viernes, octubre 13, 2006
Después de todo lo escuchado y visto con el tema del ácido bórico y la cinta de la Orquesta Mondragón, empiezo a pensar que todo el problema radica en que la derecha española no sabe echarse al monte.... Porque también, y para éso, hace falta una buena razón.
Es una pura cuestión genética, una insuperable barrera que sólo generaciones de mestizaje político podrán curar... supongo.
Ahora mismo, más que una peligrosa cuadrilla de francotiradores y bandoleros parecen una manada de Blanche Dubois instaladas en un continuo y constante delirio por entre los valles y las peñas, como Quijotes penitentes, igualitos, con las piernas al aire y en jubón.
Quizá se queden tranquilos si se descubre que los islamistas y los etarras escuchan el mismo tipo de música. Después de todo, éso también es una conexión.
La verdad que buscan -con la boca cada vez más pequeña (ya se están dando cuenta)- es por muchas y variadas razones un imposible.
Para la próxima, propongo que fichen a gente de Izquierda Unida o del PSOE para que les instruyan en los misterios de echarse al monte, aunque sea con corbata de seda y gomina.
jueves, octubre 12, 2006
Es curioso....
No nos damos cuenta, pero constantemente lo hacemos.
Más tarde o más temprano siempre ponemos el énfasis en los presuntos riesgos que esta u otra actividad tienen para quienes las desempeñan.
El martes pasado viajaba en el metro y a mi lado una persona leía en uno de estos periódicos de usar y tirar un artículo sobre el riesgo que los tatuajes acarreaban a quienes se los hacían.... Se trataba de la hepatitis C. Frente a mi, y en otro períódico un artículo hablaba de los riesgos del exceso de tiempo pasado frente al ordenador.
Riesgos....
En la esfera pública, y para cualquier asunto o actividad, tarde o temprano termina apareciendo alguien, generalmente un médico, que nos informa de los posibles riesgos que acarrea su práctica.
Se pone mucho énfasis en ésto.
Vivimos constantemente avisados de los posibles problemas que nos pueden producir cualquier cosa que estemos haciendo.
Riesgos....
En exceso, todo puede matarnos... como si ya no lo estuviera haciendo el tiempo sigilosamente, en las catacumbas de nuestra fisicidad mientras somos conscientes de tanto riesgo y nos cuidamos -formales que somos- de que nada malo nos pase mientras resignadamente seguimos trabajando de nueve a siete.
No debemos entregarnos a nada en exceso.
No debemos desear algo con la falta de ocntrol suficiente como para incurrir en los consabidos riesgos para la salud.
La máquina tiene que estar en perfecto funcionamiento para seguir funcionando, cumpliendo con su parte dentro del hormiguero.
Y es cierto que existen los riesgos pequeños.
Y que si no tenemos cuidado podemos caer en ellos, pero existen otros riesgos más grandes de los que nunca se habla, riesgos más globales que afectan a la persona y al lugar que ésta ocupa en el mundo.
Constantemente hablamos de estilos de vida insanos, del tabaco, de la conducción enloquecida y descuidada, del alcohol, de querer trabajar de día y vivir de noche -todo a la vez- y pensamos correctamente que son hábitos que nos producen enfermedades letales. Pero, quizá, esa corrección no sea del todo suficiente.
Es posible que esos comportamientos excesivos sean valvulas de escape para seres que viven aprisionados por las propias circunstancias. Ortega decía que el hombre era la suma de éste y de aquellas, pero qué sucede cuando el hombre sólo es la suma de sus circunstancias, cuando no hay nada más que lo que se ve y se ha comprado en una tienda.
En estos casos en que se me va la olla, siempre recuerdo un poema de Sam Shepard:
"sus canarios
caían como moscas
cada mañana
aparecía un nuevo canario
tieso
en el suelo de la jaula
el Veterano le dijo
que era por las bacterias
del agua que les daba
pero él sabía
que era
por su modo de vivir"
(Crónicas de motel)
Y de pronto me llega la cordura.
No nos mata el cáncer o la carretera.
