo de que el próximo villano de Bond sea su tío de Liverpool.

No es amarga la luz ni el día

I
No es amarga la luz sino el día,
Su infinita lista de obligaciones contraídas,
algunas incluso antes de haber nacido,
obligaciones que con inflexible puntualidad
se nos demandan y exigen
con la naturalidad y el derecho
de quien, aunque nos dice libres,
En realidad en cuerpo y alma nos posee
y, confortablemente instalado en su poder,
espera de nosotros la sensatez y el buen sentido
de callarnos y, regresando al silencio del que estamos hechos,
sin rechistar ocupemos los lugares asignados de siempre,
cubriendo con la leve nimiedad nuestros cuerpos
las indelebles marcas que pisaron
en todo momento obedientes nuestros padres y ancestros.

II
Y mientras tanto,
y a falta de un mejor dios
que arrojar al pozo negro de esa hambre insaciable
que de una forma u otra nos corroe,
el firme deseo de que nuestra suerte cambie
sin saber cómo, cuándo o por qué,
esperando a mágicos godots
que nunca terminan de llegar.
sin acabr de entender
(o silenciosamente sabiéndolo)
que si alguien tiene que llegar es otro uno mismo.

III
Como si, por arte de magia,
el destino pudiera separarse de quien lo sufre
y todo pudiera ser resuelto con una reclamación
ante la correspondiente instancia competente.
con el mínimo esfuerzo,
sin que nada cueste demasiado,
apenas lo suficiente.

IV
No es amargo el día
sino quien lo vive como si no fuese suyo,
como si no le perteneciese
Y espera sin saber esperar,
habiendo aprendido para su desgracia
a confundir la luz con su mera nostalgia.

Crimson Peak

Distingo dos líneas en la filmografía de Guillermo del Toro.

Una, mas encaminada a la creación del gran producto cinematográfico, en la que se inscriben titulos como "Hellboy" o "Pacific Rim", que ni me gusta ni me deja de gustar, y otra mucho más intimista, siempre emparentada con el gótico, el terror y el romanticismo, que me entusiasma.

En esta segunda línea se encuentran sus mejores películas. Desde su primera "Cronos" hasta esta "Crimson Peak" pasando por titulos como "El espinazo del diablo" o "El laberinto del Fauno".

Y con esto ya lo he escrito todo.

"Crimson Peak" me entusiasma como relato gótico.

En ella están todos los ingredientes precisos: damiselas en apuros, amores enfermizos, verdades truculentas, espacios fantasmales y amenazadores...

Y tengo que decir que, a mi entender, "Crimson Peak" es su mejor película desde la inolvidable "El laberinto del Fauno".

Como en todo relato gótico que se precie, es casi tan importante lo que se cuenta como lo que no se cuenta, aquello que uno puede intuir entre los silencios de los que hablan, habitando las alargadas y amenazadoras sombras de los espacios misteriosos que habitan.

En este caso, una mansión familiar situada en la hostil Cumbria, noroeste de Inglaterra, muy cerca de las muy románticas High Lands escocesas.

Allí, está la casa que da titulo a la película Crimson Peak, Semiderruida y muy alejada de sus mejores tiempos. Habitada por los hermanos Lucille y Thomas Sharpe quienes guardan, como no podía ser de otra forma, un pavoroso secreto que Edith, la mujer de Thomas, deberá enfrentar.

Como digo, "Crimson Peak" es una muy recomendable película a la que quizá falte un poco de forma para acompañar a su poderoso fondo de manera equilibrada.

En este sentido, considero que la dirección fotográfica es demasiado floja.

A mi entender la película pide una fotografía más contrastada, más basada en los grises y donde los tonos cálidos brillen por su ausencia.

Un concepto de iluminación y fotografía que recordase el blanco y negro, mucho menos realista, habría beneficiado definitivamente la transmisión más eficiente de una historia que, pese a todo, se basta por sí sola para interesar.

También destacar la presencia inquietante y erótica de Jessica Chastain como Lucille, la misteriosa hermana de Thomas sobre cuya presencia se edifica todo el misterio de la película.

Con su inmenso talento, Chastain dota de la necesaria magia oscura a su personaje, alguien a quien la pasión ha llevado demasiado lejos y cuando digo lejos quiero decir muy, muy, muy lejos.

