lunes, marzo 10, 2008
miércoles, enero 09, 2008
"Let's put a new coat of paint on this lonesome old town
Set 'em up, we'll be knockin' em down.
You wear a dress, baby, and I'll wear a tie.
We'll laugh at that old bloodshot moon in that burgundy sky
All your scribbled lovedreams, are lost or thrown away,
Here amidst the shuffle of an overflowing day
Our love needs a transfusion so let's shoot it full of wine
Fishin' for a good time starts with throwin'in your line."
(New coat of paint, Tom Waits)
jueves, diciembre 06, 2007
martes, noviembre 20, 2007
lunes, julio 02, 2007
"mi padre está desconocido, frágil,Es curioso.
mi padre es una víspera.
Lleva, trae, abstraído, reliquias, cosas,
recuerdos, sugerencias.
La mañana apacible le acompaña
con sus alas blancas de hermana de la caridad"
(Enereida, fragmento perteneciente al libro Los heraldos Negros. Cesar Vallejo)
La primera vez que leí a Cesar Vallejo me vino demasiado grande.
Necesitaba hacerme bastante más mayor para entenderle, pero sún así disfrutaba con una extraña música que dimanaba de sus versos como un profundo perfume de sombras. Todavía conservo aquel libro, una edición Alianza Tres en tonos negros y verdes presidida en su portada por un retrato del poeta adusto y serio en su laberinto de carne y sangre.
Ahora soy otro y lo leo con otros ojos.
El río en que te bañas nunca es el mismo, pero los ojos que lo miran tampoco lo son.
Llegó el momento para mi de entender lo que se quiere decir cuando se dice que Cesar Vallejo es un gran poeta.
"Las piedras no ofenden: nada
codician. Tan sólo piden
amor a todos, y piden
amor aún a la Nada.
Y si alguna de ellas se
van cabizbajas, o van
avergonzadas, es que
algo de humano harán..."
(Truenos, fragmento perteneciente al libro Los heraldos Negros. Cesar Vallejo)
Vallejo tiene el talento de convertir su palabra en aviso, llamada y caricia.
Su poesía es hondamente humana, doliente y compasiva ante el misterio del hombre encerrado -y encerrándose- en la celda de su propia contradicción.
No hay cantos a la rosa en sus versos sino a la sangre que mana de las heridas abiertas por sus espinas.
Es una lástima que el mundo viva dando la espalda al cincelado trabajo atinado de su extrema sensibilidad.
¡Aspero mundo!
lunes, mayo 07, 2007
lunes, noviembre 06, 2006
domingo, octubre 22, 2006
Cuando uno se pasa la vida mirando una brújula con 360 nortes es complicado poder precisar los favoritismos.
Ser un diletante de tantas cosas -y las que quedan por llegar- tiene ese pequeño inconveniente.
No obstante, y para cada regla, siempre hay excepciones. También las hay para mí.
En algunas cosas, tengo mis rotundos favoritos y, por lo que respecta a la poesía, a mis cuarenta años de vida estoy en condiciones de afirmar que siempre incluiría "El muerto" de José Hierro entre mis poemas favoritos.
Mucho tiene que cambiar todo para que sea capaz de traicionarme tan profundamente... aunque peores cosas se ven caídas sobre la corteza de este pan nuestro de cada día con cada vez menos miga.
Han pasado veinte años y aún sigue gustándome:
"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca.
Yo lo veo muy claro en mi noche completa.
Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,
muchos siglos de olvido y de sombra constante,
muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido
a la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura.
Ahora, el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los vivos
será azul. Temblará estremecido, rompiéndose,
desagarrado su vidrio oloroso por claras campanas,
por el curvo volar de los gorriones,
por las flores doradas y blancas de esencias frutales.
(Yo una vez hice un ramo con ellas.
Puede ser que después arrojara las flores al agua,
puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo,
que a mi madre llevara las flores:
yo querría poner primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo que una vez en sentido en mis manos temblar la alegría
no podré morir nunca.
Pero yo que he tocado alguna vez las agudas agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mi"
(El Muerto, poema perteneciente a "Alegría", José Hierro)
Hace veinte años éste se me antojó el poema que siempre hubiera querido escribir... y aún me lo sigue pareciendo.
Estremecedor canto pronunciado más allá de la vida, desde la muerte.
Una vida recordada en su ausencia, sin resentimiento porque el sabor que ha dejado en esos labios borrados perdurará siempre.
Una heterodoxa visión de un extraño paraíso de sombras y olvido donde sólo existe el recuerdo de haber sido feliz y cierto.
Cielo azul bajo la negra tierra.
José Hierro fue un gran poeta... y aún lo sigue siendo, en la alegría de reencontrarse una y otra vez con su obra eterna.