viernes, mayo 31, 2013

THE GREAT GATSBY

Publicada en 1925, "El Gran Gatsby" no obtuvo demasiado éxito.

Su autor F. Scott Fitzgerald, uno de los grandes nombres de la Generación Perdida de  escritores americanos que, con posterioridad a la Primera Guerra Mundial, revisó desde la melancolía y el pesimismo el mito del gran sueño americano, era conocido, principalmente, por su labor como escritor de historias cortas para los grandes semanarios como Saturday Evening Post o New Yorker.

No obstante, y pese a su escaso éxito, el poder del texto de Fitzgerald fue abriéndose paso hasta convertirse en lo que es: uno de los grandes textos de la literatura norteamericana y brillante epitome, precisamente, de esa actitud desencantada pregonada por esa Generación Perdida de Fitzgerald, Hemingway o Dos Passos.

Precisamente "El Gran Gatsby" pone por obra esa actitud melancólica y desencantada convirtiendo a su protagonista en una suerte de mártir de la causa del Gran Sueño Americano. Porque Gatsby cree a pie juntillas en la teoría, en la capacidad de llegar siempre más lejos y hacia arriba merced al propio esfuerzo y la propia voluntad. Y es precisamente esa esperanza "naive" y confiada lo que pierde a Gatsby en su esfuerzo por llevar a la práctica la versión más perfecta del mejor de sus sueños.

Gatsby es un puro exceso, la sublimación exagerada de una actitud hacia la vida y, en este sentido,m no me sorprende que un cineasta tan sublimante y excesivo en su manera de contar las historias, como el australiano Baz Luhrmann, se interese por el maravilloso material de Fitzgerald, sobre todo ese maravilloso personaje lleno de ideales llamado Gatsby: empeñado en construir su personal castillo de naipes hasta, como no puede ser de otra forma, llegar a su trágico final, convertido en una suerte de martir de la verdad y autenticidad en el altar de la conveniencia y la hipocresía.

Se ha llevado al cine cuatro veces, que recuerde, esta novela de Fitzgerald y tengo que decir que la versión de Baz Luhrmann es la mejor de todas... siempre para mi gusto.

La propuesta de Luhrmann enseña el texto de Fitzgerald y lo envuelve en esa manera tan directa, dinámica y falta de complejos con la que el cinesasta australiano cuenta todas sus historias, una manera de hablar potente, siempre lírica, llena de puntos de fuerza, de vectores de atracción que otros llaman efectista y que convierten siempre sus historias en un sobrecargado y poderoso espectáculo de significación que, entiendo, a no todo el mundo gusta (aunque no termine de comprenderlo).

En este sentido, "El Gran Gatsby" es un espectáculo poderoso, lleno de atractivos, con algún momento  "malo" por en medio, que enseguida queda en el olvido cuando la película empieza a rodar por la pista de despegue en busca de su maravilloso y triste final.

Y como en todas las películas de Luhrmann la cámara no deja de ser ese ojo caliente que, vertiginoso, se mueve a voluntad y con maestría, por el escenario narrativo en busca del plano/momento preciso, esencial portador del significado preciso para que la historia avance.

Hay mucha música y danza en el cine de Luhrmann, pero no sólo en la banda sonora, siempre muy protagonista en sus películas, sino también en el modo de narrar tan particular, visual y expresivo del director australiano.

El cine de Luhrmann es sincopado, rítmico, vibrante.

No sólo quiere entrar al espectador por los ojos sino también por la piel y "El Gran Gatsby", aunque Luhrmann tiene mejores películas, se las arregla para hacerlo.

Es un clásico poner a parir el cine de Luhrmann.

Entretenida..





domingo, mayo 26, 2013

EL INFIERNO DEL ODIO

Se dice poco, pero "El infierno del odio", además de ser una estupenda muestra de cine negro a la japonesa dirigida por el maestro Akira Kurosawa, también es una película de actores.

Entre sus imágenes magníficamente esculpidas en un vigoroso blanco y negro se dan cita tres actores importantes dentro de la filmografía del maestro japonés: Toshiro Mifune, Takashi Shimura y Tatssuya Nakadai.

Los tres acumulan sobre sus talentosas espaldas grandes títulos de Kurosawa.

Mifune que pasa por ser su actor fetiche hasta su desencuentro en el rodaje de la maravillosa "Barabarroja" y que ha protagonizado grandes titulos como "Rashomon", "Yojimbo" o "Trono de sangre" (y me dejo muchas).

Shimura, presente -por ejemplo- en las películas que he citado para Mifune, pero también protagonista de la inolvidable "Vivir".

Nakadai, inolvidable protagonista de la no menos memorable "Ran", pero también presente en "Yojimbo" o en "Kagemusha".

