He leído atentamente el artículo que Willy Toledo escribió explicando el rollo de su tweet crítico con Podemos.
Se trata de un artículo largo, de proporciones librescas, del tamaño de esas cartas de amante abandonado que sus destinatarios jamás leen y tengo que decir que la base de la crítica de Toledo al movimiento popular cuyo rostro más visible es Pablo Iglesias no va desencaminada.
Toledo echa en cara a Podemos el abandono de sus orígenes ideológicos en la extrema izquierda en lo que no es otra cosa que un viaje desde la periferia hasta el centro desprovisto de ideología, cosa que han hecho y hacen todos los partidos del espectro político.
Nadie sabe a dónde puede conducir este viaje que ha iniciado Podemos pero Toledo parece tener claro que ineludiblemente conducirá a la traición de la pureza de una manera de entender la sociedad.
Y es cierto que es un riesgo que precisamente los partidos mainstream, del mismo modo que Toledo, echan en cara al movimiento ciudadano recordándo constantemente los aspectos más escabrosos de su origen desde Venezuela hasta Cuba.
No obstante, y desde un principio, Podemos reconoce que, poniendo por delante la necesidad de movilizar a la mayor cantidad de personas en favor de una democratización de la política, se abandonan los posicionamientos más controvertidos y radicales como consecuencia de la inevitabilidad de las prioridades que se imponen.
Toledo que dice conocer a Podemos desde su origen no tiene en cuenta este aspecto tan esencial en el ADN de la organización obviando que Podemos es un movimiento que busca movilizar a la mayor cantidad de personas posibles. El objetivo no es una revolución comunista que está claro que desde las catacumbas de la pureza ideológica que Toledo reivindica no se va a producir, sino una revolución democrática desde dentro del sistema.
Y estas iniciativas reformistas tienen sus riesgos, y Toledo hace bien en poner el dedo en la llaga, me remito a la polémica entre Lenin y los reformistas socialdemócratas Bernstein y Kautsky, pero Toledo no propone ninguna otra opción.
Se limita a reivindicar su actitud de beligerancia contra el sistema y a recordarnos que la Utopía es una camino largo que se hace andando, cosa que no se si servirá para que los damnificados por este sistema injusto se ilusionen.
En este sentido en todo su texto sobrevuela el pútrido aroma a soberbia de la izquierda tradicional porque en el texto de Toledo hay críticas para todos menos para él y el punto de vista que representa.
Al contrario, todo va bien.
No hablemos de los resultados que ha tenido tanta lucha reivindicativa que pueden resumirse en sociedades cada vez más desiguales en las que ni tener un trabajo es garantía de supervivencia y la existencia de partidos socialistas que hacen políticas neoliberales (y a los que encima hay que darles las gracias por existir)
Pero qué importa todo éso. Ya sabemos que la utopía es una camino largo que se hace andando.
Y lo peor no es la soberbia de la vieja izquierda que nunca ha tenido una buena palabra para unos movimientos sociales que, desde el 15-M, les han pillado por sorpresa, preparando algún plan quinquenal de alguna industria pesada.
Una izquierda a la defensiva que vive de recordar y recordarse las batallas que gana omitiendo las perdidas y, lo que es más importante, olvidándose de cuál es la situación del combate que está librando contra el mal.
Lo peor es que no hay una propuesta que se abra paso entre la gente captando su ilusión, despertando su esperanza.
Algo no sirve en la izquierda tradicional.
Ni en la izquierda mainstream, que toca gobierno y poder, conformándose con lo táctico y dejando lo estratégico a los neoliberales. El último ejemplo es ese socialista llamado Hollande sofocando ese motín en contra de la austeridad dentro del gobierno francés.
Ni en la izquierda de las catacumbas perdida en ese laberinto, sin ninguna influencia real sobre las cosas, pero reivindicando una pureza de sangre casi hidalga, que sólo parece marcar la diferencia dentro del ego de quienes la exhiben con maneras de caballero medieval.
Pero cualquiera les dice algo, les saca de su delirio solipsista en el que nos están salvando. Delirio que se traduce en ese espíritu tan pequeño-burgués de perro del hortelano, de ni comer ni dejar comer, que impregna todas sus actitudes y posicionamientos y que hacen de esta izquierda un obstáculo más para que la sociedad se transforme y se organice.
No sólo hay conservadores en la derecha y la carta de Toledo es la carta de un conservador que carece de la amplitud de miras para entender un fracaso, una derrota, y, lo que es más importante, la necesidad revolucionaria que dio título a un libro del propio Lenin: ¿Qué hacer?
En este sentido, la gente de Podemos tiene una propuesta..
¿Cuál es la tuya Toledo? ¿Seguir caminando hacia la Utopía?
No me contestes.
Se cuál es.
