viernes, agosto 25, 2017

Reflexión sobre Barcelona

La globalización está dejando muy poco de un algo que pudiéramos llamar "resto del mundo".

Y aunque sean ellos los que constantemente deben defenderse de nosotros para no ser directamente eliminados o bien asimilados, nuestra cultura occidental basa su cohesión en la defensa de ese otro que constantemente merodea alrededor de nuestras reales e imaginarias murallas buscando entrar, casi siempre para hacernos daño comprometiendo como mínimo el buen orden y la estabilidad de nuestras cosas.

Cada vez más, fuera de esas murallas no hay otra cosa que una amenaza de cuya ciega e irracional maldad nuestro sistema tiene la obligación de protegernos. pero esa es otra historia.

Lo importante es que es ante la presencia de ese otro cuando este poder,  que como escribía Foucault nos vive, tiene espacio y tiempo para mostrarse justificado.

La tensión entre administraciones/poderes subyacente a los tristes y terribles atentados de Barcelona es un magnífico ejemplo de puesta por obra de la necesidad de aprovechar al máximo esa necesidad de justificación.

Los unos para mostrar a los que anhelan poseer que son un poder autosuficiente y por lo tanto independiente; los otros precisamente para evitar esto y demostrar en todo momento la necesidad de recurrir a él expresando de manera directa e indirecta la realidad de una dependencia.

Era inevitable que las cosas sucedieran de esta manera.

La objetividad es imposible... o es lo que le sucede como adjetivo al punto de vista sostenido por el que vence. El privilegio de poder llamar las cosas por el nombre que siempre se les ha querido dar sin que ya nada ni nadie tenga el suficiente poder como para contradecir.

Y es ante las esporádicas apariciones de ese otro es cuando el poder se la juega para resolver precisamente esa contradiccion.

Es el momento único de mostrarse como tal, ejerciendo la fuerza, la producción de verdad, la generación de sumisión, aquello en definitiva que es la única manera en que el poder se manifiesta.

Tan importante como el qué, el sentirnos protegidos, es también el quién, que quede claro quién nos protege porque, después de todo, somos parte de quien nos protege.

Y en todo este molesto y casi siempre vergonzoso ruido blanco mediático subyace desgraciadamente la inevitable falta de escrúpulos que el poder siempre trae consigo, el aprovechamiento de una ocasión única para la expresión de dos entidades, de dos poderes que pugnan por imponerse en el mismo espacio y tiempo.

Tras la expresión de lo politicamente correcto, incluso de lo necesario, surgen los "peros", los "no obstantes", los "hubiera sido deseable" y con ellos la cruda verdad de la expresión de dos realidades que sólo pueden existir desde la pugna y el cuestionamiento porque, por su propia naturaleza, no pueden coexistir.

Siempre, en la punta de la pirámide. sólo puede quedar uno porque no es casualidad que sólo haya espacio para uno.

Sólo el verdadero y auténtico poder tiene la facultad de defendernos del otro y la única mejor manera de mostrar que se posee esa facultad es ejerciéndola.

Y como el escorpión del cuento, el poder no puede evitarlo. No puede evitar picar a la inocente y confiada liebre. No puede evitar mostrarse como único e indiscutible en el espacio que debiera ser de su autoridad.

Nacionalismo español y nacionalismo catalán no van a perder la ocasión de expresarse.

No pueden dejar de hacerlo porque son lo que son, expresiones incompatibles que se pretenden de un poder soberano, sentimientos que prostituyen la razón para justificar más o menos inconfesables instintos.

La victoria del animal que todos llevamos dentro y que sólo contempla las relaciones humanas desde la sumisión o la dominación.

Las raíces de la enfermedad de la violencia y destrucción que traemos con nosotros desde el principio de los tiempos.

Detrás de tanta palabra, de tanto ruido, de tanto argumento, no hay nada más que esto: pretenciosos simios queriendo estar a toda costa en lo cierto.

Hay algo terrible y obsceno en todo este ruido de fondo mediático y admitamoslo: somos todos nosotros, el mundo que concienzuda y diariamente estamos produciendo.