En definitiva, tres maravillosos actores... especialmente los dos primeros, referentes clásicos de la interpretación en el cine japonés.

Centrándonos en la película, "El infierno del odio" está basada en una novela del escritor norteamericano Ed McBain y Kurosawa consigue una exitosa traslación de la historia desde los Estados Unidos a Japón.

Y como toda buena muestra del cine negro, "El infierno del odio" es un relato que se mueve a dos niveles: un nivel superestructural centrado en la comisión del delito y en su investigación y otro infraestructural que pone de manifiesto un planteamiento de crítica social.

No es de extrañar que el cine negro tuviera problemas con el macartismo en los Estados Unidos. Después de todo, en su relato siempre apunta a una violencia estructural que convierte al crimen en necesidad y al culpable en victima. Y en este sentido, "El infierno del odio" es una muestra perfecta y ejemplar.

Nos cuenta la historia del secuestro del hijo del chófer de un industrial, la historia de la investigación y la historia del criminal, un relato de agravio social teñido de un poderoso y desesperado nihilismo que quizá fuera lo que más atrajera al pesimista Kurosawa a la hora de abordar el proyecto de poner en imágenes este relato de Mc Bain.

Las razones del crimen son como las razones de la locura... no interesan desde el punto de vista de la creación de un relato que justifique un determinado orden y un determinado sentido de la justicia, pero tanto el cine como la novela negra, si no las pone de manifiesto, por lo menos siempre las transparenta. En este caso, "El infierno del odio" las verbaliza de manera brillante convirtiendo la casa del industrial en la cima de la colina en un imposible e inaccesible paraíso para los que la contemplan desde los barrios bajos de la ciudad.

Y el criminal lo único que pretende es, por lo penal, igualar en la desgracia a los que imagina agraciados en un enloquecido acto de violencia.

Como alguna vez ya he escrito, el mundo sería un lugar maravilloso si los que están debajo en una sociedad no procesasen desde el agravio su situación.... sobre todo para los que están arriba. Algunos no están a la altura y se quejan, hacen política, piden justicia social. Otros,como el secuestrador de esta película, sólo sienten odio y quieren destruir la felicidad que no tienen y que presumen otros disfrutan.

Además, y por si fuera poco, Kurosawa utiliza la historia para mostrar un Japón distinto, en la encrucijada entre un modo de vida tradicional y un modo de vida más global que trae consigo la industrialización y los negocios, un mundo del que Gondo (Mifune), el protagonista forma parte, casi sin quererlo. Un mundo cuyas claves utilitaristas y basada en el descarnado interés, resulta extraño para todo un conjunto de personajes que, empezando por los propios policías, encuentran en Gondo a alguien como ellos, traicionado por una falta de humanidad que no entienden.

Este discurso enriquece aun más la historia porque Gondo es victima del secuestrador, que le odia por sentirle un elegido de la fortuna, pero también de los que están por encima de él utilizando la desgracia del secuestro como un arma definitiva en sus luchas de poder.

Por todo ésto y más cosas, como por ejemplo el maravilloso uso dramático de la profundidad de campo de la que Kurosawa es un maestro o algun momento "nouvelle vague" con cámara en mano, como la secuencia del tren, "El infierno de odio" es una obra maestra.



miércoles, mayo 22, 2013

Persigue tu sombra
como un gato se persigue el rabo.
Pierde el tiempo
o mejor rómpelo,
estréllalo contra el suelo.
Déjalo que pase,
déjalo que caiga.
Mira qué es lo que falta
y desconfía del resto.

martes, mayo 21, 2013

CESAR DEBE MORIR

Un italiano genial, Pier Paolo Pasolini, era muy partidario de los actores no profesionales.

De alguna manera, para él, significaban pura transparencia. Los actores no profesionales se enfrentaban a sus personajes sin la mediación de ningún tipo de elaboración conceptual basada en alguna metodología de interpretación y por lo tanto, al mismo tiempo, se entregaban total y completamente a la interpretación. Se daban por entero, poniendo toda la potencia de su humanidad palpitante y candente sobre la mesa de la pantalla.

Hay algo poderoso y mágico en las interpretaciones de los actores no profesionales. No se trata de una verdad recreada por un talento sino de una verdad transmitida con un esfuerzo, un milagro basado en la intuición, la sensibilidad, la empatía y el esfuerzo.

La última película de los octogenarios hermanos Taviani conjuga de manera brillante todos esos sustantivos tan sustantivos.

Y debo decir que resulta conmovedora la manera en que esos condenados, esos bárbaros y brutales criminales son capaces de abordar un texto de William Shakespeare, su Julio César.

