Serie Krátos (XI): Del proletariado al precariado: la disolución del sujeto mayoritario

Serie Krátos (XI) — Del proletariado al precariado: la disolución del sujeto mayoritario

Por qué la recuperación de rentas post-1991 no fue solo una política económica, sino un rediseño del trabajo para esterilizar la capacidad de organización de las mayorías

La entrega X fijaba la bisagra histórica: con la caída de la URSS, las élites quitan el freno de mano al proceso neoliberal de recomposición. Esta entrega XI entra en el "cómo": qué operación material vuelve estable esa recomposición. La respuesta es simple y brutal: rediseñar el trabajo para que la mayoría ya no pueda organizarse. El nombre social de ese rediseño es el precariado.

En un vistazo: Este artículo presenta la tesis fundamental de que la recuperación de rentas post-1991 no fue solo una política económica, sino un rediseño material del trabajo para neutralizar la capacidad de organización de las mayorías. La OIT documenta una caída de 1,6 puntos en la participación del trabajo en la renta desde 2004, equivalente a 2,4 billones de dólares anuales transferidos del trabajo al capital. Lo que explica esta entrega es el dispositivo que hace sostenible ese trasvase: la demolición de la infraestructura social del conflicto mediante la conversión del proletariado en precariado.


Antes de entrar en mecanismos, conviene fijar la huella agregada del proceso: la OIT estima que la participación del trabajo en la renta ha caído 1,6 puntos desde 2004, y que esa caída equivale —solo en 2024— a un déficit anual de ingresos para los trabajadores de 2,4 billones de dólares (PPP constantes) respecto a un escenario de participación estable. Eso es el trasvase medible. Lo que explica esta entrega es el dispositivo que lo hace sostenible: la demolición de la infraestructura social del conflicto.

0) 1989–1991: el fin del "seguro de vida" y el arranque de la doble pinza

1991 no inventó la contrarreforma; quitó el freno. Con el contrapoder soviético fuera de la ecuación, el Estado de bienestar deja de funcionar como "seguro de vida" estratégico: ya no hace falta pagar cohesión social para contener una alternativa sistémica. La precariedad deja de ser un "fallo" tolerable y pasa a convertirse en arquitectura de control.

Desde ahí, la recuperación de rentas se acelera mediante una doble pinza:

Arriba (institucional): reglas que favorecen acumulación y debilitan la capacidad redistributiva: desregulación financiera, reformas fiscales regresivas, privatizaciones, disciplina presupuestaria y reformas laborales.

Abajo (arquitectura del trabajo): rediseño de la relación laboral para impedir organización estable: subcontratación en cascada, temporalidad, rotación, fragmentación empresarial, plataformas y gestión por métricas.

Constatación funcional, no conspiración: Esto no exige una teoría conspirativa: exige una constatación funcional. Si el objetivo es recomponer excedente hacia arriba, hace falta un suelo social que impida que el conflicto lo recupere hacia abajo. Ese suelo se construye históricamente, mediante procesos que van desde la quiebra sindical deliberada hasta la difusión de modelos empresariales que, "casualmente", producen el mismo efecto político: neutralización.

En los años 90 no hay un "instante" único, hay una década de asentamiento del régimen: desindustrialización y terciarización, expansión de cadenas globales, debilitamiento de negociación colectiva en muchos países y proliferación de subcontratas y agencias. El resultado es que la recomposición se vuelve estructura, no coyuntura.


1) El fin de la "Máquina de Sujetos"

El proletariado industrial del siglo XX no era peligroso por su ideología, sino por su geografía. La fábrica clásica era una tecnología de concentración que ofrecía tres activos estratégicos:

Sincronía: horarios y ritmos comunes. Si uno paraba, todos paraban.

Permanencia: identidades estables que permitían que el sindicato fuera una institución, no un evento.

Palanca: el control físico del flujo de mercancías.

Dicho sin romanticismo: la huelga era eficaz porque interrumpía físicamente el flujo (producción y/o logística) en un punto concentrado. Había un nudo real que bloquear. Esa infraestructura organizativa convivía con alta explotación, con sindicatos burocratizados y con luchas que fracasaban. Pero la explotación se compensaba parcialmente con transvase de rentas: salario indirecto, seguridad, servicios públicos. Cuando ese transvase desaparece, solo queda la extracción sin colchón.

El cambio de diseño productivo: A partir de los 70, y aceleradamente tras 1991, el diseño productivo cambia para romper esa física social. La deslocalización y la fragmentación no solo buscan costes bajos; buscan que la fábrica deje de producir sujeto político.

Ejemplo-tipo: una planta integrada se sustituye por una red de contratas y microcentros. Cada nodo es más débil, más sustituible, más rotatorio. El conflicto pierde palanca.


2) El precariado: la gestión de la incertidumbre como dispositivo de poder

El precariado no es solo "trabajar mal"; es vivir en incertidumbre estructural. Es un diseño que traslada riesgos (demanda, tiempos muertos, costes, fallos) desde la empresa al individuo. Funciona porque combina tres dispositivos que se refuerzan:

a) Dispositivo jurídico: la fisura laboral (fissuring)

La empresa principal externaliza empleo, riesgo y conflicto a una cascada de subcontratas, ETT y entidades interpuestas. El trabajador ya no sabe contra quién luchar porque su "jefe" formal puede desaparecer o cambiar mañana, mientras el centro real de decisión queda fuera de alcance.