Como quien dice y como corresponde a este tipo de historias, a una distancia astronómica de la línea que separa el bien del mal.

Y hasta aquí puedo escribir.

Buena.

sábado, noviembre 07, 2015

El precio del poder

Tengo la sensación de que el paso del tiempo no le está sentando nada bien al cine de Brian de Palma, un cineasta más preocupado por el cómo contar que por el qué contar.

Y escribo esto porque "El Precio del Poder" me ha dejado bastante frío.

Para mi gusto, una efectista y eficaz superficie de ruido, furia, sangre y violencia no ha conseguido disimular el vacío dramático que hay detrás. Porque el viaje de Tony Montana desde la nada hasta la muerte con la autopista hacia el cielo del sueño americano queda reducido a eso, a ruido y furia, pero, y al final, no sabemos demasiado de Tony Montana ni de casi ningún personaje.

Entiendo perfectamente que un cineasta tan sólido y adulto como Sidney Lumet rechazará el guión de Oliver Stone y por lo tanto el proyecto, un guión que tiene bastante de comic y de trazo grueso, un guión que en absoluto da lo que dice que ofrece: una disección de las miserias del sueño norteamericano.

No sabemos si Montana quiere ser honrado, no tenemos claro si deja de serlo por necesidad o por placer.

Las cosas simplemente suceden sin lógica ni explicación alguna y lo hacen para mostrar momentos de ruido y de furia que parecen justificarlo todo.

Nadie habla con nadie.

No sabemos qué piensan los personajes y por qué hacen lo que hacen.

Simplemente asistimos a una serie de situaciones que precisamente son la culminación de todo ese proceso que se hurta al espectador y que suceden con la pretensión de justificarse por sí mismos, por su propia existencia incuestionable y epatante.

Y uno tiene la impresión de que lo verdaderamente importante de "El precio del poder" sucede cuando la cámara no está filmando: cuando Montana cansado de fregar platos imagina otras posibilidades o cuando a solas y con la nariz llena de coca mira a su alrededor y no hay nadie.

Todo ese perdido intimismo introspectivo habría hecho de "El precio de poder" ese clásico que todo el mundo dice que es.


La noche de Varennes

Confieso que no me ha gustado demasiado "La Noche de Varennes".

No he podido con ese planteamiento nostálgico de toda una época que convierte a las masas en mancilladoras con su suciedad de plebe de una arcadia pastoril de pronto perdida, una arcadia de caballerosidad y nobleza que encarna el magnífico Casanova que con su habitual talento de siempre encarna Marcello Mastroianni.

En este sentido, "La noche de Varennes" no puede resultar más rancia con su evidente apología de una sociedad estamental y medieval encarnada por el rey francés que precisamente es detenido por las masas en el pueblo de Varennes.

Ideológicamente me produce tanta distancia y rechazo que directamente no puedo con esta película del italiano Ettore Scola quién como casi todos los directores de la llamada comedia italiana participan de un sentido conservador y católico de la vida que aparecen exacerbado en esta película.

Imagino que también los fines de semana en Bertechsgaden molarían.... Veladas de opera, paseos con Adolf hasta algún laguito, caballerosos oficiales prusianos que se han pasado al nazismo, pero por debajo lo que había era una máquina de picar carne y si algo no mueve a la historia es el capricho.

A llorar a la iglesia.

No me gusta "La noche de Varennes" que presenta una melancólica adoración de la pompa obviando lo terrible de su circunstancia.

viernes, noviembre 06, 2015

Black Mass

Es una buena historia ésta la del gangster "Whitey Burger" que en la década de los setentas del siglo pasado se las arregló para utilizar el FBI para construirse un imperio a medida en la ciudad De Boston.

El vehículo perfecto para construir un sólido producto cinematográfico y eso ha intentado su director Scott Copper consiguiendolo solo a medias, con un éxito razonable que antes de ir más allá prefiere convertirse en cliché y evocar elementos de un género que Scorsese depurara en "Goodfellas".

Apuesta mucho más segura si tu aspiración es la de ser producto, la de ser una nueva copia certificada antes que un original

Y sin duda me molesta un poco imaginar que Joe Pesci podría salir en cualquier momento en algún plano con sonrisa felina y un bate de beisbol. Porque, y de hecho, a "Black Mass" se le nota un poco su esfuerzo aplicado por ser copia de una fórmula que la industria de cuando en cuando recupera.

