sábado, octubre 21, 2017

La filosofia de Martin Heidegger, A. de Waelhens

“El Dasein se ve entonces en su finitud radical, una finitud que le inspirará la más completa y generosa tolerancia. Sólo el Dasein auténtico tendrá fuerza para dejar a los otros ser lo que son, porque sólo él está persuadido de la infinita vanidad del ser. El que se hace ilusiones sobre el valor del ser y de su ser tendrá siempre la tendencia a inmiscuirse y a tiranizar, porque no puede aceptar que el otro sea de distinta manera de como es él, o que se haga cosa distinta de lo que él mismo juzga digno de ser o de hacerse. Si, por el contrario, poseo la revelación de la precaria indignidad de todo lo que es, entonces toleraré fácilmente que el otro sea como mejor le parezca. Incluso en el mismo aislamiento de Ja existencia auténtica, hay todavía una existencia en común, auténtica también, y es el dejar a cada uno ser lo que es.”

sábado, octubre 14, 2017

Nuestra obsoleta mentalidad de mercado, Karl Polanyi

“El mito del salvaje individualista fue derribado hace mucho tiempo. No existe ninguna prueba del egoísmo primitivo, ni de la apócrifa propensión al trueque, al intercambio o al comercio, ni tampoco de la tendencia a abastecerse a sí mismo. También quedó desacreditada la leyenda de la psicología comunista del salvaje, de su presunta indiferencia a sus intereses personales. (En esencia, el hombre ha sido idéntico en todas las épocas. Si se consideran sus instituciones no aisladamente sino en su interrelación, se constata que el hombre se comportaba en una forma completamente comprensible para nosotros). Lo que parecía "comunismo" era el hecho de que el sistema productivo o económico estaba organizado en tal forma que ningún individuo quedaba expuesto a la amenaza de la indigencia. Cada quien tenía asegurado su lugar alrededor de la lumbre y su cuota de recursos comunes, cualquiera que hubiese sido su contribución a la caza, al pastoreo, al cultivo de la tierra o a la horticultura. Veamos algunos ejemplos: en el sistema kraal del Kaffir, "la privación es imposible; quien necesita ayuda la recibe en forma automática" [Mair, L. P. An African People in the Twentieth Century]. Ningún kwakiutl "ha corrido jamás el riesgo de padecer hambre" [Loeb, E. M. The Distribution and Function of Money in Early Society]. "En las sociedades que viven al margen de la subsistencia no existe el hambre" [Herskovits, J. M. The Economic Life of Primitive Peoples]. En efecto, el individuo no corre el riesgo de padecer hambre, excepto cuando la comunidad en su conjunto se encuentra en esa situación. Esta ausencia de miseria individual en la sociedad primitiva en cierto sentido la hace más humana y, al mismo tiempo, menos "económica" que la del siglo diecinueve.”

sábado, octubre 07, 2017

La filosofia de Martin Heidegger, A. de Waelhens

“Estos datos se reducen a tres datos capitales: el Dasein se manifiesta como una existencia ya arrojada y abandonada en el mundo, derelicción ante la cual el Dasein experimenta la angustia». En segundo lugar, esta misma existencia se manifiesta como obligada a elegir entre dos posibilidades fundamentales: o asumir un destino personal (cuya naturaleza está todavía por precisar) o bien ocultarse esta posibilidad abandonándose al mundo inmediato. La angustia nos revela el ser-en-el-mundo ante todo como un poder-ser, un In-der-Welt-seinkónnen”

Unidad territorial

No es la primera vez que nuestro rey emérito, cada vez más gordo, cada vez más a punto de reventar de vicio en la mejor línea de algunos borbones, apunta que el dictador Franco tenía la unidad de España como máxima preocupación en su lecho de muerte.

Y esto ya debería dar que pensar desde una posición de honestidad intelectual.

Si suponemos que nuestro rey emérito no miente (lo cual cada vez es más "demasiado suponer" conforme más sabemos de él) y si damos por hecho también que en su lecho de muerte (y por lo que sea) los humanos tendemos a no mentir, resulta cuando menos curioso que la última preocupación del dictador no tuviese nada que ver con seguir buscando lo mejor para sus españoles.

No, la última preocupación del dictador tuvo que ver con la indirecta constatación de una diferencia que, pese a su victoria en los campos de batalla, no ha sido realmente vencida y contra cuya emergencia el heredero del trono debe estar vigilante.

La emergencia de una realidad diferencial que está en el origen del propio estado español y que, por razones obvias, el relato tribal del nacionalismo español debe ignorar como buen relato nacionalista que se precie.

Y seguramente ese problema de España que ha venido existiendo como debate en la historiografía patria tenga que ver con la construcción de una realidad política a espaldas de la propia verdad de ese territorio sobre el que la realidad política viene estando instalada.

Existe otro relato, inconsciente, perverso, que habla de una España que nunca ha sido una y que expresa una evidente distancia entre unas instituciones políticas de carácter feudal y autoritario que vienen imponiendo una visión de España a un país que es mucho más diferente.

Por eso, España como nación sólo puede soportar una construcción que va desde arriba hacia abajo, desde el poder hacia la gente y seguramente ese sea el precio negativo que estamos pagando por ser el estado mas viejo de Europa.

Pero también, por eso, en los pocos momentos en que España ha querido construirse de abajo hacia arriba, ha surgido esa volatilidad, una volatilidad que llevó al dictador a decir que no se nos puede dejar solos a nosotros los españoles.

Y por eso mismo existe en las fuerzas tradicionales de nuestro país esa vocación por el orden, un orden que solo puede existir si es impuesto porque la realidad que pretende representar siempre ha sido otra.

