lunes, septiembre 19, 2005

MARIA TERESA CAMPOS

Aprovecho mis dos semanas de vacaciones para recuperar mi inconfesabe faceta de televidente y al encender el televisor me encuentro con ella.

Se la nota mucho más tensa, mucho más nerviosa, como si tuviera el convencimiento de que con cada minuto que pasa una décima más de su audiencia estuviera marchándose a la competencia, como si pensara que debe hacer algo pero no supiera muy bien qué hacer.
Por lo demás -y teniendo en cuenta lo poco que he visto- su programa presente se diferencia muy poco de anteriores programas de su pasado: tertulias sinergégicas sobre programas de la cadena, colaboradores poniendo a parir Rivera Ordóñez... La misma mierda de siempre. Lo único que ha pasado sobre ella es el tiempo y quizá lo haya hecho definitivamente.

Ls diferencia más importante es que la reventona Tererelu no está. Sólo por éso debiera haber subido la audiencia.

Contemplando su nerviosismo, sus verbalizados esfuerzos patéticos y desesperados por presentarse como portavoz del sentir de los televidentes o diciéndole a Santiago Segura que ella nunca se equivoca, me viene a la cabeza un pensamiento: Lo peor de ser el número uno en cualquier faceta de la vida es ser simplemente éso, ser el o la mejor.
Como si la identidad propia procediera única y exclusivamente de la comparación favorable con los otros y no por aspectos que pertenecen al exclusivo ámbito del "uno mismo".

El tiempo pasa y algún día son otros los que disfrutarán los manjares habitualmente dispuestos en lo que hasta ayer fue nuestra diaria cena.
Y entonces ya no habrá nada.
La obsesión por volver a ser lo que fuimos terminará por matarnos.

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