Confieso que no conozco demasiado el cine de los Hermanos Taviani.

Me parece que, dentro siempre de un marco histórico de lucha de clases, su cine está más interesado en los seres humanos que enfrentan ese conflicto. Más que un cine político, su cine tiene una clara y profunda raíz humanista, un cine que pone énfasis en el dificil mecanismo de ilusión y esperanza que pone en marcha el esfuerzo por sobreponerse a una situación y continuar adelante.

Y en este sentido, todos estos presos interpretes, algunos de ellos dotados de bastante talento para la interpretación, encajan con ese interés de los Taviani por mostrar al hombre, aqui y ahora, en el esfuerzo por construir su sueño, su personal e intransferible utopía, que en este caso es completamente imaginaria, que tiene que ver con la construcción a través de la ficción de un espacio para la libertad en un entorno destinado a limitarla.

Y además está el texto de Shakespeare que parece sonar mas puro que nunca en las voces de estos criminales metidos a actores que, desde su condenada condición, son capaces de llegar a la belleza mostrando así el maravilloso y fascinante espectáculo de la complejidad de la naturaleza humana en acción, aspecto que quizá sea la principal de las intenciones que inspira este precioso proyecto de estos cineastas italianos.

Bella.



sábado, mayo 11, 2013

Nostalgia vibrante,
como de vela que se apaga.
Fantasmas que se aparecen puntuales,
encerrados en su misma medianoche de siempre.
Apariciones solitarias que melancólicas
representan sin público la eterna condena
de su función ya para siempre nocturna.
Olvidos que se desvanecen tristes
sin encontrar apenas el escuálido eco latiente
de un corazón que inevitablemente los recuerde,
y que como corresponde se estremezca
con la extrema delgadez de su sueño.
Misterios exiliados ya para siempre de los espejos,
sucediendo ya muy lejos de unos ojos
que sepan apreciarlos,
que los contemplen,
que callen y los sientan por derecho.
Transparencias engañosas,
siempre imaginadas tal y como nunca fueron,
rebosantes de toda esa carne y de toda esa sangre
que una vez se precipitó en el abismo del tiempo.

Perdura el reflejo mucho más que el cuerpo que le dio vida.
por el desierto polvoriento de habitaciones y pasillos,
abandonados en su resonante misterio,
sin apenas pasos perdidos
que llevarse a su seca boca de siglos.
disolviéndose lentamente
en la corriente firme y plácida del tiempo.

Triste es el destino de los recuerdos sin dueño.
THE TRAP

Magnífico e incómodo documental para todos aquellos que a través de la negación y la conformidad buscan continuar en el sueño de la normalidad un día más.

En esta serie de documentales producida por Adam Curtis para la BBC en el año 2007, el autor realiza una talentosa, ya mi juicio muy acertada, arqueológía del concepto de libertad que articula el mito de la democracia en nuestras sociedades.

El punto de partida de Curtis está en el pensamiento de Isaiah Berlin, filósofo e historiador de las ideas británico y un pensador de referencia de la ideología liberal.

Berlin define dos tipos de libertad: la libertad positiva y la libertad negativa.

Una, la positiva, se basa en la ley y se identifica con la persecución colectiva que una sociedad realiza de lo que se considera un bien común. Y para conseguir esa libertad los hombres particularmente ceden parte de sus libertades individuales para generar un gran ente colectivo y organizado, orientado hacia la consecución de un concreto fin.

La otra, la negativa, se basa en la individualidad. Implica la ausencia de esa coacción externa que significa la presencia de esa autoridad que funda la libertad positiva y en ese sentido el hombre realiza aquello que lleva dentro, lo que tiene la voluntad de llevar a cabo.

El primer tipo de libertad se articula en torno a los proyectos ideológicos vertebrados por el estado como máxima autoridad de la organización social y el segundo se organiza en torno a lo social y a lo psicológico, a la confluencia de individuos que persiguen planteamientos e intereses propios y el mercado en sentido general es el lugar donde esos intereses individuales confluyen para "utilizarse" los unos a los otros.

Como consecuencia del desarrollo de los siglos XIX y XX, ambas libertades terminan vertebrando los contrapuestos proyectos ideológicos de la izquierda y de la derecha.

Y aqui entra el segundo aspecto relevante para Curtis, la llegada de la Guerra Fría cuya presencia exacerba las distancias entre uno y otro concepto.

Por un lado, el concepto de libertad positiva encuentra su máxima realización en el utópico deber ser de las sociedades socialistas y por otro la visión liberal del mercado se radicaliza al ser contaminada por planteamientos tecnocráticos basados en la teoría de juegos.

