lunes, enero 03, 2011













"—Jackson —dijo—. ¿Sabe usted lo que dijo el general Thomas J. Jackson en una ocasión? En la ocasión de su infortunada muerte. Me lo aprendí de memoria. No puedo responder de su exactitud, desde luego. Pero así lo cuentan: «Orden de que A. P. Hill se disponga para la acción». Luego, delirando ya, agregó No, no; crucemos el río y descansemos bajo la sombra de los árboles».
—Muy interesante, mi coronel —replicó Jackson—. Así debió haber sido Stonewall Jackson.
El coronel comenzó a hablar, pero se detuvo al sentir que le atacaba el dolor por tercera vez, oprimiéndole de forma tal que supo que no podía vivir.
—Jackson —dijo el coronel—. Arrime a un lado de la carretera y apague las luces, de estacionamiento. ¿Conoce usted el camino a Trieste desde aquí?
—Sí, mi coronel. Tengo mi mapa.
—Bien. Voy a pasar al amplio asiento trasero de este maldito coche de gran tamaño y de lujo.
Ésa fue la última frase que dijo el coronel en su vida. Pero llegó hasta el asiento trasero y cerró la portezuela. La cerró cuidadosamente y bien."
(Al otro lado del río y entre los árboles, Ernest Hemingway)

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