En este sentido, "Black  Mass" es un producto sólido, una historia interesante interpretada por actores de primera, pero carente de ese golpe especial y diferencial que la convierta en algo específico y diferente que motive su recuerdo una semana después.

El año que viene tendremos otra peli de gangsters parecida.

Aceptable.


domingo, noviembre 01, 2015

Byzantium

Confieso que me encuentro entre esos "acólitos" a quienes, y según algún critico, esta última película del irlandés Neil Jordan ha gustado con seguridad.

Y también confieso que no puedo entender cómo han pasado desapercibidas para público y crítica tanto esta "Byzantium" como la maravillosa anterior "Ondine".

Seguramente no lo entiendo porque soy acólito, pero, y en cualquier caso, este imperdonable descuido me reafirma en la idea de lo jodido que está todo.

Tanto "Byzantium" como "Ondine" se sumergen con la elegancia de una sirena en las procelosas y profundas aguas de la relación entre fantasía y realidad.

Si "Ondine" nos cuenta la historia de un pescador que pesca precisamente una sirena, mientras "Byzantium" nos relata desde la cotidianidad la vida errante de una madre y una hija que son vampiros.

En ambos casos, lo relevante a mi entender para Jordan no es la propia línea argumental fantástica sino los efectos que esta tiene dentro del contexto realista y cotidiano en el que se inscribe y es relevante para mostrar precisamente la dificultad que lo fantástico ya tiene de engarzarse con lo real para precisamente hacerlo trascender.

Aunque vampiros y sirenas puedan ser tocados y vistos continúan siendo increíbles dentro de un mundo que vive inmerso en su propio delirio basado en el exceso de pragmatismo y realidad.

Centrándonos en "Byzantium", la creatividad de Jordan como autor otorga a esta historia de vampiros aspectos muy interesantes y diferenciales.

Por un lado, la visión diacrónica de la propia criatura convertida poco menos que en criaturas errantes y marginales capaces de camuflarse en el presente, sufriendo siempre una soledad y una necesidad de comunicar una verdad propia que es precisamente el feeling principal de la hija, magnificamente encarnada por una deliciosa Saorsie Ronan

Y por otro, una reconfortante y hasta cierto punto divertida visión feminista del tema puesto que las protagonistas son perseguidas por una sociedad secreta de vampiros hombres que no ven con buenos ojos que el privilegio de la vida eterna sea poseído por una mujer, pero que al mismo tiempo no ven tan mal que le sea arrebatada la vida de toda la vida.

Todo ello integrado, como ya he comentado, dentro de esa preocupación que preside las últimas películas de Jordan centrada en mostrar la precariedad de la fantasía dentro de un mundo que ha aprendido a mirar hacia otro lado

Me gusta más "Ondine" que Byzantium", pero estas dos películas europeas de Jordan se encuentran dentro de lo mejor de su filmografía.

Merece la pena descubrirlas.

Son dos buenas historias.

jueves, octubre 29, 2015

Mi gran noche

Siempre le he reprochado al cine de Alex de la Iglesia una evidente falta de aseo final en el remate de sus historias.

Lo que para muchos era una virtud, para mi siempre era un inmenso defecto.

Sus películas siempre terminaban reducidas a una descontrolada persecución entre el dibujo animado y el cine mudo.

Y a mi entender esos finales jamás estaban a la altura del inmenso valor que el cineasta proponía en todas y cada una de sus películas porque no tengo la menor duda de que Alex de la Iglesia continúa una de las líneas mas valiosas de nuestro cine, una línea en la que escriben gloriosos nombres como los de Rafael Azcona, Fernando Fernan Gomez, Luis Garcia Berlanga o el italiano Marco Ferreri.

Siempre se ha reprochado al cine español contemporáneo su falta de conexión con la realidad española, pero, y siempre para mi gusto, la presencia de Alex de la Iglesia contradice claramente ese planteamiento.

Porque si algo hace su cine es, entroncando con el esperpento vallinclanesco, es mostrar la dudosa gloria y la cierta miseria de la España de nuestro tiempo.