La misma de siempre, la de los dedos formando la V, la que lleva sesenta años sin funcionar.
Se trata de un artículo largo, de proporciones librescas, del tamaño de esas cartas de amante abandonado que sus destinatarios jamás leen y tengo que decir que la base de la crítica de Toledo al movimiento popular cuyo rostro más visible es Pablo Iglesias no va desencaminada.
Toledo echa en cara a Podemos el abandono de sus orígenes ideológicos en la extrema izquierda en lo que no es otra cosa que un viaje desde la periferia hasta el centro desprovisto de ideología, cosa que han hecho y hacen todos los partidos del espectro político.
Nadie sabe a dónde puede conducir este viaje que ha iniciado Podemos pero Toledo parece tener claro que ineludiblemente conducirá a la traición de la pureza de una manera de entender la sociedad.
Y es cierto que es un riesgo que precisamente los partidos mainstream, del mismo modo que Toledo, echan en cara al movimiento ciudadano recordándo constantemente los aspectos más escabrosos de su origen desde Venezuela hasta Cuba.
No obstante, y desde un principio, Podemos reconoce que, poniendo por delante la necesidad de movilizar a la mayor cantidad de personas en favor de una democratización de la política, se abandonan los posicionamientos más controvertidos y radicales como consecuencia de la inevitabilidad de las prioridades que se imponen.
Toledo que dice conocer a Podemos desde su origen no tiene en cuenta este aspecto tan esencial en el ADN de la organización obviando que Podemos es un movimiento que busca movilizar a la mayor cantidad de personas posibles. El objetivo no es una revolución comunista que está claro que desde las catacumbas de la pureza ideológica que Toledo reivindica no se va a producir, sino una revolución democrática desde dentro del sistema.
Y estas iniciativas reformistas tienen sus riesgos, y Toledo hace bien en poner el dedo en la llaga, me remito a la polémica entre Lenin y los reformistas socialdemócratas Bernstein y Kautsky, pero Toledo no propone ninguna otra opción.
Se limita a reivindicar su actitud de beligerancia contra el sistema y a recordarnos que la Utopía es una camino largo que se hace andando, cosa que no se si servirá para que los damnificados por este sistema injusto se ilusionen.
En este sentido en todo su texto sobrevuela el pútrido aroma a soberbia de la izquierda tradicional porque en el texto de Toledo hay críticas para todos menos para él y el punto de vista que representa.
Al contrario, todo va bien.
No hablemos de los resultados que ha tenido tanta lucha reivindicativa que pueden resumirse en sociedades cada vez más desiguales en las que ni tener un trabajo es garantía de supervivencia y la existencia de partidos socialistas que hacen políticas neoliberales (y a los que encima hay que darles las gracias por existir)
Pero qué importa todo éso. Ya sabemos que la utopía es una camino largo que se hace andando.
Y lo peor no es la soberbia de la vieja izquierda que nunca ha tenido una buena palabra para unos movimientos sociales que, desde el 15-M, les han pillado por sorpresa, preparando algún plan quinquenal de alguna industria pesada.
Una izquierda a la defensiva que vive de recordar y recordarse las batallas que gana omitiendo las perdidas y, lo que es más importante, olvidándose de cuál es la situación del combate que está librando contra el mal.
Lo peor es que no hay una propuesta que se abra paso entre la gente captando su ilusión, despertando su esperanza.
Algo no sirve en la izquierda tradicional.
Ni en la izquierda mainstream, que toca gobierno y poder, conformándose con lo táctico y dejando lo estratégico a los neoliberales. El último ejemplo es ese socialista llamado Hollande sofocando ese motín en contra de la austeridad dentro del gobierno francés.
Ni en la izquierda de las catacumbas perdida en ese laberinto, sin ninguna influencia real sobre las cosas, pero reivindicando una pureza de sangre casi hidalga, que sólo parece marcar la diferencia dentro del ego de quienes la exhiben con maneras de caballero medieval.
Pero cualquiera les dice algo, les saca de su delirio solipsista en el que nos están salvando. Delirio que se traduce en ese espíritu tan pequeño-burgués de perro del hortelano, de ni comer ni dejar comer, que impregna todas sus actitudes y posicionamientos y que hacen de esta izquierda un obstáculo más para que la sociedad se transforme y se organice.
No sólo hay conservadores en la derecha y la carta de Toledo es la carta de un conservador que carece de la amplitud de miras para entender un fracaso, una derrota, y, lo que es más importante, la necesidad revolucionaria que dio título a un libro del propio Lenin: ¿Qué hacer?
En este sentido, la gente de Podemos tiene una propuesta..
¿Cuál es la tuya Toledo? ¿Seguir caminando hacia la Utopía?
No me contestes.
Se cuál es.
La misma de siempre, la de los dedos formando la V, la que lleva sesenta años sin funcionar.