Hay una pauta clara en la política electoral europea.
Ya hemos asistido varias veces a la producción de dos bloques. Los electorados se alinean en dos bloques: el candidato populista, por un lado, y, por otro, el candidato del establishment neoliberal apoyado a discreción y sin embajes por la prensa mainstream.
Y no puede ser de otra forma.
Los populismos con reales posibilidades electorales sólo pueden ser de derechas en los ricos países europeos. Después de todo, las grandes mayorías tienen mucho o poco que perder con la desigualdad a diferencia de Latinoamérica, que dio populismos de izquierda porque las grandes mayorías producto de sociedades ya muy desiguales no tenían nada que perder.
Lo que no ha cambiado es el papel de los medios de comunicación,
En ambos casos, intentan estructurar este enfrentamiento mediante una polarización: responsabilidad, estabilidad y posibilismo frente a irresponsabilidad, desestabilización y locura, por supuesto esta locura se tiñe, no sin motivos, con la ponzoña de los totalitarismos tanto de derechas como de izquierda.
Un nuevo episodio de esta polarización se produce en las elecciones francesas: el sonriente fascismo neoliberal y global de Macron contra el no tan sonriente fascismo nacionalista de Le Pen... Y sin embargo, la mala sigue siendo Le Pen.
Desgraciadamente, Le Pen propone salvar sólo a los franceses de sangre, pero a quién propone salvar a Macron.
Macron propone salvar a los que tienen, abandonando a su suerte a los que no tienen, sean inmigrantes o no.
Pero de esto, de las maldades de Macron no se habla como tampoco se hablaba de las sutiles maldades de Clinton frente a la ruidosa y evidente obscenidad de Trump.... Y sin embargo es gente como Macron o Clinton los que están haciendo el verdadero daño, el daño para la historia, a los opulentos habitantes del primer mundo.
Son ellos los que están desmontando salvajemente un estado del bienestar que utilizaba la riqueza acumulado con la explotación capitalista global para proteger a los desfavorecidos habitantes del primer mundo.
Es cierto que Le Pen no quiere ayudar a los inmigrantes pero Macron, como buen neoliberal, no quiere ayudar a nadie que no se pueda ayudar a sí mismo.
Y mientras Le Pen utiliza el nacionalismo para trazar sobre el suelo una línea que separa a los elegidos de los no elegidos, Macron utiliza el éxito económico para trazarla.
Francamente no sé qué es peor.. entre otras cosas porque no me entiendo tan antiguo como para entender la realidad como hace 50 años. Estos anteojos nos impiden ver una realidad en la que cada vez estaremos más abocados a elegir entre dos fascismos: el de ahora, el sonriente, el líquido y el de antes, el serio y endurecido.
Nos sobran consignas y clichés y nos falta una verdadera y auténtica reflexión sobre la realidad que nos rodea.
Y los medios están jugando un magnífico papel construyendo el enésimo relato de buenos y malos a los que estas sociedades tan abiertas tienen acostumbrada a nuestra adormecida y demediada inteligencia.
Hay fascismo del bueno y fascismo del malo, fascismo cool y fascismo hard.
La única diferencia es que las razones de las fascistas buenos no nos parecen tan malas. Otra cosa son sus consecuencias. Ahí están. Puedes encontrarlas llamando a cualquier puerta o doblando cualquier esquina.
Sólo tienes que aprender a ignorarlas mientras esperas que mañana la lotería del neoliberalismo no te toque y no tenga que quebrar esa empresa en que tipos tan encantadores como Macron te han convertido, lo quieras o no, y que eres tú mismo.
Ya va siendo hora de que los europeos nos pongamos las pilas.
Ya hemos asistido varias veces a la producción de dos bloques. Los electorados se alinean en dos bloques: el candidato populista, por un lado, y, por otro, el candidato del establishment neoliberal apoyado a discreción y sin embajes por la prensa mainstream.
Y no puede ser de otra forma.
Los populismos con reales posibilidades electorales sólo pueden ser de derechas en los ricos países europeos. Después de todo, las grandes mayorías tienen mucho o poco que perder con la desigualdad a diferencia de Latinoamérica, que dio populismos de izquierda porque las grandes mayorías producto de sociedades ya muy desiguales no tenían nada que perder.
Lo que no ha cambiado es el papel de los medios de comunicación,
En ambos casos, intentan estructurar este enfrentamiento mediante una polarización: responsabilidad, estabilidad y posibilismo frente a irresponsabilidad, desestabilización y locura, por supuesto esta locura se tiñe, no sin motivos, con la ponzoña de los totalitarismos tanto de derechas como de izquierda.
Un nuevo episodio de esta polarización se produce en las elecciones francesas: el sonriente fascismo neoliberal y global de Macron contra el no tan sonriente fascismo nacionalista de Le Pen... Y sin embargo, la mala sigue siendo Le Pen.
Desgraciadamente, Le Pen propone salvar sólo a los franceses de sangre, pero a quién propone salvar a Macron.
Macron propone salvar a los que tienen, abandonando a su suerte a los que no tienen, sean inmigrantes o no.
Pero de esto, de las maldades de Macron no se habla como tampoco se hablaba de las sutiles maldades de Clinton frente a la ruidosa y evidente obscenidad de Trump.... Y sin embargo es gente como Macron o Clinton los que están haciendo el verdadero daño, el daño para la historia, a los opulentos habitantes del primer mundo.
Son ellos los que están desmontando salvajemente un estado del bienestar que utilizaba la riqueza acumulado con la explotación capitalista global para proteger a los desfavorecidos habitantes del primer mundo.
Es cierto que Le Pen no quiere ayudar a los inmigrantes pero Macron, como buen neoliberal, no quiere ayudar a nadie que no se pueda ayudar a sí mismo.
Y mientras Le Pen utiliza el nacionalismo para trazar sobre el suelo una línea que separa a los elegidos de los no elegidos, Macron utiliza el éxito económico para trazarla.
Francamente no sé qué es peor.. entre otras cosas porque no me entiendo tan antiguo como para entender la realidad como hace 50 años. Estos anteojos nos impiden ver una realidad en la que cada vez estaremos más abocados a elegir entre dos fascismos: el de ahora, el sonriente, el líquido y el de antes, el serio y endurecido.
Nos sobran consignas y clichés y nos falta una verdadera y auténtica reflexión sobre la realidad que nos rodea.
Y los medios están jugando un magnífico papel construyendo el enésimo relato de buenos y malos a los que estas sociedades tan abiertas tienen acostumbrada a nuestra adormecida y demediada inteligencia.
Hay fascismo del bueno y fascismo del malo, fascismo cool y fascismo hard.
La única diferencia es que las razones de las fascistas buenos no nos parecen tan malas. Otra cosa son sus consecuencias. Ahí están. Puedes encontrarlas llamando a cualquier puerta o doblando cualquier esquina.
Sólo tienes que aprender a ignorarlas mientras esperas que mañana la lotería del neoliberalismo no te toque y no tenga que quebrar esa empresa en que tipos tan encantadores como Macron te han convertido, lo quieras o no, y que eres tú mismo.
Ya va siendo hora de que los europeos nos pongamos las pilas.