Es bien sabido que el pensamiento de los padres del liberalismo, Smith y Ricardo, ha sufrido una transformación interesada precisamente por el pensamiento liberal tecnocrático en el sentido de obviar las apostillas que ellos mismos hacen a su planteamiento basado en la libertad negativa. Para los dos,las dinámicas basadas en el mercado y en la persecución del propio interés tenían límites, tanto desde lo moral (la teoría de los sentimientos morales y la empatía de Adam Smith) como desde lo real (la necesidad de control de las bajas pasiones a las que esta dinámica, según Ricardo, podían dar pábulo).

Y todo es como consecuencia de la Guerra Fría, el liberalismo cierra filas obviando sus propias contradicciones obviando sus limitaciones y se blinda en su radicalismo incluyendo elementos tecnocráticos de la teoría de juegos.

Y es aquí done aparece la mente maravillosa de John Forbes Nash quién demuestra de manera matemática la posibilidad de la radicalización de la individualidad: en su teoría del equilibrio Nash presenta un individuo taimado y egoísta que constantemente calcula la consecución del propio interés obviando a los otros y utilizándoles en su propio beneficio... y lo que es peor, demuestra que una sociedad puede funcionar sobre la base del egoísmo y los bajos sentimientos, del mismo modo que la guerra fria funciona sobre la base del miedo y el temor.

Nash consigue trasladar la pugna de voluntades a nivel macro de la guerra fría al nivel micro de las relaciones interpersonales blindando asi al liberalismo de manera ideológica contra sus propias contradicciones y especialmente contra planteamientos de libertad positivas basados en la intervención del estado.

Sobre esta imagen del individuo se construye la utopía del hombre de la sociedad de consumo y la concepción conservadora en pugna siempre contra la concepción totalitaria y positiva de la Unión Soviética.

Una utopía de individuos aislados que carentes del menor sentido altruista buscan el propio interés por todos los medios consiguiendo, gracias a la legitimación teórica de Nash, estados de equilibrio que se confunden interesadamente con estados de armonía.

A todo ésto, la implosión de la utopía socialista juega a favor de esta corriente reforzando su valor de verdad entre adeptos y no adeptos. Y contra ese ejemplo negativo aparecen modos exacerbados de expresión de esa ideología que encarnan Thatcher o Reagan en la década de los ochentas del pasado siglo XX, modos exacerbados que encuentran respaldos mayoritarios entre los miembros de sus sociedades.

El mantra es el mismo para todos: Cero para la presencia del estado y cien para el fomento de lo privado concebido como lugar donde sucede esas iniciativas individuales que persiguen el propio interés de manera radical.

La caída del muro de Berlín y la definiitva derrota del planteamiento político e ideológico que lo sustentaba suponen el espaldarazo definitivo de ese modo de pensar que, en la borrachera de la victoria, se presenta con su verdadero rostro y en toda su intensidad erosionando y desregularizando aspectos que caen dentro de esa lógica derrotada dentro de las propias filas.

El resultado es la voluntad de privatización de todo, el deseo de pulverización de la alternativa derrotada hasta en sus últimas manifestaciones, lo que conduce a la liberación del monstruo financiero cuya ansia sin fin que Smith y Ricardo conocían tan bien nos ha conducido a la actual situación de crisis en que estamos.

¿Y por qué crisis?

Porque si el hombre socialista era una utopía, el hombre capitalista también lo es.

Ambos se tratan de modelos, de simplificaciones que en absoluto recogen la complejidad de la naturaleza humana, curiosamente contaminadas por visiones tecnocráticas, basadas en excesos que fundamentalmente se centran en desnaturalizar lo científico convirtiéndolo en fuente de fines.

Y lo que ahora padecemos en nuestra endosiada y nunca equivocada sociedad democrática occidental es la desolación que empieza a producir esa visión ideológica desnaturalizada. Si las sociedades socialistas padecieron su calvario particular, un calvario que las llevó a la consunción desde la escasez, a nosotros, los blancos sahibs occidentales, dueños de la verdad y la vida, no nos espera un destino diferente (aunque quizá más vergonzante): la consunción desde la abundancia.

Inevitable consunción como consecuencia de un abuso de la razón.

El planteamiento de individuos desatados de obligaciones con el grupo conduce a la corrupción.

El planteamiento basado en una concepción basada en la libertad negativa priva a quienes viven en sus sociedades de una visión global, de un planteamiento utópico al que ir y por primera vez en la historia vivimos los seres humanos en una sociedad que convierte lo táctico, las necesidades e intereses puntuales de los individuos que las forman, en lo estratégico.

Corrupción y falta de sentido es nuestro infierno, el lugar donde el autor de esta serie de documentales se pregunta andará nuestro sueño de la libertad.

