Desde la segunda parte de El Padrino hay poco que esperar en general de las películas que acompañan su titulo con el número 2.
La segunda parte de Zoolander es otra muestra de la verdad que encierra la afirmación anterior.
Porque poco o nada se puede esperar de Zoolander 2 salvo recuperar una serie de personajes de los que el espectador guarda un buen recuerdo por haberles disfrutado en una historia mucho más brillante y divertida, de culto.
Poco más porque esta segunda parte de Zoolander no es mas que una sucesión de chascarrillos y bromas más o menos afortunadas, aderezadas por un desfile de personajes famosos tanto del espectáculo como de la moda que se van sucediendo con más pena que gloria en la mayoría de los casos.
Ya no hay efecto sorpresa y en algunos momentos tampoco existe la capacidad para sorprender.
Sólo se trata de amortizar, de agotar el crédito de un producto que en su momento fue consumido por el espectador con gusto.
Puro consumo hasta sus últimas consecuencias y en el sentido más brutal de la palabra.
Inicialmente, y antes del siglo XX, la palabra "consumo" se usaba en medicina para indicar el progresivo desgaste del cuerpo. Se usaba mucho para diagnosticar la muerte de enfermos que padecían enfermedades como la tuberculosis.
Entonces, uno se moría de consumo, del progresivo proceso de agotamiento de la salud, de la fuerza vital al que la enfermedad sometía al paciente.
Esta segunda entrega de Zoolander consume completamente el crédito acumulado como consecuencia de las cosas buenas que tenía la primera.
Nada más.
La segunda parte de Zoolander es otra muestra de la verdad que encierra la afirmación anterior.
Porque poco o nada se puede esperar de Zoolander 2 salvo recuperar una serie de personajes de los que el espectador guarda un buen recuerdo por haberles disfrutado en una historia mucho más brillante y divertida, de culto.
Poco más porque esta segunda parte de Zoolander no es mas que una sucesión de chascarrillos y bromas más o menos afortunadas, aderezadas por un desfile de personajes famosos tanto del espectáculo como de la moda que se van sucediendo con más pena que gloria en la mayoría de los casos.
Ya no hay efecto sorpresa y en algunos momentos tampoco existe la capacidad para sorprender.
Sólo se trata de amortizar, de agotar el crédito de un producto que en su momento fue consumido por el espectador con gusto.
Puro consumo hasta sus últimas consecuencias y en el sentido más brutal de la palabra.
Inicialmente, y antes del siglo XX, la palabra "consumo" se usaba en medicina para indicar el progresivo desgaste del cuerpo. Se usaba mucho para diagnosticar la muerte de enfermos que padecían enfermedades como la tuberculosis.
Entonces, uno se moría de consumo, del progresivo proceso de agotamiento de la salud, de la fuerza vital al que la enfermedad sometía al paciente.
Esta segunda entrega de Zoolander consume completamente el crédito acumulado como consecuencia de las cosas buenas que tenía la primera.
Nada más.