Nos mata el modo en que vivimos, que nos hace fumar en exceso o conducir demasiado deprisa. Quizá llega un día en que abandonamos toda esperanza y nos dejamos ir y fumamos y conducimos y bebemos y follamos a diestro y siniestro sin condón y nos hacemos tatuajes y nos compramos una casa sin poder permitirnoslo y nos traen sin cuidado los riesgos porque ya estamos perdidos.
La vida que llevamos nos hace, pero también nos deshace si perdemos el rumbo o la esperanza de construir algo por pequeño que sea. La naturaleza aborrece el vacío y el espíritu tanático/autodestructivo enseguida entra a ocupar el lugar que ha dejado el espíritu erótico/constructivo.
El milagro del vivir es siempre un regalo envenenado.
martes, octubre 10, 2006
Lentamente,
con cuidado y precisión,
coloca las balas en el tambor de su revolver.
Al otro lado el desorden y el caos rugen,
arañan la puerta de su conciencia con sus mil y una garras.
Ni un paso atrás.
He decidido detenerse,.
enfrentarse a la jauría de rostros abominables
que le persiguen por los alargados pasillos de su existir.
Este sitio es tan bueno como cualquier otro
para trazar la raya que ninguno podrá atravesar.
Los conoce perfectamente.
Para cada uno de ellos tiene reservada una bala,
aunque su derrota es segura.
No se por qué suena en mi cabeza "Moon river"...
Esta mañana mi abuela ha abandonado este mundo.
Tenía 106 años y me cuentan con la voz encogida por el dolor desde la castellana Salamanca donde vivía que simplemente dejó de respirar. Su vida se fue apagando lentamente, como una llama lentamente ahogada por el viento.
.... quizá porque en mi cabeza sólo se publica la leyenda
Hacía mucho tiempo que no la veía y las pocas noticias que me llegaban procedían de una familia con la que mantengo unas relaciones no demasiado fluidas, pero -y sin embargo- en mi memoria tengo un retrato consistente de su distante presencia (que ha heredado mi padre). Impenetrable rostro inmóvil de indio de las praderas asturianas.
Muchas historias corren sobre la rama norteña de mi familia.
Nuestras pequeñas brumas de avalon han dado que hablar durante décadas: antepasados que cazaban osos pardos a cuchillos o que recibían a tiros al destacamento entero de la guardia civil o que resolvían viejas pendencias con la autoridad con autodestructivos toques peckinpahianos... , pero, y condiferencia, la mejor historia es la de mi abuela.
A principios de siglo y en el Occidente Asturiano si un chico conocía a una chica y se gustaban las cosas no eran tan fáciles y claras como ahora. Uno tenía que contar con el permiso de ambas familias y con unas ciertas "posibilidades" materiales que hicieran pensar en un futuro agradable para la novia.
Por lo visto, mi abuelo no tenía ninguna de esas cosas. Lo único que tenía eran ojos para mi abuela que pertenecía a una familia importante de la zona. Su bisabuelo, "El Chamusco" (por lo pelirrojo) había sido alcalde del Concejo de Tineo -el más grande de Asturias- por aquella época y su casa "Buenavista" (en Asturias todas las casas tienen un nombre) no era una casa cualquiera.
Mi abuelo ni siquiera pudo optar a pedir su mano.
Todo entre ellos sucedía deseperadamente en secreto.
Afortunadamente existía una solución de emergencia sólo apta para los más valientes y arrojados... Subir por la ventana, coger a la novia y raptarla. Y eso fue lo que hizo mi abuelo. Una buena noche de sus veinte años mi abuela abrió la ventana de su habitación y, con apenas lo puesto, se dejó raptar por mi abuelo.
Los dos escaparon a Cuba, perseguidos por una maldición que afectaría a todos los primogénitos de aquella espúrea línea de descedencia. Cosa que le fue contada años más tarde a mi abuela cuando no le quedó más remedio que regresar a España y maldición que mi padre esgrimió como un arma de destrucción masiva alguna vez en mi contra en alguna de nuestras interminables discusiones sin sentido entre primogénitos malditos.
Allí, en La Habana nació mi padre y también mi tía… Y allí también murió mi abuelo antes de que naciera mi padre y al que, por tanto, los dos nunca hemos conocido nada más que en el cuerpo presente de su leyenda.