El resultado es una sociedad desnortada, en la que el dinero como principal medio para conseguir fines se ha convertido en un fin en si mismo y en la que la corrupción, como manera más corta de conseguir esos fines, se ha instalado en todos los niveles de un sistema tan ineficiente a su manera como las sociedades socialistas que fueron su referencia para no ser.

"The trap"... Imprescindible si de verdad quieres saber.





jueves, mayo 09, 2013

"La libertad que consiste en ser dueño de sí mismo y la libertad que consiste en que otros hombres no me impidan decidir como quiera pueden parecer a primera vista conceptos que lógicamente no distan mucho uno del otro y que no son más que las formas negativa y positiva de decir la misma cosa. Sin embargo, las ideas «positiva» y «negativa» de libertad se desarrollaron históricamente en direcciones divergentes, no siempre por pasos lógicamente aceptables, hasta que al final entraron en conflicto directo la una con la otra."
(Isaiah Berlin, Dos conceptos de libertad)

lunes, mayo 06, 2013

THE TOWN

Dentro del cine negro, las películas sobre robos y ladrones son una de mis favoritas.

Desde "La jungla de asfalto" o "Atraco perfecto" hasta "Heat", pasando por joyas como "Rififi" o "Topkapi", esta variante del género ha aportado grandes clásicos a la historia del cine.

En el ecosistema del cine atracos se entrecruzan una serie de tramas cuyo desenlace siempre está relacionado con el atraco como acto de desacato contra un destino que siempre parece jugar en contra de aquellos que se atreven a desafiarlo.

Las imposibles historias de amor con la diferencia de clase y de estilos de vida como fondo, los planteamientos románticos de persecución desesperada de vías de escape en busca de una vida mejor procurada a cualquier precio, los discursos de comunidad y de respeto a las reglas de esa comunidad con independencia del lado de la ley donde el personaje se encuentre, la precisión del trabajo perfecto llevado a cabo por profesionales de primera, la ambición y la codicia poniendo trabas en el camino de ese plan perfecto, los dictados y servidumbres del pasado cobrándose sus deudas puntualmente en el presente, la imposibilidad de la perfección del plan frente a los azares e imperfecciones que imponen las circunstancias y el destino.... Todos estas temas y alguno más se dan cita en torno a ese golpe perfecto que perpetran los protagonistas del cine de atracos y ladrones.

Y todo siempre sucediendo dentro de un entorno de moralidad turbia en el que las cosas tienen más de un nombre y a veces no hay más que una opción.

En este sentido, "The town" es un magnífico ejemplo y, sin ser una obra maestra inolvidable, digna perteneciente a la familia de películas de este género.

"The town" es un melodrama sólido y potente situado en la ciudad de Bostón y más en concreto en el suburbio de Charleston, al parecer inacabable cantera de atracadores de bancos.

Nos cuenta la historia de una amistad imposible entre dos personas que viven trayectorias contradictorias: Doug McRay que encuentra una posibilidad de escape en el amor que siente por Claire, una victima de un atraco de su banda, y James Coughlin, confortablemente asentado en una vida consagrada al delito y sin futuro.

La redención de uno parecerá implicar la condena del otro.

Como decía la canción de Ruben Blades, las cuentas del alma nunca se terminan de pagar.

Interesante.


domingo, mayo 05, 2013

LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA

Si es alguna cosa, Eduardo Galeano autor "Las venas abiertas de América Latina" es un poeta de las ideas.

Siempre he encontrado fascinante el modo culto y civilizado con el que Galeano expresa su punto de vista crítico y lúcido frente a una realidad terrible. Y en este sentido, la voz de Galeano lleva casi 40 años elevándose firme pero mesurada contra esa injusticia llamada capitalismo, contra todas sus coartada ideológicas que nunca me han parecido otra cosa que la justificación de la animalidad a través de las ideas.

Ahora, con esta estafa llamada crisis que nos asola, cuando las fauces siempre hambrientas y absolutamente insaciables del capitalismo (que no conoce amigos cuando éstos se interponen en el camino de su interés) se clavan en la mismísima Europa, una nueva lectura de este clásico de la visión del mundo desde el otro lado del espejo resulta más aconsejable que nunca.

En un determinado momento del libro, su autor expone con claridad los motivos que le llevan a escribirlo: "Nos mienten el pasado como nos mienten el presente: enmascaran la realidad. Se obliga al oprimido a que haga suya una memoria fabricada por el opresor, ajena, disecada, estéril. Así, "Las venas abiertas de América Latina" recoge puntualmente la visión de las victimas de un crimen que se lleva perpetrando en nombre de la codicia desde hace siglos.

