The older guy...
jueves, diciembre 10, 2009
PLANET TERROR
La otra película que compone el proyecto Grindhouse de Quentin Tarantino y Robert Rodriguez es "Planet Terror", que dirige el segundo con su habitual vigor y sentido del ritmo... No obstante, confieso que tengo una limitación que me impide disfrutarla: Casi nada me hace gracia cuando hay sangre y vísceras de por medio. Por eso habitualmente me pierdo ese humor que los aficionados a este tipo de películas dicen disfrutar cuando las visceras fluyen y las cabezas revientan; un humor directo y básico, que apela a los instintos buscando hacer reír al animal humano que todos llevamos dentro y que trivializa -quizá demasiado- tanto la vida como la muerte.
No obstante, y bajándome del púlpito para dejárselo a profesionales como Hazel Motes, tengo que confesar que la película tiene un punto muy interesante en su comienzo, en el planteamiento de la epidemia bacteriológica que convierte en sanguinarios zombies hambrientos a los pacíficos ciudadanos de lo que parece una tranquila comunidad del Medio Oeste.
Extrañas erupciones en la piel, pacientes que se descomponen, cadáveres que desaparecen, imposibles diagnósticos médicos, doctores que parecen necesitar un psiquiatra contribuyen a componer un realmente divertido ambiente insano, que siempre sólo puede ir a peor, en un lugar especialmente construido para sanar.
Seguramente, y para mi gusto, se trata de lo mejor de una película que enseguida se convierte en un enloquecido "shooter" montado sobre una montaña rusa. A partir de ahí, la película se convierte en una película de acción no muy diferente de otras tantas, pero que sigue resultando entretenida (y quizá divertida) en su ilimitada capacidad para enloquecer de una forma verosimil.
Entretenida.
miércoles, diciembre 09, 2009
LOOKING FOR ERIC
No soy muy fan del cine de Ken Loach. En muchas ocasiones, he encontrado sus planteamientos políticos y sociales demasiado maniqueos y en la trinchera, muchas veces lindando con la simplicidad arrojadiza y propagandística de la consigna y el slogan.
No obstante, y dicho lo anterior, considero que, de siempre, desde el primer momento, lo que más me ha atraído de su cine, es la entereza moral de muchos de sus protagonistas. "Working class heroes" que siempre encuentran una manera de salvarse de la injusta situación de explotación en que se encuentran.
Eric Bishop (Steve Evets), el protagonista de "Looking for Eric", es un buen ejemplo de esos héroes heridos que siempre encuentran el modo de sobreponerse a sus grandes y pequeñas tragedias cotidianas. Y las de Bishop no son pocas... Abandonado por su segunda mujer y conviviendo con los hijos de aquella cuyas vidas lindan con lo marginal y, por circunstancias de la vida, enfrentado al reencuentro de la primera, Lily (Stephanie Bishop), el gran amor de su vida, a la que abandonó, circunstancia que no ha dejado de reprocharse en ningún momento.
El primer frustrado encuentro con ella hará tocar fondo a Eric y es en ese momento cuando aparece Cantona, como una oportuna solución, que Eric utilizará para encauzar las cosas e intentar poner en orden una vida que lleva mucho tiempo desordenada.
Y de todo modo, el Cantona que Eric ve es una proyección de lo mejor de él mismo, apareciéndose bajo la forma y la palabra del ídolo deportivo que Bishop admira más que a nada o nadie en el mundo.
Así, "Looking for Eric" es una película optimista que, desde el realismo, utiliza lo irreal como artificio narrativo desencadenante de una redención, de un cambio para mejor que el propio Bishop se proporciona a sí mismo a través de una figura poética, la de Eric Cantona que despierta y canaliza, como agente catalizador, lo mejor de Bishop, sus instintos más constructivos y positivos, que harán de él un campeón en el terreno de juego de la vida.
Fantástica.
martes, diciembre 08, 2009
DEATHPROOF
Como su propio nombre indica el "exploit" es un género cinematográfico que busca explotar en sus argumentos una serie de aspectos que, como la violencia o el sexo, están más allá de línea que traza la moral entre lo aceptado y aquello que no lo está. El principal atractivo del exploit es convertirse en correa de transmisión de ese inconfesable alimento para los más salvajes instintos. Así, los argumentos no importan tanto por sí mismos como por el grado en que sirven de vehículo de ese alimento para la mirada hambrienta.