Seguramente fue la gripe.
Improbablemente, la maldición.... aunque Iker Jiménez seguramente tendría algo que decir a este respecto.
Y después vino un luto de ochenta años, casi eterno… que ha terminado hoy de primera mañana. Quizás, por las mismas horas en que él la raptó.
Supongo que unos nudillos invisibles que sólo ella tenía permitido escuchar llamaron a su puerta (justo cuando yo soñaba que peleaba con mi padre una vez más) marcando la definitiva hora en punto y ella se levantó a abrir su ventana una vez más. La definitiva. Para siempre jamás.
Mi abuela era una mujer de las de antes.
Desde que la conozco e incluso antes de conocerla, en las desgastadas fotos grises y ocres de los más viejos tiempos, mi abuela siempre vistió de negro.
Hoy, 106 años después, todo ha terminado.
Y cuando la muerte llega, la realidad deja de importar.
Sólo quedan las historias, los recuerdos que persistirán mientras nuestra conciencia siga existiendo lanzada siempre hacia delante por esa desconocida fuerza que nos situó en este mundo, moviéndose por este confuso espacio rebosante de eventos y trayectotrias en el que perseguimos constantemente la victoria de encontrar un cierto camino/sentido antes de que nos suene la hora en punto y la cena se nos enfríe definitivamente.
Y estas son las historias que recuerdo.
Los otros nunca mueren.
La única muerte verdadera es la propia.
La forma más definitiva y radical del olvido.
Y lo que se recuerda son las historias.
Y tras ellas, el misterio radical de la memoria.
La nueva película de Clint Eastwood se acerca.
- Sobre la película
- Sitio oficial
lunes, octubre 09, 2006
"If the sun refuse to shine
I don't mind.
If the mountains fell in the sea
let it be.
It ain't me.
If the six turned out to be nine
I don't mind.
If all the hippies cut up all their hair
I don't care.
Cause I like my own world to live through
and i ain't gonna copy you."
(If six was nine, The Jimi Hendrix Experience)
Y no te voy a copiar,
porque tengo mi propio modo de hacer las cosas bien
y de hacer las cosas mal.
domingo, octubre 08, 2006
viernes, octubre 06, 2006
No se si la biografía de Miles es un retrato ajustado del personaje.
A lo largo de sus páginas, Kerouac se nos revela como un personaje complejo, absolutamente egoísta y únicamente preocupado por sí mismo como escritor. Uno tiene la impresión de que Miles no simpatiza en absoluto con el personaje... y la verdad es que, de ser ciertas todas las fechorías que cuenta el autor, nos sería bastante difícil tolerar en nuestras vidas a alguien tan imposible como Jack Kerouac.
Esa duda se la dejo a los eruditos expertos en la Generación Beat (entre los que en absoluto me encuentro), porque lo que más me interesa de este retrato en negro del autor de "On the road" es la puesta en evidencia de todo lo complejo y contradictorio que alberga el alma humana. Y en este sentido, el Kerouac de Miles (porque los biografiados siempre, en mayor o menor medida, son personajes de sus autores) es un buen ejemplo de esa eterna lucha antropológica del hombre contra sus propias contradicciones (una lucha que casi nunca se gana, a veces se equilibra y casi siempre se pierde).
En un momento determinado del libro, Kerouac -entrecomillado por Miles- habla con sobrecogimiento de la gran y grave responsabilidad que siente por estar vivo, una responsabilidad que experimenta constantemente como una tensión irresoluble que le hace incluso -a veces- desear estar muerto. Pero, y a la vez, esa misma tensión le llevó de forma evidente a ser quién fue: un viajero incansable en busca de si mismo con el mundo como escenario.
Para Kerouac y su gente, el acto de echarse al camino es un acto de deconstrucción en el que uno no puede llevarse nada más que a sí mismo. Las cosas sobran. Las personas vienen, van y al final, y por un puro proceso de decantación espacial y temporal, uno debiera encontrarse, en un determinado espacio y en un determinado tiempo, consigo mismo, frente a frente y quizás, y como consecuencia directa de ese hallazgo, con el propio destino brillando irresistible al final de horizonte.