Si Berlanga, Ferreri o Azcona glosaron con inmenso talento las contradicciones de la España del desarrollismo, Alex de la Iglesia, quizá como ninguno, no está mostrando los claroscuros de la España ya desarrollada, modernizada, europea y consumista.

No tengo la menor duda de que en un futuro más o menos lejano (si es que el capitalismo voraz nos permite tener ese futuro) las películas de Alex de la Iglesia serán una piedra angular sobre la que entender la España de nuestro tiempo.

Por todo ésto, los finales descontrolados y locos de sus películas siempre me parecieron fuera de lugar, algo así como si la historia se abriese la bragueta y se bajase el pantalón, una cuesta abajo fácil y bruta que enturbiaba el estructurado desarrollo de una historia siempre ácida y con estructurada visión.

No obstante, nada de esto sucede en "Mi gran noche" que, para mi gusto, es una de las mejores películas de Alex de la Iglesia.

Centrada en el gran carnaval que es la televisión y, dentro de ella, expresando su quintaesencia, un especial de Nochevieja, "Mi gran noche" muestra con acierto la opera bufa y caótica de nuestro tiempo, un puro cambalache en el que los extremos no es que se toquen, es que se follan.

No tengo la menor duda de que, en su madurez creativa, la mejor película de Alex de la Iglesia será la que esté por venir.

Merece la pena verla.

domingo, octubre 25, 2015

La escapada

En general no creo que pueda entenderse el cine italiano en el periodo que va desde el final de la Segunda Guerra Mundial y el triunfo neoliberal del final del siglo sin tener en cuenta lo social.

No en vano, la Italia controlada con mano de hierro por la Democracia Cristiana fue uno de los frentes de la sorda lucha entre dos maneras opuestas de ver el mundo que fue la Guerra Fria. Y así, desde las elecciones de 1946 que en un país que por primera vez tenía sufragio universal y para alivio de un lado, ganó el partido de la iglesia, en Italia se disputó un sórdido gran juego por la hegemonía.

Dentro de ese gran juego, la cultura jugó un papel esencial y dentro de ella el cine como elemento fronterizo entre lo cultural y lo consumístico en ciernes.

Desde el neorrealismo con sus variantes más conformistas (De Sica o Zavatini) o más comprometivas (Visconti o Rosellini) hasta la llamada comedia italiana, pasando por las obras directamente políticas que realizaron nombres como Franceso Rosi o Gillo Pontecorvo, la pantalla de cine ha sido un territorio en disputa.

Y el resultado de esa disputa ha sido el indiscutible papel que juega el costumbrismo y lo social como contexto en el que las historias contadas tienen lugar, historias que son abordadas desde un primer nivel crítico que es lo sociológico, la indagación sobre la compleja y dividida alma italiana que es un elemento inseparable de géneros, habitualmente menos comprometidos, como la comedia.

En este sentido, en la comedia italiana abunda ese elemento, como mínimo, descriptivo de lo italiano que se muestra de manera catárquica en la pantalla.

Sólo en este contexto puede entenderse "La escapada", una de mis películas favoritas de siempre.

"La escapada" cuenta un drama y ese drama es el desastre que el vividor Bruno Cortona (brillantemente encarnado por el siempre brillante y magnífico Vittorio Gassman) trae a la vida de Robeto Marianim un tímido estudiante interpretado por el francés Jean-Louis Trintignant.

Habitualmente se analiza la película desde la trágica contraposición de dos caracteres y es cierto, pero se suele olvidar el carácter arquetípico que Cortona representa, un arquetipo de lo italiano que en su momento Berlusconi también representó con éxito.

Cortona representa esa Italia individualista y asocial que tan bien describiera Andrea Camillieri en una entrevista que concediera a El Pais en 2008:

"En Italia triunfa la ley del motorino (el vespino). ¿Ha visto las motos por Roma? Van en sentido contrario, se pasan los semáforos en rojo, suben a las aceras y sortean los carritos de los niños, tienen derecho a todo. Ésa es la moral de los italianos"
(Leer)

Pues bien, Cortona no va en vespino sino en un deportivo pero se cree con derecho a todo y hace lo que le viene en gana arrastrando a Mariani a una escapada de ferragosto que tendrá consecuencias trágicas.