En "Deathproof", Quentin Tarantino se permite hacer un homenaje a las películas de este género y, en concreto, a un tipo específico llamado "muscle cars" que vehiculizaba el sexo y la violencia a través de persecuciones automovilisticas a gran velocidad.
La película consta de dos partes. En la primera de ellas, el cazador -un especialista llamado Mike (Kurt Russell)- persigue y elimina a un grupo de cinco chicas usando su coche como arma homicida. En la segunda, el cazador es cazado por otro grupo de chicas y recibe un, como no podía ser de otra forma, sangriento y violento merecido.
Argumentalmente no hay nada más. Chicas y violencia. Puro exploit. Pero Tarantino añade un plus a esta estructura básica dando lo mejor de sí mismo, que es mucho, a la hora de construir una sucesión de secuencias llenas de monólogos y diálogos brillantes, vacilones y sabrosos que son siempre marca de la casa.
En alguna ocasión ya he escrito que, para mi gusto, el principal talento de Tarantino descansa en la dramaturgia de los diálogos y "Deathproof" es una buena prueba de ello.
Lo que se dice es tan importante como lo que sucede e incluso, a veces, más importante.
"Deathproof" es una sucesión en dos partes de brillantes secuencias basadas en diálogos y monólogos "made in" Tarantino, cada una de las cuales culmina en una no menos brillante secuencia de acción, destacando especialmente la larga y tremenda persecución final en la que el cazador termina resultando cazado.
No creo que Tarantino sea el genio que algunos dicen ser. Su talento es muy limitado, muy local. De algún modo se limita a hacer las películas que ha visto y que le gustaría seguir viendo. Pero carece de reflexión, de distanciamiento... No hay trascendencia en Tarantino, sólo inmediatez. Le importa más bien poco el sentido de la violencia o del sexo que muestra, posicionarse desde un determinado punto de vista que no sea el del simple espectador que unicamente se limita a reproducir y, como máximo, a destilar la esencia del cine que disfruta y admira. Nunca podrá hacer algo parecido a "Grupo Salvaje", pero ésto no quiere decir que no sepa hacer bien lo que sabe hacer... cuando lo hace. Ser un "moviegoer's digest" que sabe hacer diálogos. Y es que, después de cien años de cine, hay tantas películas y tantas imágenes que al espectador le viene bien un intermediario que filtre y consolide, que destile las esencias de los géneros y que los combine, dioses menores en el Olimpo de los creadores.
Y en este sentido, "Deathproof" es Tarantino en estado puro, en su mejor versión, sin conservantes ni aditivos.
Interesante.
domingo, diciembre 06, 2009
AVATAR
La palabra "avatar" procede del sánscrito y significa "una manifestación de una misma e inalterable mismidad". Esencialmente se emplea en la religión hindú para designar a las diferentes manifestaciones, encarnaciones, de la divinidad, Vishnú, que regresa a la tierra para guiar a la humanidad.
A lo largo de la historia de la humanidad, Vishnú ha adoptado diferentes avatares. Los diez más importantes se denominan Desavatara y se ordenan en orden creciente según la antigüedad. El penúltimo más moderno es Buda y luego, después del décimo la cosa se desmanda y los avatares son innumerables.
Este concepto no debería ser extraño para nosotros puesto que el Jesucristo de nuestra tradición judeo-cristiana no es otra cosa que una versión complicada del concepto de avatar. Inicialmente es el hijo de dios, pero, y a través del concepto de Santisima Trinidad, son una y la misma persona. Es decir, su palabra es la palabra de Dios y todos sabemos, permitaseme la herejía, que un verdadero hijo siempre se define en contra de su padre.
Asimismo, la teoría platónica de las ideas convierte a las cosas tangibles en manifestaciones de las ideas que permanecen intocables y perfectas en algún lugar más allá del espacio y del tiempo. De algún modo, cada cosa es una especie de pequeño avatar que contiene, en una determinada proporción, la esencia que se manifiesta en ella, en su existir.
Y escribo todo ésto porque una cosa es la voluntad del pueblo español de ser soberano y organizarse en democracia y otra muy diferente la plasmación de esa voluntad en la Constitución de 1978 que hoy, 6 de diciembre, volvemos a conmemorar, de un tiempo a esta parte, con renovada desilusión.
