Ya era hora de que alguien cogiera la tremenda y compleja realidad del estrecho de Gibraltar e hiciese con ella una buena película.
Daniel Monzón es ese alguien.
El estrecho estaba ahí convertido en centro neurálgico, frontera que burlar, muro que saltar, puerta que forzar y todo sucediendo en un espacio diáfano, luminoso y solar, profundo y hermoso como el mar para dar ese contraste simbólico extremo que confiere al color la naturaleza del blanco y el negro.
Monzón compone una historia compleja, llena de personajes interesantes que pone en valor ese espacio y lo reivindica como lugar de infinitas posibilidades de la ficción.
Una frontera tan frontera como pudieron serlo las praderas del lejano Oeste norteamericano.
En "El niño" hay unos policías que intentan hacer su trabajo y unos jóvenes sin futuro que intentan buscarse la vida rápida y fácil aprovechando el lado oscuro de esa frontera, el tráfico de hachís y cocaína que controlan las mafias desde las dos costas.
Formando parte de cada uno de esos dos bandos antagónicos está Jesús (Luis Tosar), un policía obsesionado con atrapar al "Inglés" (Ian McShane), un traficante que mueve los hilos desde la roca de Gibraltar, y "El Niño" (Jesús Castro) que da titulo a la película, buscando una manera de encontrar atajos en el camino e la vida dentro de una realidad que por la vertiente ortodoxa no les ofrece demasiado.
Ambos estarán en lados distintos de la ley, persiguiendo sus intereses y obsesiones en paralelo, mostrando que son la misma clase de tipo: individualistas llenos de fuerza de voluntad y dispuestos a dar y arriesgarlo todo por conseguir lo que desean.
Sus destinos terminarán confluyendo y enfrentándoles el uno contra el otro, convirtiéndose en antagonistas que mutuamente se cierran el acceso a aquello que buscan.
"El Niño" es una magnífica película de acción... y no sólo de acción. Seguramente porque Monzón hace un inevitable honor a su condición de periodista la acción sucede en un escenario dotado de profundidad y personalidad, un anclaje sociológico del que la historia extrae la energía necesaria para justificarse en su suceder.
Sobre este primer nivel, Monzón construye una historia coral que se subdivide en dos tramas, la de Jesús y la del Niño, que conviven en acción paralela de manera admirable hasta que finalmente coinciden en la parte final de la película.
En este sentido Monzón demuestra madurez y dotes de buen narrador que se unen a su ya mostrado en proyectos anteriores toque para plantear argumentos desde el género y en lo cinematográfico.
Y además, ese instinto le dice que los grandes actores hacen mejores las películas y así se rodea de grandes profesionales como el propio Tosar, Sergi Lopez, Eduard Fernandez, Barbara Lennie o el británico Ian McShane frente al que no desentonan el resto de protagonistas, actores jóvenes y desconocidos para mi, incluyendo al protagonista, Jesus Castro.
Por todo ésto, "El Niño" es una película absolutamente recomendable que reivindica a Monzón como una de las referencias esenciales de nuestro cine patrio como industria... si es que semejante arcano alguna vez es posible y, de serlo, lo será gracias el talento y el esfuerzo de personas como Daniel Monzón.
Brillante.
Daniel Monzón es ese alguien.
El estrecho estaba ahí convertido en centro neurálgico, frontera que burlar, muro que saltar, puerta que forzar y todo sucediendo en un espacio diáfano, luminoso y solar, profundo y hermoso como el mar para dar ese contraste simbólico extremo que confiere al color la naturaleza del blanco y el negro.
Monzón compone una historia compleja, llena de personajes interesantes que pone en valor ese espacio y lo reivindica como lugar de infinitas posibilidades de la ficción.
Una frontera tan frontera como pudieron serlo las praderas del lejano Oeste norteamericano.
En "El niño" hay unos policías que intentan hacer su trabajo y unos jóvenes sin futuro que intentan buscarse la vida rápida y fácil aprovechando el lado oscuro de esa frontera, el tráfico de hachís y cocaína que controlan las mafias desde las dos costas.
Formando parte de cada uno de esos dos bandos antagónicos está Jesús (Luis Tosar), un policía obsesionado con atrapar al "Inglés" (Ian McShane), un traficante que mueve los hilos desde la roca de Gibraltar, y "El Niño" (Jesús Castro) que da titulo a la película, buscando una manera de encontrar atajos en el camino e la vida dentro de una realidad que por la vertiente ortodoxa no les ofrece demasiado.
Ambos estarán en lados distintos de la ley, persiguiendo sus intereses y obsesiones en paralelo, mostrando que son la misma clase de tipo: individualistas llenos de fuerza de voluntad y dispuestos a dar y arriesgarlo todo por conseguir lo que desean.
Sus destinos terminarán confluyendo y enfrentándoles el uno contra el otro, convirtiéndose en antagonistas que mutuamente se cierran el acceso a aquello que buscan.
"El Niño" es una magnífica película de acción... y no sólo de acción. Seguramente porque Monzón hace un inevitable honor a su condición de periodista la acción sucede en un escenario dotado de profundidad y personalidad, un anclaje sociológico del que la historia extrae la energía necesaria para justificarse en su suceder.
Sobre este primer nivel, Monzón construye una historia coral que se subdivide en dos tramas, la de Jesús y la del Niño, que conviven en acción paralela de manera admirable hasta que finalmente coinciden en la parte final de la película.
En este sentido Monzón demuestra madurez y dotes de buen narrador que se unen a su ya mostrado en proyectos anteriores toque para plantear argumentos desde el género y en lo cinematográfico.
Y además, ese instinto le dice que los grandes actores hacen mejores las películas y así se rodea de grandes profesionales como el propio Tosar, Sergi Lopez, Eduard Fernandez, Barbara Lennie o el británico Ian McShane frente al que no desentonan el resto de protagonistas, actores jóvenes y desconocidos para mi, incluyendo al protagonista, Jesus Castro.
Por todo ésto, "El Niño" es una película absolutamente recomendable que reivindica a Monzón como una de las referencias esenciales de nuestro cine patrio como industria... si es que semejante arcano alguna vez es posible y, de serlo, lo será gracias el talento y el esfuerzo de personas como Daniel Monzón.
Brillante.