Y lo más curioso es que somos nuestras propias victimas.

Y según algunos, somos la obra cumbre de la creación.

Me pregunto si, en el caso de existir, Dios verdaderamente ha muerto... o se ha suicidado después de vernos a lo largo de los siglos en acción.







domingo, agosto 06, 2017

La Gran Transformación. Karl Polanyi

“Los antiguos pobres eran ahora clasificados en indigentes no aptos físicamente para el trabajo, cuyo destino eran las workhouses, y en trabajadores independientes que ganarían su vida trabajando por un salario. Apareció así sobre la escena social una nueva categoría de pobres totalmente nueva: los parados. Mientras que los indigentes debían de ser socorridos, por el bien de la humanidad, los parados no debían serlo por el bien de la industria. En este sentido, resultaba irrelevante que el trabajador en paro no fuese responsable de su situación. La cuestión no consistía en saber si el trabajador había conseguido trabajo o no, en el caso de que lo hubiese verdaderamente buscado, sino en que, a menos que el trabajador tuviese opción de elegir entre morir de hambre o ir a la aborrecida workhouse, el sistema de salarios se vendría abajo sumiendo así a la sociedad en la miseria y en el caos. Se reconocía que esto equivalía a penalizar a los inocentes. La perversión y la crueldad radicaban precisamente en emancipar al trabajador, con la explícita intención de convertir en una amenaza real la posibilidad de morir de hambre. Esta manera de proceder permite comprender ese sentimiento lúgubre, de desolación, que percibimos en las obras de los economistas clásicos. Pero, para cerrarles la puerta en las narices a los trabajadores sobrantes, desde ahora encerrados en los confines del mercado de trabajo, el gobierno se encontraba sometido a una legislación por la que se negaba a sí mismo - empleando las palabras de Harriet Matineau - a proporcionar el menor socorro a las inocentes víctimas, ya que esto constituía por parte del Estado una «violación de los derechos del pueblo». Cuando el movimiento cartista solicitó que los desheredados pudiesen penetrar en el recinto del Estado, la separación de la economía y de la política dejó de ser una cuestión académica para convertirse en la condición irrefragable de la existencia de ese sistema de sociedad. Habría sido una locura confiar la administración de la nueva legislación sobre los pobres a los representantes de ese mismo pueblo al que estaba destinado ese trato caracterizado por sus métodos científicos de tortura mental… La Constitución americana, elaborada en un medio de agricultores y artesanos por una clase dirigente consciente de lo que estaba ocurriendo en la escena industrial inglesa, aisló totalmente la economía de la jurisdicción constitucional y situó, en consecuencia, a la propiedad privada bajo la más poderosa protección que cabe imaginar y creó la única sociedad de mercado del mundo legalmente fundada. A pesar del sufragio universal, los electores americanos se sentían impotentes ante los propietarios”.

sábado, agosto 05, 2017

Georges Bataille, a critical introduction. Benjamin Noys

"Human nature is no longer purely natural, a given fact, but it is a complex arrangement of violent irruptive forces forced into stability"

 ("La naturaleza humana ya no es puramente natural, un hecho dado, sino que es un complejo arreglo de violentas fuerzas irruptivas forzadas a la estabilidad")

La Gran Transformación. Karl Polanyi

“Los métodos de la economía de mercado no podían ser aplicados con seguridad más que cuando existían esas condiciones previas. Allí donde los métodos librecambistas se impusieron sin que mediasen medidas protectoras, surgieron sufrimientos indecibles propios de pueblos indefensos, como ocurrió con los países de ultramar o semi-coloniales. En esto radica la clave de la aparente paradoja del imperialismo: algunos países rechazaron comerciar conjuntamente y sin diferencias -cosa económicamente inexplicable y que parecía irracional- y, en vez de esto, intentaron anexionarse mercados en ultramar y comerciar con países exóticos. La razón que los impulsó a actuar de este modo fue simplemente el miedo a sufrir consecuencias similares a las que padecían los pueblos incapaces de defenderse.”