Lo realmente válido, lo divino e ideal, es esa voluntad del pueblo español de dotarse a sí mismo de un sentido y un orden.
Lo finito y mutable es la manifestación de esa voluntad aprobada y sancionada un 6 de diciembre de 1978.
Es evidente que las cosas han cambiado. El paso del tiempo está mostrando el desgaste y las costuras de una Constitución que cumplió eficazmente su función y que, a la luz de la historia, y para mi gusto, tuvo un esencial carácter transitorio y contemporizador en un momento complicado de nuestra historia.
Y no me extraña que sean nuestros políticos quienes principalmente se opongan a ese cambio. Por un lado, este avatar de 1978 les ha permitido erigirse en una aristocracia que no ha dudado en forzar los límites de esa constitución una y otra vez, siempre que ha chocado con sus intereses cortoplacistas de permanecer en el poder y por otro ese reto, el de encarnar verdaderamente a la voluntad popular, está por encima claramente de sus posibilidades.
Supongo que es mucho más fácil mantener la constitución de 1978 como un intocable icono congelado, representativo de la voluntad popular, y generar por debajo de él, poco a poco, un aparato de leyes orgánicas que la contradicen presionando al Tribunal Constitucional u ocupándolo políticamente. Y por supuesto negar esa evidencia cada vez que se ponga de manifiesto recurriendo a la responsabilidad y buscando una sesuda legitimación en una versión reducida y con ilustraciones de "El Principe" de Maquiavelo.
Supongo que es mucho más fácil... para ellos, que para parecerse a Obama se pintan la cara de negro y para ser como Fidel Castro se dejan barba y fingen que fuman un enorme veguero.
Pero si hay algo verdadero por encima de la recurrente mentira de nuestra realidad virtual es la certeza del cambio. El cambio existe. Las sociedades evolucionan. Se mueven. Los regímenes envejecen y mueren, como murieron los dioses griegos. Es ley de vida. Las obras del hombre reciben, al ser creadas, la propia maldición de su creador: la finitud. Pero, y si hay algo que debe morir en último lugar, es la voluntad de los pueblos que sólo desaparece cuando desaparecen estos.
Y el cambio es necesario porque implica la mejora, el haber aprendido de los errores al someter a la prueba del tiempo las decisiones tomadas en el pasado. Es inevitable si esa voluntad es una voluntad libre que reflexiona sobre sus actos y su validez en el tiempo... porque no hay decisiones que duren 100 años y mucho menos en textos tan exhaustivos y largos.
Y no me extraña que nuestros partidos políticos se muestren unánimes -como siempre que se tocan sus intereses como grupo- a la hora de descartar el cambio constitucional.
Después de todo, y por sus acciones y omisiones, ellos empiezan a aparecerse como otro de los errores a corregir en un nuevo y futuro avatar. Porque, y en buena parte, son ellos los responsables de ese desgaste con su total y completa falta de responsabilidad, principalmente expresada en la no existencia de un sentido de estado que les haga pasar de simple político al grado superior de estadista.
Si algo caracteriza a los políticos de la transición con respecto a los actuales es su sentido del estado, su carácter de estadistas, seguramente forzado por las circunstancias pero puesto de manifiesto en el consenso y en una importante capacidad para el pacto basada en la no menos importante capacidad de reconocer aspectos que deben permanecer al margen de la batalla política, zonas de acuerdo y estabilidad que con su verdad tangible generan la legitimidad de un régimen que ahora basa su legitimidad en el desconocimiento, la dejadez y el olvido por parte de la soberanía popular.
Y cada vez que se conmemora la constitución también se recuerda éso, su espíritu dialogante, transversal e integrador. No sólo de palabra. Esencialmente, de facto.
EL TESTAMENTO DE ORFEO
Es difícil explicar el contenido de esta película de Jean Cocteau.
De forma evidente es un viaje por las obsesiones de Cocteau como creador, las tensiones internas que dan lugar a su obra, los temores y las fascinaciones que la producen siempre en relación directa con las propias quimeras que su imaginar creador produce. A través de esos sucesivos encuentros que forman este viaje de Cocteau en busca de sí mismo, el autor entra en una especie de coloquio interior que pone en evidencia su propio e intransferible misterio, matriz ignota e inabarcable de la que surgen las palabras y las imágenes que conectadas las unas con las otras componen la acabada obra.