Por mi parte no tendré la petulancia de descubrir un clásico. Sólo diré que el libro presenta la crónica del fenómeno de subdesarrollo, la manera en que los pueblos de América Latina han visto cómo su destino se ha puesto al servicio del destino de otros, los propietarios de una versión que como máximo les convierte en inocentes testigos de un accidente y humildemente aconsejaré su lectura a todo aquel que no lo haya leído.

"Las venas abiertas de América Latina" recoge las voces de las millones de voces consumidas en el fuego de la economía convertida en una forma más de agresión dirigida hacia las personas y lo hace a través de un autor que además de un cronista es un escritor talentoso, propietario de una voz propia que enriquece el texto con una suerte de poética de la denuncia que multiplica el efecto crítico del texto.

Pero diré además que, si uno se entrega a la lectura del libro, teniendo siempre presente la realidad política europea descubrirá mil y un resonancias y similitudes en las que dictaduras brutales y sofisticadas democracias europeas se igualan en el modo de gestionar una misma situación. Y estas similitudes de destino en lo universal de la codicia y el interés resultan tremendamente fascinantes y reveladores sobre un modo totalitario de organizar las sociedades que superficialmente no lo parece, pero que en realidad lo es.


sábado, mayo 04, 2013

ELEPHANT

Conceptualmente considero que tienen el mismo origen esta "Elephant" de Gus van Sant, que relata la desgraciada matanza de Columbine, y "La cinta blanca" de Michael Haneke, que narra una serie de incidentes violentos que asolan lo que, a simple vista, parece la pacífica vida de una población prusiana.

En todo caso, y a mi entender, ambos son relatos que pretenden invocar el esquivo espíritu de la violencia estructural.

Haneke y Van Sant tienen diferentes maneras de contar, no demasiado opuestas tampoco, pero sin duda ambos coinciden en un planteamiento descriptivo que busca presentar esa realidad tal cual es con la esperanza de que en ella se muestren también las fisuras a través de las cuales emerge el demonio de la violencia estructural.

En la película de Haneke el vehículo era la voz objetivante de un narrador que recuerda los acontecimientos desde la distancia que da el tiempo, un narrador que curiosamente forma parte del paisaje, que no asevera ni concluye, limitándose a generar una dinámica narrativa de hechos que permite que las imágenes hablen por si solas.

En el caso de "Elephant", Gus van Sant recurre al plano secuencia y la steadycam para seguir a los personajes dentro de la realidad que pretende mostrarnos.

Y en este sentido, "Elephant" es una película muy inspirada, muy brillante en la manera de narrar. Gus van Sant consigue un prodigioso y mágico efecto documental por el que la mirada del espectador flota detrás de los personajes y entre ellos. El resultado es la presentación de un ambiente cotidiano, el de la ciudad de Columbine y del instituto de Educación Secundaria donde dos de sus estudiantes perpetrarán una enloquecida matanza entre sus propios compañeros.

La cámara transfigurada en mirada objetivante sigue las trayectorias de una serie de personajes, victimas y verdugos, supervivientes y asesinados cuyos caminos se cruzan y entrecruzan en una delicada coreografía de líneas temporales sucediendo como trama en torno a la mañana de la matanza.

El resultado es pasmoso desde un punto de vista narrativo, pero lo es mucho más desde el momento en que, a través de ese efecto de realidad tan puro que van Sant consigue, se filtra la presencia oscura de una cierta tensión que preside el existir de todos y cada uno de los personajes.

En la inanidad de las historias que la mirada del espectador espía se transparenta un demonio nada extraño, un demonio que todos conocemos y cuya razón de existir tiene que ver con la desigualdad y la complejidad de las relaciones sociales en los mundos que vivimos.

La frustración, la ansiedad y la desesperanza flotan transparentes por los parques y los pasillos del colegio de Columbine y en este sentido hay dos momentos relevantes: aquel en que Elías llora sin saber por qué y aquel en el que Alex, uno de los asesinos, tras interpretar maravillosamente a Beethoven le enseña un dedo. Y en este sentido, ambos personajes representan el ángel luminoso y el ángel oscuro, dos maneras diferentes de procesar un modo de vivir que en realidad no es sano.

Para van Sant el crimen de Columbine no sólo es un delito sino también un síntoma, una manera extrema de procesar una frustración generada por un sinsentido que cae a plomo, de manera implacable y sin dejar la menor opción, sobre los individuos que lo habitan.

Y en este sentido, lo más terrible de Elephant es que se trata de algo más que un relato de buenos y malos.

Obra maestra.


PANDORA'S BOX

No tengo ninguna duda de que el trabajo del documentalista británico Adam Curtis es fundamental para entender de una forma crítica éso que nos pasa y que llamamos siglo XX.