Estos acontecimientos que estamos viviendo no son otra cosa que otro episodio más de esa tensión histórica que hemos decidido convertir en un problema para el que decimos no tener solución, cuando esa solución siempre ha estado ahí, diciéndonos que el relato del nacionalismo español es un relato de estado y no de nación.

Nuestra historia siempre conflictiva a nivel interno no es otra cosa que la palmaria constatación de esa afirmación como verdad, solo que no hay peor ciego como el que no quiere ver.

Y el régimen del 78, aun siendo un éxito de convivencia, no deja de ser un éxito limitado (como ahora se está viendo), precisamete porque se sostiene en ese relato que en realidad no responde a ninguna realidad.

La tristeza y la satisfacción que sintieron unos y otros el pasado domingo no es nueva.

No deja de ser la enésima edición de tristezas y satisfacciones anteriores.

Como con sabiduria dice el poeta, la historia de España termina mal y asi termina porque con las armas se legitimó una vez más un sinsentido cuyas consecuencias nos alcanzan hasta el día de hoy.

Ese relato de país que nos une a todos como un mismo destino en lo universal, pero ignorando que en realidad ese "todos" no existe.

Ojalá una día alguien haga una historia heterodoxa de España, una historia que cuente nuestro viaje en el tiempo desde la diferencia.

Ojalá un día veamos que ese relato se sostiene, que nos explica mucho mejor que el que tenemos y nos sigue llevando al enfrentamiento, un relato que sólo puede sostenerse desde la negación de la existencia de la otra parte.

Por eso la única solución que el gobierno español presenta para la resolución del problema catalán es el estricto cumplimiento de la ley.

En realidad, no hay otro argumento.

Pero no concibiendo la ley como un producto transaccional, mutable, fruto de la negociación entre los individuos que integran una sociedad abierta, sino la ley concebida como algo absoluto y divino, intocable, traído en brazos de un profeta que deja atrás la zarza ardiendo que es la voz del dios todopoderoso.

Y esa ley es intocable porque es producto de ese relato que nos viene de arriba, que nos viene de un dios cuyos profetas mueren siempre preocupados por lo importante, por la unidad de España.

domingo, octubre 01, 2017

Ley y referendum

No creo que a estas alturas de la película quepa la menor duda de lo que mola la valiente Rosa Parks.

Bueno... Después de lo sucedido hoy, no sabría qué decir.

El caso es que Rosa ocupó los asientos de la parte media del autobús, que estaban vacíos y que, aunque estaban del lado definido para los blancos, eran una zona fronteriza que podía ser ocupada por los negros si ningún blanco los reclamaba.

Lo que pasó es que los asientos delanteros se llenaron y siguieron subiendo blancos, tantos que podían quedarse en pie mientras había negros sentados en la zona definida para los blancos.

Inconcebible.

Ilegal.

Y así fue que el solícito conductor consideró que el orden del mundo no debía quebrarse, que la ley tenía que ser cumplida y pidió a Rosa que se levantara, que cediera su sitio a un joven blanco que ni siquiera exigió su derecho.

Fue entonces, cuando ella se negó, cuando empezó la épica.

E imagino que, si le preguntaran a nuestro Mariano Rajoy si Rosa Parks hizo bien, aquel sería lo suficientemente inteligente como para contestar afirmativamente.

Ya ha cruzado la suficiente agua bajo el puente como para que exista la suficiente unanimidad al respecto.

Esa concreta ley del estado de Alabama merecía ser desobedecida. Se trataba de una ley que consagraba la tremenda injusticia de definir lugares específicos para blancos y para negros.

Pero estoy seguro que todavía queda algún cazador de zarigüeyas que vive en un trailer park de Alabama con su hermana a la que le ha hecho ya un par de hijos que sueña con que algún día vuelvan los buenos tiempos, las buenas leyes.

Y también no estoy menos seguro de que esos tiempos no volverán.

Porque todo cambia... y las leyes también.

Después de todo, las leyes, si no vienen de algún dios, no son un valor absoluto.

Son un medio para garantizar la convivencia y no un fin en sí mismas.

Como toda obra humana están sujetas a la falibilidad y al paso del tiempo.

Otra cosa es esconderse detrás de la ley, convertir la obra del hombre en ley natural.

Lo que se decidió una vez será así para siempre y, de paso, evito el tener que afrontar el incómodo hecho de que el 80% de los catalanes quieran votar, incluso algunos (cada vez menos) que no.

Y lo cierto es que no puedo evitar pensar a Rajoy, con su gorrita de conductor, obligando a levantarse a Rosa Parks... o, por lo menos, intentándolo porque algo me dice que Rosa es demasiada mujer para Rajoy.

En cualquier caso, esta imagen forma parte de la tristeza del día, un día poblado de decenas de imágenes en las que, en defensa de esa ley con vocación de eternidad, cuerpos policiales del estado se lían a palos con pacíficos ciudadanos que sólo quieren votar.

Expresarse.

Y hacerlo en el marco de una sociedad que se define como abierta y que, buscando hacer honor de semejante condición, debiera haber tenido la propensión casi intuitiva a facilitar las cosas en lugar de impedirlas.

Pero, y aun sabiendo que se trata de algo ilegal, no puedo evitar sentir algo terrible, desproporcionado y  muy siniestro en el modo en que hombres, mujeres y niños han sido tratados por el no tan simple hecho de querer votar.

Y es entonces cuando vuelvo a recordar la tremenda lucidez cifrada en los versos del poeta Jaime Gil de Biedma, esos versos que dicen que la historia de España es la más triste de todas las historias.

Y es entonces cuando lo entiendo todo.

Es esa misma tristeza la que en este domingo, primero de octubre, ha venido a vernos.