"El testamento de Orfeo" nos narra la constatación de un misterio que no es otro que el del propio Jean Cocteau como autor.
Sólo hay lugar para las preguntas... y también para fascinantes y bellas imágenes, para inteligentes y hermosas palabras que hacen de "El testamento de Orfeo" un hermoso camino que el espectador sigue sin que le importe demasiado el lugar a donde lleva. Las preguntas se bastan por si solas para interesar. No necesitan de respuestas satisfactorias y convenientes para justificar su existencia. Es suficiente con escuchar y ver el modo en que Cocteau las formula convertido en una suerte de maestro de ceremonias que nos acerca hasta su propio asombro, mostrándonos su dudar con el absoluto convencimiento que da el saber que lo alegórico y lo simbólico es la única herramienta que tenemos para expresar nuestras más profundas verdades. Lanzas arrojadas hacia una colosal oscuridad inmensa.
Imprescindible.
sábado, diciembre 05, 2009
TRAFALGAR
"Trafalgar" es la novela que abre los "Episodios Nacionales", un conjunto de 46 novelas históricas con la que su autor, Benito Pérez Galdós, pretendió contar de forma dramatizada los principales hitos históricos del siglo XIX español.
Los episodios se dividen en cinco series, la primera de las cuales narra todo lo relacionado con la Guerra de la Independencia y que comienza con la narración de lo sucedido en la importante batalla naval de Trafalgar, que nada tiene que ver con la mencionada guerra, a través de lo que su protagonista, Gabriel Araceli, puede ver y escuchar como testigo de primera mano de la historia.
Con relación al propósito de la primera serie de novelas de los Episodios, "Trafalgar" supone una extraña introducción que sólo sirve para presentarnos a Gabriel Araceli, protagonista de esa serie de novelas, y relatarnos, con maneras de la mejor novela de aventuras, la crónica de la derrota de la flota combinada hispano-francesa.
Y por encima de todo "Trafalgar" es una novela de aventuras que sucede en un trágico paisaje de decadencia que augura como inevitable el resultado final de la batalla. La desastrosa alianza con Francia, el estado de la flota, la resignada y obediente tristeza de los mandos... De todo modo se respira en el aire aventado por las páginas de esta novela la decadencia del barroco español, la tristeza por el irremediable desmoronamiento de una posición hegemónica de España como primera potencia mundial; un irremediable desmoronamiento del cual la propia alianza con Francia es un hito más.
Así, Galdós utiliza la narración de la derrota de Trafalgar para entroncar sus episodios nacionales en el barroco suelo de decadencia que ha venido sucediéndose, y agravándose, durante todo el siglo anterior. Toda esa decadencia culmina con una desastrosa, para los intereses españoles, alianza con la Francia napoleónica que tendrá en la batalla naval de Trafalgar otro momento más. No es casual por tanto que Galdos empiece su serie de novelas históricas allí. Además de ser un atractivo evento histórico, Trafalgar es la perfecta puerta para entrar en el siglo diecinueve español.
Son especialmente memorables los capítulos en que la "Santisima Trinidad", la nave más grande que por aquel entonces surcaba los mares, y que de todo modo encarna en su descomunal tamaño toda la pasada grandeza de la historia de España, es rodeada y asediada hasta la rendición por un número superior de barcos ingleses.
También destacan los pasajes que Galdos dedica a la noche posterior a la batalla, en la que se desencadena una terrible tormenta que convierte a españoles, franceses e ingleses en aliados ante un enemigo superior y que el novelista utiliza, desde su pensar progresista, para minimizar hasta el absurdo la recién sucedida batalla.
Merece la pena leer "Trafalgar"
viernes, diciembre 04, 2009
Tiene que parar.
Siente la asfixia, la falta de aire.
Su corazón no puede procesar el loco esfuerzo.
Hasta en éso se ha hecho viejo.
Ya no puede correr y correr,
el cansancio es ahora un severo enemigo
que constantemente le mide,
que hace que la distancia cuente,
que no se marcha,
que se queda
como si ya formara parte de su ser,
como si en algún desprevenido momento de su pasado
hubiera llegado para quedarse,
para agrandarle los espacios,
para reducirle el tiempo.
jueves, diciembre 03, 2009
miércoles, diciembre 02, 2009
THE ANDERSON TAPES
Las películas de atracos perfectos son uno de mis géneros favoritos.