El abandono de todo lo conocido y la autodestrucción social -y probablemente personal- consiguiente se convierten en una suerte de ascesis purificadora.
Retirarse al modo de los nativos norteamericanos el tiempo suficiente como para tener una visión personal e intransferible que de sentido a la propia vida, incluso los nativos cambiaban su nombre adoptando uno relativo a esa visión.
Y Kerouac siempre esperó encontrar un escritor más allá del arco iris de su propia locura de continuar siempre adelante, contra todo y todos. Esa era su visión.
Todos los que vinieron después encontraron en Kerouac al profeta de un estilo heterodoxo de vida transhumante que desafiaba la moral de la américa de la década de los 50, un país-continente en el que empezaba a imperar una sociedad de consumo que ya comenzaba a reclamar al animal que todos somos un pedazo de alma, un trozo de lucidez, a cambio de los placeres de una maravillosa comodidad homogeneizadora. Una mujer, un marido, unos hijos, una casa, un coche, un trabajo... Esa era su visión.
miércoles, octubre 04, 2006
BALAKLAWA
Cannon to right of them,
Cannon to left of them,
Cannon in front of them
Volley'd and thunder'd;
Storm'd at with shot and shell,
Boldly they rode and well,
Into the jaws of Death,
Into the mouth of Hell
Rode the six hundred.
("The charge of the light brigade", Alfred Lord Tennyson)
Y si no puede ser en las Termópilas, cabalgaremos con el vigesimoséptimo. Otra batalla desesperada librada en desventaja contra un enemigo mejor armado y posicionado... aunque en este caso la justicia de la causa sea cuestionable.
Puestos a terminar con todo ésto. No querríamos que fuese de otra forma sino cabalgando contra los cañones. Siendo uno más de los seiscientos.
martes, octubre 03, 2006
lunes, octubre 02, 2006
es una de esas películas que siempre estoy deseando ver. Todo un hallazgo lleno de talento y sensibilidad que hace trascender al cine desde su condición de simple negocio al magnífico estatus de arte.
Si alguien se muestra escéptico acerca de las posibilidades del cine como medio de expresión, debería ver esta magnífica joya nacida de la mano de Rodrigo García.
"Nueve vidas" cuenta nueve momentos en la vida de nueve mujeres y lo hace con inteligencia y sensibilidad. Cada una de ellas vive una vida diferente y deberá vivir una determinada situación en la que presente, pasado y futuro se harán presentes, aunque sólo sea como interrogación y/o exclamación.
En esta película, tan importante es lo que se cuenta como el modo en que se cuenta.
Las historias se basan en el diálogo, en la interacción entre los personajes y en la exploración exhaustiva de una situación que terminará haciéndoles decir mucho de si mismos, incluso sin hablar.
Nada falta ni sobra.
La duración es la justa y la situación termina cuando tiene que terminar, después de haber durado estrictamente lo necesario.
"Nueve vidas" es una película de voces y de miradas.
Una mirada pudorosa al abismo negro de nuestra propia condición humana y a la continua contradicción a la que aquella siempre nos aboca.
No hay juicios ni valoraciones, sólo decisiones tomadas, que se toman o que se terminarán por tomar y que llevarán a los personajes a continuar viviendo su vida siempre hacia delante. Reveladora sobre el sentido de la película será la novena y maravillosa historia protagonizada por Glenn Close.
"Nueve vidas" es una película de actores.
La decisión de rodar cada historia en un sólo plano, sin interrupción, de forma que la duración de cada sketch coincida con la duración de la situación es una decisión inteligente pues favorece el trabajo de los actores sometiéndoles a una dinámica casi teatral que redunda en un aumento del efecto de realidad.
Así todos ellos están bien, algunos mucho más que bien.
El cine resucita con películas como ésta.
La última película de Oliver Stone es un confesado homenaje a los hombres y mujeres de los cuerpos de policía y bomberos que, cumpliendo con su obligación de servir y proteger, se dejaron la vida el 11 de Septiembre de 2001 entre los escombros del Worl Trade Center.