Es ese listillo que simboliza lo peor de lo italiano mientras que Mariani, un estudiante dedicado a estudiar representa el retrato espiritual de una Italia moderna y europea, dispuesta a trabajar y a esperar en lugar de dilapidarlo todo en una tarde como Cortona.

Así, Cortona y Mariani son más que caracteres. Son arquetipos que revelan la escondida dimensión de crítica social que encierra "La Escapada".

La película contrapone esencialmente el hedonismo enloquecido de Cortona a el ascetismo de Mariani, vehiculando también la contraposición entre una visión tópica/arquetípica de los defectos de lo italiano frente a un modelo de conducta aspiracional seguramente pensado desde la ingeniería social conservadora... porque en Italia la critica social se da en las dos direcciones: desde la iglesia y desde la casa del pueblo

Pero, y dejando de lado todo esto, "La Escapada" en sí es una película prodigiosa cuyo principal talento es algo tan dificil como tener un pie en la comedia y otro en el drama.

Obra maestra.


El nuevo imperialismo

"Los déficit, tanto internos como externos, no pueden seguir creciendo descontroladamente por un tiempo indefinido, y la habilidad y voluntad de otros, primariamente de Asia, para financiarlos, al ritmo de u$s 2.300 millones por día a tasas corrientes, no es inagotable. Cualquier otro país en el mundo que exhibiera las condiciones macroeconómicas de la economía estadounidense estaría sujeto a una despiadada austeridad y a mecanismos de ajuste estructural del FMI. Pero, como lo remarca Gowan: “la capacidad de Washington de manipular el precio del dólar y de explotar el dominio financiero internacional de Wall Street permitió a las autoridades estadounidenses evitar lo que otros estados se vieron obligados a hacer: vigilar la balanza de pagos; ajustar la economía doméstica para asegurar altos niveles de ahorros e inversiones internas; vigilar los niveles de endeudamiento público y privado; asegurar un sistema interno de intermediación financiera para asegurar el fuerte desarrollo del sector productivo interno ”La economía estadounidense ha tenido una “ruta de escape de todas estas tareas” y como resultado se ha vuelto “profundamente distorsionada e inestable”"

sábado, octubre 24, 2015

Pan

Nunca he entendido porque hay que deconstruir la tortilla de patata o el arroz con leche, platos que funcionan por sí mismos y con su propia identidad. Imagino que es porque en el fondo nos aburrimos mucho, más de lo que creemos, en esta sociedad de consumo en que vivimos.

En cualquier caso, "Pan" es un buen ejemplo de que no sólo los platos pueden deconstruirse, también las historias.

Al final, la deconstrucción implica respetar maridajes de sabor, pero vehiculando ese sabor de otra manera con el objetivo de mantener tanto los ingredientes y ese sabor. Resumiendo, comer lo mismo de otra manera.

Pues precisamente "Pan" nos propone la misma historia de "Peter Pan" pero contándola de otra manera.

En este sentido, se trata de otra metodología de generación de productos de la industria cinematográfica que continuamente intenta reducir sus márgenes de riesgo pasando de la tradicional secuela o de la misma historia contada de la misma manera pero con mejores efectos especiales.

Ahora, tenemos la posibilidad de la deconstrucción que no es otra cosa que coger una historia que funciona buscando que sea diferente en lo anecdótico manteniendo su esencia ganadora.

De todos modos, no puede decirse que "Pan" sea un buen ejemplo porque, mientras la ve, el que les escribe no pudo dejar de plantearse la necesidad de semejante planteamiento mientras echaba de menos una historia original que tampoco es que le guste demasiado.

De no ser por el talento histriónico de Hugh Jackman "Pan" sería otro tedioso ejemplo de producto sin corazón... corrijo... pese a sus esfuerzos, no deja de ser otro ladrillo en el muro dispuesto a ser olvidado cinco minutos después de que haya terminado.

Me he aburrido viendo "Pan" que convierte la historia de Barrie en un relato-formula mecanizado y previsible, un producto de ocio a granel, puro soma para mantener la gente apartada un par de horas.

Deconstrucción sin talento.

La pura necesidad de producir ocio convertida en fin.

Con el mismo valor que las cuentas y los collares tenían para lo que los exploradores europeos consideraban salvajes.

Prescindible.