En este género un grupo de tipos, especializado cada uno de ellos en una parte esencial del trabajo que compone el perfecto plan, son reunidos por el cerebro organizador, a quién corresponde la autoria del plan, para conseguir el objetivo, siempre complicado, a veces imposible, de dar el gran golpe, el "big heist" como dicen los americanos.
En algunos casos, el gran golpe es la línea recta, la distancia más corta que separa a los ladrones de sus sueños y deseos personales, en otros casos se trata de un nuevo reto profesional para el plantel de expertos, en otros es una pura y simple venganza, pero siempre, y en todos ellos, se desarrolla la liturgia del plan perfecto, su definición y desarrollo siguiendo siempre una sincronización y un "timing" justos pero también delicados.
De algún modo, ese plan perfecto es el órdago que el genio racional y calculador del ser humano plantea a la irracionalidad caótica de la vida. Las películas de "big heist" oponen el orden racional del plan al azaroso caos de la vida cotidiana y forma parte del suspense de la propia historia el modo en que ese orden se mide constantemente contra ese caos.
Y siempre esa capacidad de ordenación y control, esa voluntad organizadora encuentra un límite que convierte a ese plan en imperfeto. Siempre sucede un imprevisto, algo falla en el minuto siguiente. Adelantos, retrasos, apariciones, desapariciones suceden para complicar un suspense que inicialmente está basado en el ritmo y el timing.
Y casi nunca hay planes perfectos y no precisamente porque el criminal merezca un castigo. El problema no es de orden moral sino de orden metafísico... El plan perfecto es imposible porque el intelecto humano es incapaz de procesar las infinitas variables que constituyen el futuro. El plan perfecto siempre es una predicción con mayor o menor porcentaje de error, pero, y sin embargo, por nuestra naturaleza, necesitamos planear, definir un objetivo, organizar nuestras conductas y habilidades, dividir el trabajo, conseguir las mayores garantías para la consecución de esa finalidad... y esperar siempre lo inesperado mientras la sombra del fracaso se alarga y alarga hasta amenazar con rozarnos.
De esta tensión esencial extrae este género la riqueza de su atractivo. El mejor de los hombres, ese "criminal mastermind" que es todo inteligencia, intuición y racionalidad, se ve sometido a las más grandes de las pruebas: el control del futuro, su conversión progresiva en un presente deseado y esperado bajo la forma del objetivo conseguido.
Y es un héroe siempre... idealizado y apolíneo cuando triunfa, humano y trágico cuando fracasa... porque, y de algún modo, su propósito es un imposible extremo, la dramatización de una tendencia esencial y propia de la naturaleza humana: controlar el presente y el futuro, dominar la realidad y someterla al dictado de la propia voluntad, del deseado propósito.
Rodada en 1971 y dirigida por Sidney Lumet, "The anderson tapes" es un magnífico ejemplo de este género.
En ella y recien salido de la cárcel, , Duke Anderson (Sean Connery) planea el más ambicioso de sus golpes: desvalijar el lujoso edificio de apartamentos neoyorkino donde vive su novia (Dyan Cannon) .
He leído en la crítica que Roger Ebbert hizo a la película que el libro de Lawrence Sanders en que se basa estructuraba la narración en el uso de diferentes grabaciones y filmaciones tomadas a los implicados de forma fragmentaria, en diferentes investigaciones de las que eran objeto, para construir la trama como un puzzle tal y como refleja el propio titulo de la película. Sin duda este aspecto no se refleja bien en una historia que constantemente hace referencias al espionaje electrónico sin que en ningún momento se le de sentido dentro del relato. Así, resulta una presencia incomprensible e injustificada (si uno no conoce la novela) que perjudica el desarrollo de la historia de una forma innecesaria.
No obstante, y pese a esta fallida traslación, "The anderson tapes" resulta una película de atracos interesante y atractiva, probablemente de las mejores y más representativas del género, que se sigue en todo momento con atención.
A destacar que supone el debut ante las cámaras del fantástico Christopher Walken.
Estupenda.
martes, diciembre 01, 2009
lunes, noviembre 30, 2009
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