MIENTRAS DUERMES
La idea del intruso es una idea fascinante,
Esa mirada que todo lo alcanza y para la que no existe ese ámbito privado en el que creemos estar en paz es un concepto la mar de inquietante que el cine ha explotado en bastantes ocasiones con desigual éxito.
Ante la mirada de ese merodeador nuestro estar desapercibido queda absolutamente expuesto. Sin saberlo somos leídos tal y como realmente somos, sin tener la posibilidad de refugiarnos bajo alguna máscara en el espacio común y compartido de la civilidad.
Siempre recuerdo esa escena de "Carretera perdida" de David Lynch en que el protagonista ve en un video cómo es filmado dentro de su propio dormitorio, durmiendo y pone los pelos de punta asistir al modo casi predador en que la cámara se acerca hasta el rostro del dormido protagonista, absolutamente expuesto y a merced del ojo desconocido que le contempla.
La desnudez de la intimidad obsrvada va mucho más allá de la pura y simple desnudez física porque ante ese ojo que observa es mucho más que un cuerpo lo que se muestra desnudo.
"Mientras duermes", la nueva película del catalán Jaume Balagueró intenta sin demasiado éxito beber en esas fuentes.
César, su protagonista, es el portero de una comunidad de vecinos a cuya intimidad tiene acceso a través de los duplicados de las llaves de cada uno de sus domicilios. Es un tipo solitario y callado que a nadie llama la atención y que en su interior esconde un odio profundo hacia las vidas completas que imagina en la mayoría de sus vecinos, especialmente en Marta, la vecina del 5ºB, y su interminable sonrisa.
Incapacitado para ser feliz, César no puede soportar la interminable felicidad de Marta e intentará por todos los medios hacerla partícipe de la infelicidad que siente por todos los poros de su piel... porque si algo le queda claro al espectador es que César esta muy loco.
Hasta aquí todo muy bien.
Los mimbres son interesantes, especialmente la infelicidad del protagonista que como el contramaestre del relato clásico de Herman Melville "Billy Budd Marinero" no puede soportar la ideal perfección que ese marinero representa para él dedicándose a hacerle la vida imposible... igual que César con Marta... pero éste de una manera más retorcida y sutil, seguramente imposible en una goleta de Su Majestad.
Como digo, los mimbres son interesantes, pero Balagueró opta por el cómo antes de elegir Polanskianos caminos centrados en el qué, antes de profundizar en la "maraquienta" cabeza del protagonista para aproximarnos a sus demonios.
Balagueró opta por el "thriller" y desaprovecha lo verdaderamente diferencial de una historia que deviene a previsible sucesión de números que uno cree haber visto ya antes y que no sorprende demasiado (aunque a veces lo haga)
Me quedo con las ganas de escuchar a César decir de sus propios labios por qué no puede ser feliz. Me quedo sin saber una de las múltiples formas que puede adoptar el horror.
Películas timoratas como ésta hacen grande (y con razón) al cine de Roman Polansky
Sólo aceptable.