Ninguna persona que se considere culta e interesada por entender el origen de la absurda y paradójica sociedad en que vivimos debería dejar de ver los hitos fundamentales de su trabajo que para mi gusto son El siglo de individualismo, sobre el modo en que nuestras sociedades generan ese imperceptible control social que los controlados llamamos libertad o El poder de las pesadillas, sobre la creación de un nuevo gran relato basado en el terror y el miedo como modo de cohesionar nuestras sociedades carentes precisamente de grandes relatos cohesionadores.

La propuesta de Curtis está ahí: lúcida y brillante, mostrando constantemente la desnudez de un emperador que paradójicamente se cree más y mejor vestido que nunca y resultando estimulante desde la ciencia política, la psicología y la sociología para cualquiera que quiera pensar.

"Pandora´s Box" es una de sus primeras series documentales.

Producida en 1992, expone en seis capítulos las consecuencias nefastas que en la configuración de nuestro mundo han tenido la tecnocracia y el racionalismo.

Con la habilidad de Curtis para seleccionar imágenes interesantes del inmenso archivo de la BBC, el documentalista británico muestra al espectador el modo en que el sueño de la modernidad, el de la ciencia y el conocimiento gobernando y organizando la sociedad convertido en tecnología y técnica, lentamente se ha transformado en una pesadilla: desde el fracaso de la Unión Soviética con su excesiva e imposible planificación social hasta la transformación de la ciencia y la tecnología en punta de lanza para la dominación del tercer mundo por el primero (el caso de los esfuerzos de crear una Ghana independiente y moderna por parte de Kwame Nkrumah) pasando por la contaminación ambiental y la energía atómica.

El resultado es un fascinante retrato de una actitud fundamentalista con respecto a lo científico y técnico cuyas consecuencias llegan hasta hot, en nuestros días inciertos.

Como todo el trabajo de Curtis, de obligada visión.


jueves, mayo 02, 2013

No habría que lavarse por las mañanas.
No habría que desprenderse de los restos del sueño.
Habría que lavarse por la noche.
Habría que meterse en la cama limpios de todo lo que nos ha quedado del día.
L'APOLLONIDE

Me entusiasma L'Apollonide.

Hay mucha nostalgia en esta nueva propuesta de Bertrand Bonello, un tipo a seguir sin duda alguna.

L'Apollonide es una historia coral de mujeres que ponen sus cuerpos a la orden de hombres en un burdel parisino de la belle epoque.

Y como no suele ser de otra manera esa nostalgia siempre lo es de un sueño porque las cosas nunca sucedieron como se recuerdan.

Y si se mira bien hay algo parsimonioso, profundo y onírico en esta maravillosa L'Apollonide: desde el modo en que las prostitutas se deslizan silenciosas y agotadas por los pasillos hasta la manera tranquila y sosegada con que  aceptan los azares y las necesidades que les impone el destino.

Pero, y para mi gusto, la nostalgia del burdel es solamente la superficie de la historia porque por debajo late otra nostalgia más relevante. Y en este sentido no es casualidad que la película suceda durante la belle-epoque: probablemente el momento culminante de la propuesta de estilo de vida de la burguesía, un segundo antes de que las masas irrumpiesen en aquella fiesta con su imperiosa demanda de justicia.

Y no es casualidad porque L'Apollonide también desarrolla de manera inteligente la nostalgia de una utopía, la del estilo de vida burgués: el respeto por las formas, la generación de un espacio común para debatir en "civilitá", la confortabilidad, la asunción del propio lugar en la estructura social, el respeto de todos con todos desde la asunción de esa realidad social orgánica.

No es el sexo, un clásico punto de observación desde el que abordar el fenómeno de lo burgués, sino esa situación social de urbanidad, transparentándose en todo momento y en cada plano, la que a mi entender, inviste de esa extraña e inexplicable magia fascinante a L'Apollonide. Opresores, sin saber que oprimen, y oprimidos, sin saber que son oprimidos, coinciden por los salones y pasillos del burdel. Todos aceptando la situación en que se encuentran como natural y moviéndose a la espera de la oportunidad, animados por el propio interés: los unos, que ya cuentan con lo material de su parte, de realizar una fantasía imaginaria y las otras, sin medios de subsistencia, buscando una estabilidad material a costa de objetivarse en un elemento esencial de ese escenario de fantasía imaginaria.

No hay sentido de la justicia.

Y por lo tanto no hay cuestionamientos, en todo caso sólo lamentaciones por los trenes que se van, por las ocasiones perdidas, incluso por el destino fatal o la suerte esquiva.