Efecto político: responsabilidad difusa + adversario inasible = negociación colectiva debilitada.

Ejemplo-tipo: la marca fija estándares, precios y ritmos; el contrato laboral lo firma una contrata pequeña que absorbe el conflicto y puede ser reemplazada.

b) Dispositivo técnico: disciplina algorítmica y "paradoja de la autonomía"

En muchos sectores, el algoritmo sustituye al capataz: no hay un humano al que confrontar, sino una métrica opaca que premia la autoexplotación y castiga el disenso con degradación, penalización o desconexión. La "libertad" formal se convierte en coerción estadística.

Efecto político: vigilancia constante + evaluación continua = obediencia sin orden explícita.

Ejemplo-tipo: trabajo por plataforma con rating, asignación automática y sanción invisible: el control es permanente, pero nadie firma la orden.

c) Dispositivo temporal: el tiempo roto

Rotación, contratos cortos, turnos variables, intermitencia. Sin continuidad, el "nosotros" no cuaja. Sin caras conocidas durante años, no hay confianza; sin confianza, no hay acción colectiva.

Efecto político: imposibilidad práctica de construir institución estable.

Ejemplo-tipo: cuando aparece un núcleo organizativo, la plantilla ya ha cambiado, o el nodo se reconfigura.


3) Por qué el número ya no se traduce en mando

Aquí está la paradoja del presente: nunca hubo tantos trabajadores y nunca tuvieron tan poca capacidad de negociación. Las razones son materiales:

Competencia horizontal: el compañero deja de ser aliado y se vuelve rival (turno, métrica, rating). El conflicto se desplaza hacia abajo (pobre contra pobre) mientras el centro decisor queda intacto.

Geografía dispersa: teletrabajo, última milla, microempresas, externalización. Sin plaza física común, la política se degrada a ruido digital: mucha opinión, poca capacidad de bloqueo real.

Chantaje del flujo de caja: si vives al día y endeudado, la huelga deja de ser un derecho practicable: se convierte en riesgo existencial. El sistema está diseñado para que el coste inmediato de protestar sea superior al beneficio esperable.

La atomización del conflicto: Plantillas distribuidas en nodos pequeños o domicilios. Coordinar conflicto es caro; el empleador responde con sustitución, rotación o desconexión individual.


4) La paradoja central: mayoría sin poder

El poder no es aritmética; es organización. En la UE, con un 17% de empleo a tiempo parcial y más de 23 millones de contratos temporales, la precariedad no es el margen: es estructura (Eurostat, 2023–2024). Eso significa una mayoría viviendo bajo condiciones que penalizan la acción colectiva.

La mayoría produce, pero lo hace en cadenas tan fragmentadas que su interrupción es amortiguable por el capital (stock, proveedores alternativos, sustitución rápida, traslado de carga a otro nodo). La mayoría vota, pero carece de instrumentos estables para sostener presión entre elecciones. El resultado es un gigante encadenado por hilos invisibles: muchos individuos, cero instituciones.

Ejemplo-tipo: huelga en un eslabón subcontratado. Golpea al nodo débil, no al centro de decisión; se rodea con stock o se cambia de proveedor.


5) El fracaso de las respuestas actuales

Las reacciones contemporáneas chocan contra este muro de diseño:

Estallidos sin sedimento: movilizaciones masivas que llenan plazas, pero se disuelven cuando la gente vuelve a trabajos atomizados; falta infraestructura material para sostener campaña, disciplina y negociación larga.

Populismos de desahogo: agregan rabia en votos, pero no reconstruyen poder en el centro de trabajo; ganan instituciones políticas sin recuperar palanca económica.

Trampa de la identidad: el sistema fomenta que el fracaso se lea como fallo personal ("tengo que reinventarme") en lugar de problema sistémico. La culpa sustituye a la indignación organizada.

El límite de la movilización digital: Mucha potencia de convocatoria en red, poca capacidad para sostener decisiones complejas y presión prolongada frente a actores económicos.


6) Conclusión: la precariedad como modo de gobierno

Después de 1991, el capitalismo comprendió —a través de ensayos empresariales, quiebras sindicales, difusión de modelos "eficientes" y lobbies deliberados— que para ser incontestable no necesitaba prohibir la organización: le bastaba con hacerla técnicamente inviable para la mayoría.

La precariedad es la herramienta para que el trabajo deje de producir comunidad. Si el siglo XX concentró a la mayoría para explotarla, el siglo XXI la dispersa para neutralizarla. La recuperación de rentas es, en última instancia, el beneficio económico derivado de haber dejado a la mayoría sin los andamios necesarios para construir un "nosotros".

La pregunta que abre: Pero ningún diseño es estanco. La pregunta que abre la próxima entrega es si la propia logística global que fragmenta el trabajo también crea nuevos puntos de bloqueo, y si las grietas de este modelo pueden convertirse en palancas para reconstruir poder colectivo.


Fuentes núcleo

OIT (participación del trabajo en la renta; estimaciones 2004–2024; "shortfall" 2024); Eurostat (temporalidad 2023; tiempo parcial 2024); Eurofound (empleo no estándar); David Weil (The Fissured Workplace); FMI (desigualdad e instituciones; desregulación/tributación; relación entre globalización y distribución); Wolfgang Streeck (crisis fiscal/Estado y capitalismo); Zeynep Tufekci (movilización en red y límites organizativos).


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