A través de la personal y terrible peripecia vivida por el sergento de la policia portuaria John Mc Laughlin (interpretado por Nicholas Cage) y del oficial Will Jimeno (Michael Peña), Stone busca ese reconocimiento que sin duda aquellos valientes merecen.
Los dos, Mc Laughlin y Jimeno, quedarán sepultados bajo los escombros y "World Trade Center" nos narra cómo viven ambos su tragedia y cómo ésta afecta a sus familias y a los implicados en las operaciones de rescate...
Las intenciones de Stone son loables, pero los resultados -a mi entender- no están a la altura de las mismas.
En lugar de afrontar un proyecto más ambicioso, una película compleja en la que se entrecruzan varias historias en el catastrófico marco del World Trade Center... una especie de "Short Cuts" con la que componer un retrato de la tragedia sucedida aquel día, Stone prefiere una aproximación metonímica. Una parte, la peripecia vivida por Mc Laughlin y Jimeno, es usada por el cineasta para significar el todo terrible de aquel día y, aunque la película cuenta con algún que otor buen momento de alta intensidad emocional, "World Trade Center" desgraciadamente mantiene un tono bajo que termina por dejar frío al espectador.
El riesgo de basarse en la anécdota -y lo sucedido a Mc Laughlin y Jimeno no es más que una de las miles anécdotas trágicas que aquel dia sucedieron en torno y dentro de las torres gemelas- es resultar precisamente anecdótico y eso es lo que sucede con "World Trade Center".
En realidad, no pasa nada que uno no haya visto en cualquier película para televisión.
Nada que vaya más allá del tópico y al cine hay que pedirle algo más.
Cuando la película termina, el director pasa ante el espectador los nombres de todos aquellos que murieron en acto de servicio aquel día, pero el espectador no repara en ellos. Está demasiado ocupado en salir a la fría noche madrileña.
Y ésta es la metáfora que resume el fracaso del film.
El director no ha sido capaz de generar la carga emocional suficiente como para suscitar en el espectador la necesidad de detenerse ante esos nombres siquiera un instante... Y eso que las circunstancias vividas por los protagonistas brindan muchas posibilidades para ello, pero la película se mueve constantemente entre la frialdad y el tópico, entre el mero relato ajustado de una serie de acontecimientos y un discurso emocional que en absoluto prende por resultar demasiado superficial (y que casi se asemeja al millón de películas para televisión que todos hemos visto).
Un gran guionista y escritor como es, por encima de todo, Oliver Stone pierde la oportunidad de escribir algún maravilloso diálogo sobre el azar, la levedad, la ausencia, la muerte, la resignación, el sacrificio, la esperanza, la memoria y ponerlo en boca de alguno de los personajes que, aunque en su mayoría están bien interpretados, se mueven dentro del estereotipo y del cliché en medio de un acontecimiento histórico único y esperemos que irrepetible.
La película carece de una meta-reflexión sobre el significado del acontecimiento, un anclaje trascendente que lleve a la emoción, un trabajo de autor más arriesgado y comprometido con el propio suceso, pero la pequeña historia -grande para ellos- de Jimeno y Mc Laughlin se limita a discurrir perezosamente por el camino de una crónica ajustada a una realidad que se supone debe emocionar por si misma. Probablemente, con la esperanza de que el espectador ponga el resto... pero han pasado cinco años y cinco años son mucho tiempo.
Las comparaciones siempre son odiosas, pero la reciente "United 93" gana por goleada.
Aún partiendo ambas de una base real, uno tiene la impresión de que hay más realidad en aquella que en la película de Stone... se emociona más y cuando la película termina incluso tiene un momento para conmoverse con el trágico destino de todas aquellas personas.
Lo peor que se puede hacer con un héroe es estereotiparle, pincharle con una mariposa en el tablero de nuestras emociones usando la aguja del cliché.
Stone no entiende que nunca hay leyenda sin héroes y que la mentira que toda leyenda encierra es compensada con la verdad de los sentimientos que nos despiertan las hazañas de los héroes que las protagonizan.
Por eso, siempre hay que publicar un poco de leyenda para que los acontecimientos alcancen la dimensión suficiente como para ser recordados y trascender en el tiempo.