Y en este sentido la perversidad de L'Apollonide volvería loco de placer al mismísimo Marqués de Sade. Sólo la posibilidad de imaginar un mundo en el que los desfavorecidos acepten su condición sin rechistar y los favorecidos ejecuten su poder sin demasiados excesos y con criterios paternales resulta de lo más inquietante.

Esa paz resultante del hecho de que el opresor no apriete en exceso y el oprimido acepte ser apretado, esos silencios que sólo son fruto del cansancio, esas sonrisas que no llevan nada dentro se convierten en un envenenado caramelo.

El mundo sería un lugar maravilloso si las víctimas se olvidasen de esa su esencial condición... Si decidiesen, como las prostitutas que protagonizan la historia, aceptar la esclavitud precisamente para ser libres.

La prostitución como metáfora esencial para expresar la opresión.

Ellos siempre nos han querido muy putas. Ese es su sueño.

Obra maestra.



miércoles, mayo 01, 2013

LA ÚLTIMA ORDEN

Josef von Sternberg es uno de los grandes directores de la época muda del cine.

Se habla mucho de su elevado sentido estético y su incuestionable capacidad para generar atmósferas visuales en base a la iluminación y a los movimientos de cámara, pero para mi gusto lo esencial de Sternberg es su capacidad para generar imágenes que hablan por si solas, aspecto que era esencial en una época en que las películas no podían hablar verbalmente y que sólo podían hacerlo a través del poder de sugerencia de las imágenes y de la expresión de los actores.

En este sentido Sternberg comparte ese talento con los grandes directores del cine mudo como Murnau, Lang, Stroheim... Cada uno a su manera, con su propio estilo, pero siempre siendo capaces de generar imágenes elocuentes y poderosas.

En su momento, Sternberg focalizó ese talento en fotografiar a Marlene Dietrich, aspecto por el que se le conoce fundamentalmente en el reader's digest del cine, pero Sternberg es mucho más.

Para empezar fue un director de origen europeo que paradójicamente se formó profesionalmente en los Estados Unidos, país al que emigró con su familia a principios del siglo XX. Allí, y compartiendo una biografía similar a la de muchos pioneros del cine (encadenando diferentes y diversos oficios hasta acabar en el boyante mundo del cine) Sternberg termina dirigiendo películas.

Sternberg rueda su primera película "The Salvation Hunters" que es un exito de crítica y taquilla para luego rodar "Underwolrd", la primera película de gangsters, y una película perdida para Chaplin a mayor gloria de su novia de aquel entonces Edna Purviance.

Es entonces cuando Sternberg cruza su destino con el de Emil Jannings, uno de los grandes actores del cine mudo.

Con él rueda ésta, "The last command", y marchará posteriormente a Alemania para acompañarle en el proyecto de la primera película superproducción sonora rodada en aquel país: "El Angel Azul". Allí conocerá a la Dietrich y se la traerá a los Estados Unidos, dando lugar a la parte más trascendental de su carrera personal y profesional.


"The last command" es una producción a mayor gloria de Jannings, de hecho fue por ésta y por otra película que ahora no recuerdo por las que el actor alemán, de origen suizo, ganaría el primer premio Oscar al mejor actor principal en 1928.

La película cuenta la historia de un noble ruso que por azares del destino termina siendo extra en Hollywood y teniendo que representar en el estudio un papel muy parecido al que representó en su vida real, dirigiendo el ejército zarista en el frente oriental durante la Primera Guerra Mundial.

"The last command" es un largo flashback en el que se nos cuenta la desgracia de la alteza serenísima en su Rusia de origen con inicio y final en un presente del soleado Hollywood.

No es una película redonda, su historia es un poco imposible si se mira bien, sobre todo la historia de amor entre Jannings y Evelyn Brent, pero se deja ver fagocitada por la presencia aristocrática de Jannings, un actor de gran físico y porte que, en su época de mayor éxito, se especializó en melodramas masoquistas en los que su poderosa presencia humana terminaba siendo humillada y maltratada por las injusticias del destino. En este sentido su Gran Duque Sergius Alexander es una variante más de ese personaje que Jannings siempre supo interpretar con éxito componiendo talentosas interpretaciones que combinaban de manera magistral aspectos tan aparentemente contradictorios como la dignidad y el patetismo.

Y todo iluminado y fotografiado por el talento de Sternberg para ilustrar la historia con imágenes profundas, llenas de cuerpo y que, como no podía ser de otra forma, hablan por si solas.

En este sentido, la principal fuente del éxito de Sternberg en el cine sonoro fue sin duda mantener una manera de hacer cine más propia del cine mudo, basada en la elocuencia y expresividad de la imagen aspecto que le abocó a un cine esteticista y atmosférico hecho no sólo para ser escuchado sino también para ser visto y, lo que es más importante, sentido.

Merece la pena ver "La última orden"